Texto por Rodrigo Ferrari | Fotos por Felipe Fontecilla
Duran Duran venía precedido de más dudas que otra cosa, después de sus dos incursiones nacionales en 1993 y 2000. Había razones para creer que no se trataría de lo más lucido del año en cuanto a conciertos, sin embargo a poco andar el show, los fantasmas se alejaron y la banda inglesa demostró que el paso de los años podrá ser problema de otros, pero no de Duran Duran.
Una nada despreciable asistencia llegó a Movistar Arena y a las 21 en punto se dio inicio a un show de casi 2 horas, marcado por los múltiples hits que figuran en el haber de los británicos, junto a la interpretación de algunas (las menos) de sus canciones de su más reciente álbum Red Carpet Massacre (2007). La noche y el público no estaba para experimentos, todos sabían a los que iban, partiendo por Duran Duran.
Confirmo, una vez más, que el mejor lugar para ver los shows en el Movistar Arena es la platea alta, donde el sonido -que en cancha suele acoplarse un poco- llega de la mejor manera y ayer, esa característica tuvo aun más valor. A pesar de lo que podría haberse pensado, la voz de Simon Le Bon, a pesar de los años (50) mantiene el calibre, afinación y calidad de hace décadas, lo que a ratos sorprendía.
"Hungry Like the Wolf", "Girls on Film", "The Reflex", "Ordinary World", "Is There Something I Should Know?", "The Wild Boys" y el cierre a cargo de la recientemente premiada "Rio" fueron parte de casi dos horas de new wave que contó con arreglos musicales bastante buenos y amenizado por un público especialmente fiel, que contó entre sus asistentes a los reyes de la guitarra aérea y el baile espasmódico de fiesta ochentera. Un variopinto de público que bailó y cantó a garganta batiente durante las casi dos horas y que simplemente no tuvo cara para pedir un segundo bis. Es que Le Bon, Rhodes y los Taylors dejaron todo lo que se podía sobre el escenario.
Podrá estar chato uno de toda esa fiebre ochentera que arrasa la tv, las radios, las fiestas y ahora, los conciertos. Pero lo justo es justo y ayer, una de las bandas más legendarias de aquellos años se lució sobre el escenario del Parque O’Higgins, demostrando que los años, lejos de alejarlos de quienes eran, mantiene a una banda casi con su formación inicial, absolutamente incólumes. Como en los viejos tiempos.
Rodrigo Ferrari
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