El síndrome del segundo disco abruma a la mayoría de las bandas con un debut exitoso. En el caso de Cómo Asesinar a Felipes, tras las excelentes críticas de su ópera prima, la demanda era alta. No sólo la prensa especializada se rindió a sus pies, sino también gran parte del público. Y no cualquier audiencia. Con su alquimia entre hip-hop y jazz, los niños consentidos de Potoco lograron mancomunar entre sus seguidores a un grupo tan heterogéneo como dispar: raperos, fans del indie, intelectualoides y uno que otro hipster.
Un Disparo al Centro es la secuela con la que Simón Temato y su combo regresan, embarcados en su misión de siempre: aniquilar a la música bonita, destrozándola con sanguinolencia y sin piedad alguna. Cuando irrumpieron, la dejaron agonizando; ahora, es el momento de darle el toque de gracia. Eso explica la brevedad de esta placa (que roza los 22 minutos), planteada como un pequeño largaduración y no como un EP. Paradójico, el quinteto se vale de siete pistas para hacer gala de su destreza, ornamentada por la Orquesta Sinfónica Juvenil. Escoltas de alta alcurnia; impensados, pero tan perniciosos como quienes llevan la batuta en este desfile macabro.
Cuando el abolengo de los instrumentos se acopla a la crudeza de las rimas de Koala Contreras y a las febriles atmósferas de DJ Sp@cio, las ondas sonoras se hacen tangibles y el ambiente se tensiona. Delirantes e incendiarios, amenazan con reventar nuestros tímpanos en ‘La Puerta No Se Abre Sola’, masacran al bop en la instrumental ‘Nunca Será Lo Mismo’ y extreman el filosofeo en ‘Cuando La Verdad No Encaja’. Confirmado: Cómo Asesinar a Felipes abandonaron la fabricación de canciones. Esto es pólvora.