"Come on in or smile as you pass". Por si quedaba alguna duda para acudir al concierto, esa era la sentencia que comandaba el United Palace Theatre. Entrañable lugar elegido por Beck para su tercera y última noche sold-out en Nueva York. Una antigua y hortera iglesia reconvertida en descontrolada sala de conciertos que se convierte en paradigma del mundo kitsch. ¿Qué mejor marco para comprobar la evolución del "Modern Guilt" en directo? A pesar de contar con un setlist similar al del concierto de julio en La Riviera, Beck se mostró mucho más seguro a la hora de poner en escena las nuevas canciones. El cainismo sobre la producción de Danger Mouse que dejó entrever en su visita madrileña se ve consumado, tendiendo a una interpretación más rock de los temas. La noche tuvo dos triunfadoras provenientes del último LP: "Soul of a Man" se convierte en uno de los growners más potentes de los últimos discos del angelino y "Orphans", que continúa supliendo la ausencia de la grandiosa "Walls" (que se convierte en una maldición personal ya que sí que apareció en las dos noches anteriores). Prescindiendo de la cover de The Korgis y de "Sexx Laws" (dos de los grandes momentos de La Riviera), Beck confía más tiempo a sus más cercanas creaciones: increíbles interpretaciones electrónicas de la dupla "Hell Yes" y "Black Tambourine" (que pierde su rudeza habitual). Otro aspecto importante es la puesta en escena, la pose a lo Kurt Cobain que portaba en La Riviera queda sustituida por un look antifolk más cercano a sus comienzos y por una potente selección de vídeos. La locura llegó con la castiza interpretación de "Que onda guero" y el culmen con "Lost Cause", esa maravillosa declaración que todo el mundo ha pensado en confesar a su pareja. 80 minutos de reloj que confirman a Beck como legítimo heredero del ecléctico Duque Blanco. God (o los espíritus de la Cienciología) save the king!
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