Hay que tener en cuenta que el aquí presente justifica la gelidez, los escasos 80 minutos de actuación y los 122 kilómetros de distancia entre su ciudad y en la que se celebraba el recital, únicamente por una mirada de Christina Rosenvinge… y la tuvo. Más allá de este arranque de fanatismo, hay que dejar claro que fui presente ante un admirable tour de force entre los dos máximos exponentes del indie.
En este concierto no se descubrió nada nuevo, mejor dicho se redescubrió a Nacho Vegas como un ser carismático en el escenario y a una Christina Rosenvinge más rockera que en sus últimos experimentos sonoros. A lo largo de esa hora y veinte de concierto, ninguno de los dos soltó ninguna palabra fuera de las canciones. Parecían intentar demostrar que las verdaderas historias de las canciones estan intrínsecas en ellas mismas, que no hace falta ningún tipo de explicaciones o presentaciones. Con un excepcional Me he perdido, un Nacho Vegas más crecido y arrabalero que nunca abrió el concierto mientras y tú con tu voz, esa voz y tu pálida piel Christina le acompañaba al piano y a los coros. Después fue el turno de ella al piano entonando la confesional Ayer te vi. Una a una fueron desgranando los siete temas que componen Verano Fatal, además de irnos regalando temas de sus respectivas carreras en solitario, destacando los Días grandes de Teresa (ya que hizo una retrospectiva por su carrera junto a los Subterráneos, por qué no tocó Voy en un coche) y Tok Tok de Christina y La plaza de la Soledad por parte de Nacho. Pero el gran momento de la tarde-noche fue el momento en que la bella rubia empezó a entonar las primeras estrofas del himno vegasiano por excelencia, El hombre que casi conoció a Michi Panero. Es la hora de recapitular las ostias que nos ha dado la vida, ellos han hecho Verano Fatal, ahora nos toca a nosotros elegir lo que haremos.