Devo son una institución musical. Llevan 40 años en activo y uno tiene dudas al enfrentarse en directo a ellos por primera vez, si no será demasiado tiempo y la nostalgia será el único elemento destacable del show. ¡Qué equivocado estaba!
Puntuales como casi nunca en los conciertos en Santiago, rompieron a las 21:00 en punto en el Teatro Cariola con la enérgica (como todas) ‘That’s Good’. El público que llenaba la sala -las entradas estaban agotadas- se volvió loco, pero esto era tan sólo el preámbulo para lo que venía justo a continuación. Hay que estar muy seguro de lo que vas a ofrecer para tocar de un tirón y nada más comenzar ‘Girl U Want’ y ‘Whip It’, además de su loca y maravillosa versión de Satisfaction” de los Stones. Puedes pensar que hay público que va porque le suenan tus hits (y del grupo esas tres seguro que están en el top de las más conocidas). Y te las quitas de encima nada más comenzar.
Con una puesta en escena sencilla pero efectiva, con sus trajes de los que se iban despojando haciéndolos girones y lanzándolos al público a medida que avanzaba el show, unas proyecciones retrofuturistas que jamás pasarán de moda y, claro, sus sombreros, los domo de energía rojos con los que algunos de los fans habían venido al concierto (y que se vendían en el propio show al poco económico precio de 18.000 pesos).
Electrónica vintage, guitarrazos propios del heavy ochentero, pequeñas coreografías que dibujaban sonrisas en el público que no dejó de corear ni un segundo cada una de las canciones…en resumen alegría desbordante de todos los asistentes.
El delirio llegó con ‘Mongoloid’ y, sobre todo, con ‘Freedom of Choice’ que encontró la comunión perfecta con todos los que allí estuvimos. Aunque las letras, inteligentes, humorísticas, profundas bajo su manto de ironía son esenciales en el grupo, no son necesarias para disfrutar de un espectáculo que se cerró al cumplir la hora exacta con ‘Beautiful World’.
Cuando uno piensa en Franz Ferdinand, The Strokes o hasta Interpol no puede dejar de hacerlo pensando que son grupos que pertenecen al pasado, su presente y su momento de lucidez creativa ya ha pasado. En Devo, es lo contrario, incluso su último disco Something for Everybody (2010) es mucho más que aceptable. Cuando uno asiste a un concierto como el que dio Devo en Chile, no puede dejar de pensar que es un grupo que sigue ofreciendo material de alta calidad, que nunca envejece, que siempre serán jóvenes, ellos y su música. Y nosotros nos contagiaremos de su juventud al escucharlos, al verlos.
Muy pocos conciertos en 2014 pueden compararse a lo visto en el Cariola. Si hace unas semanas la decepción al ver a otros clásicos como Echo and the Bunnymen en ese mismo escenario era patente, la sensación de haber asistido a un momento maravillosos de esos que regalan los conciertos era igualmente palpable.
La discusión (y la amenaza de rebelión por parte del público) por lo escaso del repertorio es un tema anecdótico. De los conciertos que perdurarán en la memoria y en las conversaciones musicales en los próximos años, en la escena santiaguina. No podemos más que rendirnos a la Devolution y esperar que sigan así mucho tiempo. Para siempre.
Texto* Daniel Hernández