Hay algo que –en particular- me molesta del chileno, y es esa absurda manía de encontrar bueno a algo que a vista y paciencia de todos es mediocre. Tal situación sucedió en el concierto que nos brindo Benjamín Biolay, invitado de honor en la ultima edición del EIMA (Encuentro Internacional de Música Actual), que ya en ediciones pasadas nos había sorprendido con presentaciones de artistas como Dominque A., Jane Birkin y Nouvelle Vague, por citar algunos.
Lo del Sr. Biolay fue algo totalmente distinto, ya que la integridad de su concierto fue un sin fin de altos y bajos. Esto porque se le vio mas preocupado de sus Marlboro, de su copa de vino y de excusarse por no saber español, que de su propia interpretación en el escenario, la cual en muchas ocasiones se volvía bastante aburrida y sin sangre. Pero así y todo el publico -de un Teatro Oriente repleto- se entrego por entero al niño terrible de La Chanson y sus aplausos fueron retribuidos por el y sus dos músicos acompañantes por vítores y saludos en son del gracias, en mas de una ocasión.
El repertorio de Biolay pasó por sus cinco discos en solitario, incluyendo ese disco compartido con su ex-esposa Chiara Mastroianni llamado Home. Todo esto sumado a unas citas –casi antojadizas- hacia Gorillaz, The Smiths, Henri Salvador y un Time Goes By (Casablanca) del cual se apropió con toda autoridad y que fue prácticamente uno de los puntos más altos del concierto. Sin embargo fuimos testigos también de grandes errores, siendo el peor de todos la desastrosa versión de –la que debería haber sido “la” canción de la noche- Chaise á Tokio, que dejo a casi todos con la boca cerrada, no se si por la emoción de estar oyéndola o por el simple hecho de ver como la destrozaban sin ningún asco. Aunque no todo pintaba para bien, hubieron momentos para la memoria, como aquella hermosa versión de La Plage que significo un aplauso generalizado -mas que merecido-, y por otro lado ese canto tan desgarrador de Á l’origine –la ultima antes del bis- que mezclaba muy sabiamente la escuela Gainsbourg con atisbos del Hip-Hop mas rabioso.
Dentro de las cosas mas fascinantes de todo el concierto fue el uso del extraño y fascinante instrumento llamado theremin, el cual solo se oyó en la parte final de Chère Inconnue, lo mismo que ver en ocasiones a Biolay tocar el piano y la trompeta con tanta pasión, que hacía total contraste con su interpretación como cantante. Sonoramente fue todo muy parejo a pesar de algunas fallas de amplificación, que en muchas ocasiones dejaba de lado la guitarra eléctrica por la voz de Biolay.
En conclusión fue un concierto que no sorprendió tanto como se esperaba, y que fue más bien inflado por la crítica extranjera, quienes extrañamente, llaman a Biolay el sucesor de Serge Gainsbourg. Ya que si bien se le puede comparar sonoramente con el maestro de La Chanson, Biolay dejó en evidencia que dentro de un escenario es un tipo más bien asustado y no deja correr la sangre necesaria, ya que solo la contiene y no se deja llevar por la emoción y la interpretación, algo que el mismo Gainsbourg sabía hacer muy bien.