Lollapalooza Chile 2013, domingo 7 de abril, Coca Cola Stage, 20:00 hrs.
Foto por Jaime Carrera
Si hay un artista que dejó claro que lo que hace en vivo no tiene nada que ver con sus discos, ése fue Deadmau5. Lo que algunos podrían haber esperado en la antesala como una interpretación de temas de corte electrónico fue en realidad una rave colmada de saturación, donde el músico hizo gala de un ego mayúsculo al darse un lujo que otros se reservan para cuando llevan el doble o triple de carrera que él: reversionar sus propios temas.
Claro que en este caso el asunto no fue poner nuevos ropajes en melodías antiguas, no. Esto no era remezclar, sino una lobotomía sonora que constaba de tres simples pasos: destruir, comprimir y amplificar. El mejor ejemplo de cómo funcionó el asunto vino en los primeros minutos del show con ‘I Remember’, uno de sus singles más populares (y, siendo objetivos, un temazo en su versión de estudio) que aquí fue disectado, desmembrado y sobrecargado unos diez niveles más allá del hastío.
Bastaba alejarse de la multitud que celebraba compacta para identificar el plan de juego con que el canadiense llegó a Lollapalooza Chile 2013: crear una fiesta en base a la arrogancia. Saturar los parlantes hasta que las melodías se perdieran en la sobrecarga de decibeles, cambiar los cascos (e incluso tocar sin ellos, matando el mito que muchos creían de que nunca se podía ver su cara) y variar sus diseños como si de una prima donna se tratara, tomar la cultura pop y prostituirla al punto de que él, uno de los mayores exponentes del mundo en cuanto a hacer música con máquinas, remixeó en vivo ‘Killing in the Name’; sí, de esa banda que peleaba contra la máquina.
Joel Thomas Zimmerman hace lo que quiere. Precedentes sobran al respecto. Ha hecho carrera gritando a quien lo escuche que no se ciñe a las reglas. Sin embargo, la contradicción era evidente al tomar algo de distancia. La prédica de libertad aquí iba acompañada con la repetición de bases que intentaban llevar al trance al oyente, pero no de la mano, sino que a patadas uniformes. Y miles de personas dijeron presente, agolpándose cerca del escenario como un ensardinado rebaño que seguía a su pastor. Fieles que añoran el nirvana artificial, bien entrenados para sentirse plenos y llenos de vida mientras se intentaban mover en menos de un metro cuadrado.
Pero a lo lejos, en el pasto, lejos de la masa, había individuos bailando y saltando libres. Sin ataduras, barreras o límites de ningún tipo. Un espectáculo aparte, uno bello y que sí valía la pena, pero sobre todo una ironía. La mayor de todas las ironías: ellos fueron los que más disfrutaron el concierto, porque lo hicieron sin seguir las reglas de quien dice no seguir las reglas. Ellos no se agolparon para buscar algo, porque sabían dónde encontrarse a sí mismos. Ellos son los que entienden el mensaje de Deadmau5 mejor que el propio Deadmau5. Aún de las mayores farsas pueden salir verdades.
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