Prácticamente una hora pasaron los cinco integrantes de Cómo Asesinar a Felipes sobre el escenario del Teatro Cariola, casi sin pronunciar palabra entre canción y canción. Recién al finalizar el concierto se dieron tiempo para los agradecimientos de rigor. Antes, se ocuparon casi exclusivamente de la decena de canciones que presentaron junto a la Conchalí Big Band, con énfasis en su disco homónimo de 2007 y Colores y Cadáveres (2009).
Todo comenzó en soledad, con cuatro canciones del estupendo V (2014) disparadas casi sin pausa. Luego, irrumpieron marchando, entre medio del público, los 13 jóvenes músicos que integran la Conchalí Big Band, empuñando trompetas, saxofones y trombones. ‘Ya llegó’ fue la primera canción y desde entonces fueron evidentes dos hechos contrapuestos: que los arreglos enriquecían cada canción, pero que las condiciones acústicas nunca le harían justicia a lo que sucedía en el escenario.
Pese a eso, Cómo Asesinar a Felipes y la Conchalí Big Band se las arreglaron para construir una noche para atesorar. Si la alianza entre ambos grupos podía sugerir que los énfasis estarían en la veta jazzera del quinteto, esa suposición era errada. Claro, algo de eso hubo: en ‘Influencia’, por ejemplo, hubo brillantes solos de piano, batería, saxo, flauta traversa y trompeta. Sin embargo, fieles a una vocación permanente por eludir los caminos más obvios, lo que hizo Cómo Asesinar a Felipes fue reinventar sus canciones. Por esta vez, esa música -extraña, cambiante y cautivadora- coloreada por múltiples sampleos tuvo un sabor distinto. La trompeta solemne y disonante que se oye en ‘Caen’, por ejemplo, esta vez fue tocada en vivo. Y cuando no se ocuparon de tocar lo que habitualmente se oye sampleado, los músicos de la Conchalí Big Band se encargaron de darle un peso distinto a esa música. Sucedió, por ejemplo, con la citada ‘Caen’, que se fue apagando lentamente, con sonidos de cascabel y un acorde final, que dejó a todo el teatro estupefacto, en absoluto silencio.
Cómo Asesinar a Felipes son reincidentes en este tipo de aventuras. Ya lo habían hecho con la Orquesta Sinfónica Juvenil y esta vez buscaron en los bronces de la Conchalí Big Band una forma de revitalizar sus propias canciones. Ese gesto dice mucho sobre una ambición por escapar de las formas establecidas y, finalmente, sobre una forma de encarar el oficio. “La música es mi vida”, dice una de las tantas frases sampleadas que se repitió en la noche del sábado en el Teatro Cariola. Cuando es así, las palabras casi no tienen lugar.
1. I
2. III
3. IV
4. V
5. Ya llegó
6. Ya perdimos la paciencia
7. La puerta no se abre sola
8. Caen
9. Influencia
10. Siempre será lo mismo
11. Operación CAF
12. II
13. Nada más, nada menos
14. En busca de un nuevo sueño
Fotos: Ignacio Gálvez