Txt por Jorge Rubio / Fotos por Felipe Fontecilla
Alucinando desde el rincón más alto
Memorable. No puedo utilizar otro término para expresar lo que sentí anoche. El concierto de High Places en la Industria Cultural superó las expectativas de todos los asistentes ¿por qué? Porque la energía que se desbordó por los altoparlantes fue impactante, pues en verdad que en el disco estos chicos de Brooklyn (aunque recuerdo que Mary, la bella vocalista, dijo que venían de Los Ángeles) se muestran algo recatados, concepto que quedó totalmente eliminado de nuestras elucubraciones mentales. Es que para todos los asistentes el viaje alucinógeno que nos regalaron los norteamericanos fue preciado, disfrutado y sanador. Sonidos cotidianos, danzas tribales, melodías oníricas dispersas en el aire, penetrando en el cerebro, causando imágenes únicas.
Todo estaba rodeado de una especie de aura especial. Todo confabuló para que las cosas funcionaran, salvo por uno que otro problema de audio, los que se transformaron en pelos en la cola, producto de la bella voz de Mary Pearson, los delicados sones que brotaban de su garganta, mientras que su compañero Rob Barber caía hipnotizado por la música y las percusiones, sonido de palitos, susurros, delay y lisérgica manufactura bailable. Porque al final terminamos todos invadidos por la simpleza, lo infantil de los juegos sensoriales que nos dictaban desde el escenario. Que una calada a un cigarrillo, la forma que adopta el humo, la luz verde nos incita a mover nuevamente la cabeza y los pies. Ya no importa quién o qué está al lado tuyo, sólo importan los estímulos que oscilan rodeándote de buenas vibras. Una sonrisa blanca y una mirada extendida hasta lo más alto. Haciéndole honor al nombre, High Places nos dejó una nueva perspectiva del ambiente, tomándonos de la mano, elevándonos, para luego dejarnos caer en un manto de nubes y colores.