La frecuencia con que el mercado discográfico saca y saca “nuevas promesas” ha hecho inevitable la existencia de dudas razonables sobre sus merecimientos. Y, en teoría, sería lógico meter en ese mismo saco a Cage the Elephant, relativos desconocidos en el Cono Sur a pesar de tener ya dos discos editados. Sin embargo, su presentación en Lollapalooza fue un jolgorio para sus fans, un desmentido categórico para sus detractores y una bofetada energética en la cara de los curiosos que no habían escuchado de ellos antes. Todo al mismo tiempo.
Y es que el quinteto de Kentucky demostró durante 16 temas que tiene las herramientas necesarias para llegar lejos. Un sólido sonido en vivo, canciones memorables (que se preocupan de diferenciar de sus versiones de estudio) y, sobre todo, un frontman extraordinario. Matthew Shultz es un espectáculo en sí mismo, un dínamo de energía que se preocupó de despertar a los presentes desde un comienzo, corriendo, saltando, gritando y tirándose al público. Las señales son claras: la banda que este sábado debutó en nuestro país es un diamante en bruto que tiene todo para llegar lejos.