Se anticipaba como un fin de semana histórico. En dos días, nuestro país sería invadido por las maquinarias Motörhead y Iron Maiden. La espera había terminado. Sólo quedaba ver la respuesta del público.
Poco se puede agregar a la contundente presentación de Motörhead, el pasado sábado 10 de abril. El power trío más potente del rock se presentó ante un Teatro Caupolicán lleno, haciendo lo que mejor saben. Por casi una hora y media, Lemmy y compañía entregaron un show potente, sin mayor producción, que no dio tiempo para treguas ni pausas. Sin lugar a dudas, el paso de los británicos por Chile se convertirá en un DVD de primer nivel, con un público entregado por completo y una banda demostrando el buen momento que atraviesa.
Sin embargo, la prueba de fuego sería al día siguiente. El domingo 11 de abril Iron Maiden se convirtió en la primera banda de metal en presentarse en el Estadio Nacional, con una gira acompañada de una serie de elementos que sólo servían para engrandecer las expectativas.
Una producción de primer nivel, llenos absolutos en muchos países, además de “The Final Frontier” entre los discos más vendidos en Chile el año pasado, eran los argumentos suficientes que anticipaban a este recital como una nueva efeméride de nuestra historia. Si a eso le sumamos el registro del show en el nuevo DVD del grupo, al igual que Motörhead dirigido por Sam Dunn, el espectáculo se convertía en un hito imperdible. La Dama de Hierro había puesto todos sus argumentos sobre la mesa. La responsabilidad estaba sobre nuestros hombros.
Seamos francos, existen pocos recintos en Chile tan delatores de la falta de público como el Estadio Nacional. Muchos anticipaban una postal como la de Soda Stereo, Madonna o U2. Sin embargo, esto no sucedió.
Este fue un contratiempo que, quiéranlo o no, disminuyó de alguna manera la potencia del recital. Pese al revés, la tercera visita de Iron Maiden en cuatro años arrancó con la potencia y perfección característica de la banda. Se apagan las luces y tras una introducción cargada de imágenes espaciales, el grupo arriba al escenario para ejecutar ‘The Final Frontier’ y ‘El Dorado’, dos cortes de su último disco, interpretados con una contundente respuesta de los asistentes.
‘2 Minutes to Midnight’ fue el momento en que las 45 mil voces presentes consiguieron sonar en su mayor potencia. No obstante, Iron Maiden venía a demostrar que esto no era una tercera parte del tour “Somewhere Back In Time”, por lo que los clásicos no serían el fuerte del repertorio, situación que quedó manifiesta con las siguientes ‘The Talisman’ y la coreada ‘Coming Home’.
Como de costumbre, Bruce Dickinson se convirtió en el maestro de ceremonia que no dejó de encender los ánimos de la fría noche santiaguina. Objetivo logrado en la mayor parte de la cancha. No se puede decir lo mismo de las tribunas y galerías.
Algo que dejó muy conformes a los asistentes fue volver a escuchar material de los últimos trabajos de Maiden. Este momento llegó al desempolvar las insignes ‘Dance of Death’, ‘The Wicker Man’ y ‘Blood Brothers’, esta última dedicada a los afectados por el terremoto de Japón.
Con los primeros acordes de ‘The Trooper’, el recinto ñuñoíno alcanzó uno de sus momentos de mayor euforia, y luego ‘When the Wild Winds Blows’ marcó el término de la primera hora de un show compuesto -en su mayoría- por canciones publicadas a partir del año 2000, desmarcándose por completo del setlist que acompañó sus últimas presentaciones. Decisión que demuestra la valentía del grupo y la respuesta de sus fieles seguidores.
‘The Evil That Men Do’, ‘Fear of The Dark’ y ‘Iron Maiden’ pusieron fin a la primera parte del recital. Como era de esperar, estas canciones fueron acompañadas por la renovada versión 2011 de un Eddie cada vez más grande que, como siempre, apareció entre gritos y fotos. Una respuesta casi imposible de narrar si sabemos que se trata de más de 45 mil personas gritando por un robot. Suena infantil, pero hay que conocer y seguir a Iron Maiden para entenderlo.
De esta manera llegamos a la última parte del show. ‘The Number of the Beast’, ‘Hallowed Be thy Name’ y ‘Running Free’ bajaron el telón de un recital de primer nivel, que marcará un antes y un después en la cronología rockera chilena.
No podemos quedarnos en simples argumentos de fanáticos. Con honestidad, los seguidores de Iron Maiden deben reconocer que el número de asistentes estuvo lejos del esperado. Los 45 mil espectadores que llegaron vieron un show de primer nivel, que consiguió encender los ánimos de la gran mayoría, pero dejó en claro que la división de entradas y ubicaciones no fue la mejor alternativa.
Sin importar esta coyuntura, Iron Maiden realizó una actuación perfecta, dejando todo sobre el escenario y demostrando con argumentos sólidos por qué es la banda de metal más grande del planeta.
El sueño se cumplió y en los próximos años, los asistentes al Estadio Nacional podrán decir que fueron los primeros en ver un recital de la Bestia en el principal reducto deportivo criollo, además de formar parte de la grabación de un DVD.
Iron Maiden y el público, llegado desde varios rincones del país, dieron todo lo que tenían. La complicidad fue igual de grande e intensa que siempre. Ahora se debe esperar a ver el resultado de este recital en nuestros hogares y sentir que cumplimos la misión. Esto no fue el inolvidable Club Hípico de 2009, pero sí el histórico Estadio Nacional 2011.
Sólo Iron Maiden es una banda que puede venir en ocasiones tan seguidas y tomar el riesgo de no basar su presentación en sus clásicos. No existen canciones desconocidas ni malos recitales para la -a estas alturas- familia Maiden.
Los contratiempos y argumentos en contra existieron, de eso no cabe duda. Sin embargo, cada visita de Iron Maiden seguirá siendo una fiesta para los seguidores de la banda. ¡Up The Irons!
Fotos por Sebastián Jiménez