Foto por Felipe Fontecilla
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“¿Por qué no podemos ser nosotros mismos como lo éramos antes?” La pregunta que hace Bernard Sumner en ‘Bizarre Love Triangle’ tiene hoy, 25 años después de editado el tema, una nueva acepción, esta vez con los propios New Order como objeto de cuestionamiento. La vuelta del grupo sin el bajista Peter Hook, el alma de la fiesta en muchas de sus canciones emblemáticas, tiene sabor agridulce. Tom Chapman, el nuevo a bordo, está relegado a un papel secundario, igual que en Bad Lieutenant, el proyecto post New Order de Sumner que nunca despegó. La sombra encima suyo es demasiado grande para que el más joven de la agrupación consiga brillar. Aunque el cariño que despierta una banda tan importante dificulte admitirlo, y el abolengo de sus músicos impida notarlo con rapidez, la dolorosa realidad es que los de Mánchester son, en este momento, un reflejo palidecido de su época gloriosa.
El show, de todas maneras, parte muy bien. Tendría que pasar algo peor que el alejamiento de un integrante, por vital que su aporte sea, para que hermosuras del calibre de ‘Regret’, ‘Love Vigilantes’ o ‘Ceremony’ dejen de funcionar en vivo y de resonar en la memoria emotiva de la audiencia. Sólo unas 7 mil personas llegaron a ver a los ingleses, pero no hizo falta un lleno absoluto para encender los ánimos del Movistar Arena y también los de la reformada banda. Si New Order ha perdido fuerza, nunca ha sido por falta de ganas, sino porque el paso del tiempo y la ausencia de Hook pesan muchísimo en los hombros de un grupo que profesaba constante innovación, basada en las capacidades musicales de miembros muy distinguibles entre sí. No precisamente el mejor material para diseñar postales nostálgicas.
Dado que el show se basa en los grandes éxitos del actual quinteto, algunos de sus temas imprescindibles fueron los más damnificados por las inclemencias de la edad y la falta de un bajista que se equipare con el anterior. Así, una lentísima interpretación de ‘1963’ y la deslucida ‘True Faith’ -guiada por el teclado de Gillian Gilbert- se convirtieron en los puntos bajos del concierto. Otras, como ‘Bizarre Love Triangle’ y ‘Blue Monday’, también perdieron terreno en sus versiones 2011, pero la respuesta del público -que esperó años por escucharlas y bailarlas sin entregarse al análisis- sirvió para amainar las falencias de una agrupación que, pese a estar venida a menos, tiene un gigantesco arsenal de glorias pasadas en las que apoyarse. El problema es que los cimientos se gastan. Sólo ‘586’, en una actualización demoledora, merece la categoría de gran acierto y constituye un aporte sustancioso al historial del grupo. La luz de New Order nunca se apaga, sólo parpadea más de la cuenta.