“Gracias a los que vinieron a tomar desayuno al Lollapalooza”, dice Pablo Dinamarca, el batería de Chicago Toys, mientras sus últimos acordes suenan cuando el reloj ya está acabando con el medio día. El trío nacional fue víctima del horario -una historia conocida por la gran parte de chilenos que pisan Lollapalooza- aunque en realidad las víctimas fueron quienes se perdieron a Nicolás, Francisco y el ya mencionado Dinamarca.
Son amigos desde chicos y se nota. Son de Osorno y se nota, y no sólo por la batería que lleva orgullosa un parche del club deportivo de la ciudad, más bien porque tienen ese encanto del sur de nuestro país que muchas bandas van abandonando en el camino. Chicago Toys no necesitó visuales dramáticas ni humo, porque a punta de instrumentos lograron ofrecer un desayuno digno de aquellos lugares de Chile donde tienes que decir ¡estoy bien, gracias! pero a la vez no puedes resistirte a un bocado más de esa comida hecha con amor.
A pesar del poco público, en el que se contaban varios amigos, el grupo triunfó porque llevaron su sonido a un nivel cañón. Fuerte, vibrante, explosivo: combinación difícil de lograr en rutas de la bohemia santiaguina como Bar Loreto. Es verdad que el Acer Stage estaba vacío, pero también es cierto que los músicos supieron llenar el parque, como si hubiese sido alborotado por más de cinco mil personas. Los no más de cien afortunados no estaban solos, fueron acompañados durante todo el viaje por los tres responsables de golpearte con sus pasajes sonoros.
Si Pablo da las gracias por haber llegado al encuentro, los asistentes deben agradecer el buen servicio. Ver a los responsables de Lost Niños sí fue una experiencia festivalera, esa de oídos contentos y de pecho retumbante, aunque no hubiesen personas sobre hombros de otras o gritos descontrolados. Un desayuno sureño completísimo que pasó por los esenciales de los sonidos que han construido su carrera: shoegaze delicioso como un pan amasado, noise necesario como un café, y el pop más dream como tu fruta favorita. La manera ideal de despertar. Redondo, poderoso, y para darle justicia al buen show, dejémoslo en íntimo en lugar de poco concurrido.