“Han sido meses muy difíciles. Gracias por recibirnos de esta forma”, dice Jesse Hughes, frontman de uno de los espectáculos más esperados en la primera jornada del festival. Morbo o fanatismo, ganas de ver de qué iba la banda que se encontraba tocando en el parisino Le Bataclan durante el atentado o, simplemente, la necesidad de comprobar que la agrupación no había perdido el frente luego de tal episodio.
Al parecer, Eagles of Death Metal tomó el camino más sabio: transformaron la traumática experiencia en un nuevo motivo para hacer de cada presentación una fiesta a punta de guitarras y carisma en la que los ‘I love you, motherfuckers’ se repitieron, al menos, cinco veces.
Quizás fue la emoción del debut, tal vez las copas demás que asumió Hughes las que hicieron lo suyo, pero lo cierto es que EODM trajo de vuelta a los pastos de la elipse el ritual de bailar al ritmo de una batería pasional y no de un envasado. Dinámico, divertido, cercano y disfrutable para los que sabían de ellos, tanto como para los pequeños que acompañaban a sus padres mientras preparaban su espíritu para Jack Ü y Eminem.
Un cover de Duran Duran, su ya clásica ‘I Love You All the Time’ -canción elegida para conmemorar a los 89 fallecidos durante noviembre pasado-, y una potente ‘Wannabe in L.A’, fueron algunos de los puntos más altos de la hora que estuvo presente la agrupación en el VTR Stage, donde aprovecharon de celebrar el cumpleaños del bajista Matt McJunkins, con champaña descorchada y piscola al seco por parte del vocalista.
No puede quedar la duda de que la primera presentación de los estadounidenses no escatimó en poder ni en esa fuerza noventera y rockera que siempre se siente fresca cuando la banda tiene la disposición de hacerlo adrenalínico. Pasos envidiables por parte de los integrantes, acercamientos al público, banderas chilenas, y manos al aire: Eagles of Death Metal lo pasó de manera increíble y nosotros también.