Fotos por Felipe Fontecilla
Dicen que la tercera es la vencida. Si la primera visita de Placebo a nuestro país (el 2005 en Estación Mapocho) fue triunfal y en la segunda parada en Chile (el 2007 en San Carlos de Apoquindo) aún estaba en la retina su debut en tierra nacional, lo de ahora fue un paso más dentro del contexto de una gira cualquiera. Para bien y para mal.
Las repercusiones de la crisis en la industria discográfica tradicional todavía no terminan de ser calculadas y sus coletazos pudieron apreciarse claramente el jueves en la noche. En apenas un lustro, Placebo tocaba en nuestro país por tercera vez, dando un ejemplo de lo que hay que hacer con un mercado abierto: explotarlo. El trío sabía que previamente su presencia había sido grito y plata, así que no dudó en agendar una fecha con nosotros, en el marco del tour de Battle For The Sun, su último disco.
Con la excusa de haber venido antes, el show careció de la emotividad expuesta años atrás, una frialdad esbozada claramente en la elección del playlist. El grueso de las canciones que el trío tocó eran nuevas, convirtiendo al espectáculo en otro más de la gira y no en una velada de antología. ¿Mezquinos? Para nada, los británicos forman parte de un conjunto cada vez más grande de grupos que miran hacia Latinoamérica con otros ojos, sin la condescendencia que las visitas internacionales siempre han mostrado.
Si hace una década o más, las bandas venían a quemar todo su arsenal, pensando que quizás su debut en estas tierras podía ser su despedida (asumámoslo, nunca hemos sido la prioridad al momento de trazar la promoción de un disco anglo), ahora hemos visto regresos constantes y con intervalos cortos. Los disueltos Oasis y los taquilleros The Killers, por nombrar algunos, han establecido un nexo transaccional con Chile, beneficioso tanto para sus arcas como para nosotros, el público.
Placebo no llegó con la responsabilidad de desplegar sus grandes éxitos, por eso el jueves nunca tocaron ‘This Picture’, ‘Teenage Angst’ o ‘Nancy Boy’. Quienes fueron con la esperanza de poder escucharlas, erraron su diagnóstico por completo e ignoraron que ya pasó el tiempo en que las entradas eran más baratas que en el resto del mundo y los conciertos se hacían casi como un gesto de cariño, apelando a que la audiencia latinoamericana era la más efervescente. Un punto de vista obsoleto.
De hecho, el sector de Cancha VIP anoche saltó poco y nada con el show, cuyo eje fue un álbum que dista de ser un punto alto en la carrera de los ingleses, pese a estar ejecutado con destreza y precisión matemática. Nada que decir sobre el intachable sonido, que jamás flaqueó como hemos visto en otras ocasiones con bandas de similar calibre. Un punto a favor fue la presencia del flamante batero, Steven Forrest, quien reforzó con su ímpetu lozano la excelente sección rítmica del trío.
La puesta en escena del grupo sigue siendo impecable y sugestiva. Brian Molko, pese a que exhibía cierto desdén, continúa emanando el magnetismo que lo hizo célebre. Los juegos casi onanistas de Olsdal con el bajo en ‘Special Needs’ (con insinuantes gestos faciales, apreciables sólo desde cerca) prueban que Placebo todavía es sinónimo de provocación. Con un poco de conocimiento de causa, nadie podría quejarse mucho del show montado en nuestro país, un recital planteado sin mayores concesiones hacia el hecho de estar en Chile. Hagámonos la idea de que el panorama ha cambiado.