Martes 25 de septiembre, Bar Loreto, Santiago
Foto por Felipe Fontecilla
Casi como una especie de contradicción, el debut de Rain Machine en Chile llegó justo en el día más caluroso de los últimos meses en Santiago. Factor climático idóneo, de todas maneras, para un Bar Loreto que en cuanto a ambiente resultó bastante acogedor. Tras un intenso set de los nacionales Perrosky, Kyp Malone salió a escena acompañado sólo de su baterista, formato con que el sonido de los norteamericanos ganó en agallas e intimidad.
Desde un comienzo, el show estuvo gobernado por las extensas y complejas composiciones que el miembro de TV on the Radio encerró en su primer disco con este proyecto (una placa homónima editada durante el 2009 vía Anti-). Algo ensimismado mientras tocaba, Malone abandonaba su actitud contemplativa sólo entre canciones para transformarse en un cercano maestro de ceremonias que derrochaba empatía y cercanía a través de relatos y halagos a la ciudad, la cultura y la gente de Chile. Esto se mantuvo incluso cuando cortó una cuerda de su guitarra (incidente que confesó jamás le había sucedido), tras lo cual el concierto estuvo detenido por más de 15 minutos, lapso que el compositor aprovechó para bromear y hablar con soltura.
De vuelta a la música, la presentación de Malone y compañía se mantuvo constante en un buen ritmo. Canciones que pasan de la calma a la explosión sin previo aviso y que fueron interpretadas por los músicos con una llamativa comodidad, fueron lo único necesario para lograr la combustión y provocar esa especie de catarsis colectiva que los cortes de “Rain Machine” logran tanto en los músicos como en el público. El punto más alto llegó con la cruda y ovacionada 'Give Blood', en una versión llena de fuerza que terminó por sumir en la música a todos los que había ido en busca de ello.
El debut de Rain Machine y la segunda vez de Kyp Malone en Chile (quien estuvo en Lollapalooza Chile en abril de este año) se transformó en toda una experiencia auditiva y emocional. La cercanía y calidad de los músicos, además de su desplante, hicieron que hasta los socialités que llegaron sin estar enterados del concierto se llevaran un grato recuerdo de la jornada. Tarea cumplida.
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