En apenas tres entregas, Cómo Asesinar a Felipes acumula credenciales que otros músicos no alcanzan en toda una carrera. Su homónimo debut, editado en 2008, fue la clase de hito que logra reivindicación con el paso de los años y que está condenado al status de obra de culto. Al año siguiente apareció “Un Disparo al Centro”, junto a la Orquesta Sinfónica Juvenil, la antítesis de lo que la industria recomienda (refritos para grandes éxitos de nombres consagrados, calibre Metallica o Cerati). Y luego vino otro paso para el que la norma dicta esperar: el DVD en vivo “Operación Teatro Oriente”, con el registro bicolor -y a una sola cámara- del show gratuito que ofrecieron, a tablero vuelto, en dicho recinto.
“Colores y Cadáveres”, el último disco del quinteto, responde al fogueo que otorga la bitácora y simplifica la propuesta de sus canciones, aunque no cede frente a los patrones usuales del formato. La banda prioriza la ambición artística propia por sobre los decálogos ajenos, prefiere mantener la metodología antes probada (ensayar durante un año para concretar la grabación en un solo día) y de esa forma, termina pareciéndose más que nunca a sí misma. Desprovistos del factor sorpresa, instrumentistas doctos o apoyo audiovisual, los santiaguinos emergen con el mejor de sus trabajos y el primer gran certificado de autenticidad firmado por un grupo nacional en esta década.
“También nos gusta la plata, queremos tenerla, sólo así se compra, sólo así se baila”, escupe Koala Contreras en el esclarecedor manifiesto llamado “Operación CAF”, donde el MC alimenta su bien ganado prestigio. Lo mismo hacen los cuatro miembros restantes, en sus respectivos puestos, quienes forman un ensamble que funciona con la eficacia de un reloj suizo. DJ Sp@cio inserta diálogos de películas antiguas, agrega atmósferas y hasta samplea a Busta Rhymes con tal de sumar detalles durante el álbum; mientras Marcos Meza condimenta con el teclado la implacable base rítmica formada por Sebastián Muñoz en bajo y Felipe Salas en batería. Un desfile de individualidades sobresalientes que se potencian entre sí.
“Colores y Cadáveres” fue grabado en los Estudios Master en Santiago, el día 17 de octubre del 2010, con todos los músicos tocando juntos sólo una o dos tomas de cada tema. Y pese a que fue registrado de manera digital, el uso estricto de equipos antiguos y la masterización en Nueva York, a cargo de Adrian Morgan (Jane’s Addiction, Moby, Aloe Blacc), aportaron a que este elepé sea un fiel expositor de la calidad en bruto de la banda; obviando artilugios y sobreproducción. La única adición posterior fue la de los tres invitados, cuyo rol en el disco es representar las escuelas de las que viene el grupo: rap (Epicentro de Calambre), rock (Álvaro España de Fiskales Ad-Hok) y jazz (Raimundo Santander).
Planeado o no, el quinteto reivindica la existencia cada vez más cuestionada del formato físico, a través de una placa que es un ítem coleccionable. Ningún mp3, de la calidad que sea, podría hacerle justicia al esmero con el que esta decena de pistas fue confeccionada, y menos al diseño del CD, que contiene excelentes fotos de Ignacio Gálvez (guitarrista del grupo hardcore 562) en el librillo de la carátula. “Colores y Cadáveres” clama, mediante argumentos objetivos, la supremacía de Cómo Asesinar a Felipes sobre cualquier otra apuesta chilena contemporánea. Donde los demás enarbolan la bandera del reformismo, barnizando antigüedades para que no se note el desgaste, los apadrinados por Billy Gould de Faith No More –quien los fichó en su sello, Koolarrow Records– dinamitan el terreno y establecen que la revolución es la única alternativa posible. Clásico instantáneo.