Finalmente, y ante más de diez mil personas en cada concierto, Ennio Morricone presentó sus obras más conocidas en un show en el que las expectativas ya llegaban hasta las nubes. El resultado: aplausos, y más aplausos. El compositor italiano había logrado maravillar a todos con su talento.
Mi turno fue el jueves 20 de marzo. El día anterior había escuchado a mi papá comentar del primer concierto y del agradable momento que había tenido. Traté de no tentarme de verlo por la tele, ni de escucharlo por la radio, pero igual lo hice aunque fuera por unos cinco minutos, tenía demasiada curiosidad. Por fin me tocó. Llegamos como una hora antes para no quedar muy lejos, y a esa hora ya estaba casi la mitad del Parque Bicentenario lleno.
Empezó unos diez minutos tarde con “Ave María Guaraní”, donde el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile pudo lucirse sin acompañamiento de orquesta. Luego, venía el turno de las piezas de los films “Los Intocables”, “Érase una vez en América”, “La leyenda del pianista sobre el océano”, “Cinema Paradiso”, y “Malena”, en las que éstas dos últimas hicieron recordar toda la belleza de sus composiciones. Personalmente, creo que el punto más alto del concierto y especialmente genial fue durante la interpretación de “The Ectasy of Gold” de la película “El bueno, el malo y el feo”, en donde relumbró la Roma Sinfonietta Orchestra y la soprano Susanna Rigacci figuró con un vestido rojo eléctrico y una voz extraordinaria y llena de energía.
La segunda parte fue más bien tranquila, y siguiendo el repertorio fueron interpretadas, “Moisés” y “Marco Polo”, ambas de miniseries, Pecados de Guerra, Abolición (gran participación del Coro) y “A tu Salud”, otra gran obra maestra del filme “Sacco y Vanzetti”. Como era de esperarse, y para cerrar el show, pudimos escuchar tres melodías de “La Misión”. Primero, “El Oboe de Gabriel”, luego “Cataratas” y al final “En el cielo como en la tierra”. Un final feliz.
Pero eso no fue todo, luego de cerca de dos horas de concierto y en medio de los aplausos, Morricone entraba, salía, después volvía a entrar hasta que el verdadero final concluyó con una tercera repetición de lo que ya había tocado.
Obvio que hubo gente que se aburrió (el que estaba sentado al lado mío se lo durmió todo), otra que se fue antes, otra que gritaba (la Dinka se debe de haber muerto de vergüenza), otra que se quedó afuera y otra que esperaba que la orquesta tocara el soundtrack de Star Wars, pero eso ya es cosa de conocimiento y gusto.
Sin duda, Morricone es de un estilo ultra reconocible con los que trabaja para trasladar a la música sonidos de la realidad. No le gusta que le impongan ideas, sino trabajar en conjunto, tener un “feeling” entre director/compositor. Y es eso mismo lo que transmite. El momento fue enriquecedor, tal vez indescriptible, y de esta forma, un gran aporte a nuestra cultura.
Y te pregunto: ¿por que crees que hubo tanto interés por el concierto de Morricone? ¿Por la calidad artística? ¿Por que era gratis? ¿Por que hacen falta eventos culturales? ¿O simplemente por aquellos que se hicieron su negocio de reventa?
Vídeo: Ennio Morricone – The Ecstasy of Gold (Live)