Valparaiso es una ciudad única. Un caos arquitectónico lleno de colores y secretos. Una ciudad viva, con personalidad y voz que expende cultura por cada una de sus calles.
Rockódromo iniciaba este año con su sexta versión, la más ambiciosa hasta la fecha. Siete días de música, 53 bandas participantes y más de 35 mil asistentes. Culminando con dos jornadas multitudinarias en la Plaza Sotomayor, una idea quedó más que clara: Rockódromo es una carta de amor al espíritu de Valparaiso.
El día sábado estuvo marcado por el debut de BBS Paranoicos y la excelente presentación de Habitación del Pánico, precisa y elegante, un engranaje perfecto, junto a la actuación de Kuervos del Sur, a quienes se les llamó los próximos Jaivas, un apelativo importante que llevar a cuestas. Por otra parte, Movimiento Original prendió los ánimos y congregó la mayor cantidad de público en el día. El cierre con Alex Anwandter hizo bailar a los presentes con sus melodías pop. La sorpresa de la velada la brindaron los colombianos Ra La Culebra, quienes presentaron una propuesta innovadora con su “rock culebrero”, guitarras distorsionadas con tintes de música folclórica latinoamericana, interactuando con soltura con el publico y ganándose su aprecio.
El domingo fue coronado por la presentación de Newen Afrobeat, que calentó el ambiente y brindó una riqueza instrumental de primera línea. Durante toda las velada, el sonido fue correcto y el cambio de la técnica entre bandas mucho más rápido que en versiones anteriores. Sonora de Llegar hizo bailar a los presentes y subió los ánimos, mientras que el broche de oro lo dieron Los Tres, con un set que en papel era cuasi idéntico al presentado como teloneros para The Rolling Stones, pero en ejecución fue un giro 180 grados. La Plaza Sotomayor se convirtió en un karaoke gigante con un público que cayó en éxtasis.
El único punto negro, lamentablemente, fue la basura. A pesar de los múltiples llamados de parte de la organización, el lugar no cumplió con la cuota de limpieza. Además de la falta de educación que es posible palpar en diferentes eventos masivos, la culpa también es atribuible a la poca cantidad de basureros disponibles.
El festival Rockódromo sintetizó esa multiculturalidad y fusión artística que se vive en el puerto. La entrada liberada y su localización facilitó la variedad también en su público, desde familias con coche llevando a sus hijos pequeños, parejas de abuelosque bailaban al son de la música y grupos de amigos universitarios que saltaban y armaban mosh. Todo estos personajes coexistiendo y disfrutando de una velada con bandas tanto novatas como expertas en distintos géneros musicales. Una verdadera cazuela musical, que dejó a más de uno con una sonrisa.
Foto: Rodrigo Campusano/CNCA