Lollapalooza Chile 2013, sábado 6 de abril, Claro Stage, 20:45 hrs.
Foto por Lotus Producciones
El que seguramente es el mayor aforo que ha gozado Lollapalooza en su entrañable historia local (que como sitio hemos visto con curiosos y agradecidos ojos) tuvieron quienes bajo cualquier arista y evidencia resultaban ser los artistas de mayor importancia, el número primo de un ramillete de espectáculos digno de un festival de alta clase. Antes de cualquier análisis, y como primer antecedente, hay que decir que un porcentaje notable de los asistentes al cierre del sábado vinieron sólo a eso: a ver tocar a Pearl Jam. Existen ciertas bandas que por intrincadas razones cultivan una raza de fanáticos autócratas, que no transan, que esperan y van a buscar lo que saben. Y en este caso la expectativa era lo mejor posible, desafío que los de Seattle supieron asumir con total y absoluto control de la faena.
Partieron sin escatimar costes y lanzaron temprano un manojo de misiles de gran tamaño: ‘Release’, ‘Go’, ‘Even Flow’ y ‘Do the Evolution’, en ese orden. A esas alturas quedó claro, además, que la ecuación del sonido fue muy bien resuelta, dejando atrás fantasmas como el de Foo Fighters al cierre del 2012. Otro espíritu tiernamente espantado fue el del justificado trauma de Eddie Vedder y compañía con las avalanchas de personas (en el festival de Roskilde del 2000, nueve personas murieron en pleno concierto del grupo, aplastadas por el éxtasis). Bastó con decir “tratemos de dar tres pasos hacia atrás, como familia que somos” para que los 20 mil creyentes que estaban directo frente al escenario retrocedieran en una maravillosa y muy poco frecuente secuencia.
De ahí en más, la relación del público con la banda confirmaría una total y desbocada condescendencia, cruzada y desde ambos flancos. “Nosotros somos la playa, ustedes las olas” diría el vocalista, al borde del riesgo de trastabillar sobre lo zonzo del español charrasqueado. Si hasta tradujeron un tema y subieron a cantar a un fan, jugada peligrosa que por suerte no desvió totalmente la mirada de lo importante: lo musical. Aquel es su terreno, en el que dieron cancha, tiro y lado durante las dos horas y algo de un show íntimo pero gigante. De una dulzura conmovedora que corrió paralela a una fuerza rabiosa y sesuda, donde no faltó ninguna pieza que un seguidor real pudiera reclamar y donde lo suministrado no tuvo mancha ni equivocación alguna. Al terminar, fuegos de artificio y ‘Yellow Ledbetter’ para ir a dormir con los pies cansados y el corazón lleno.
Ah, y el titulo de esta reseña no es flojera de quien escribe ni se trata de que seamos (solamente) unos fanáticos talibanes y groseros. Es una paráfrasis del propio Vedder, cuando en pleno show empinó sobre su boca una botella de vino para luego decir: “El vino acá es mas bueno que la chucha”. Nosotros pensamos exactamente lo mismo de su música. Larga vida y salud.