Nacer con el apellido Gainsbourg y haber sido amamantada por Jane Birkin es mucho mejor que venir al mundo con la marca de Caín en la frente, pero también puede ser una pesada carga si no se sabe utilizar. Charlotte ha sabido administrarlo labrándose una respetable carrera cinematográfica y una buena imagen social (alejada de los excesos del padre). Aún así, la quedaba una asignatura pendiente: la música.
Tras su bizarrísimo debut allá por 1986 con "Charlotte For Ever", en el cual Serge nos descubrió la voz de grillo que poseía su pequeña a golpe de ambigüedad incestuosa, Charlotte no se atrevió a volver a introducirse en el mundo de la música hasta veinte años después. Fallecido Serge, sus padrinos para la ocasión fueron varios artistas europeos que han intentado seguir la senda del maestro francés (AIR, Jarvis Cocker o Neil Hannon). "5:55" fue un disco que, si bien supero con creces el debut, no deja de ser un LP más del tipo "francesa susurrando". Muy bien grabado y producido por Nigel Godrich, pero sin ningún tipo de fondo. Todo cambió en 2009.
Varias ñoñerías fílmicas después, Charlotte se soltó la melena (y se bajó los pantalones) para "Antichrist". Su papel en la obra maestra de Lars von Trier provocó (además de más de un desmayo) la gestación de otro nuevo proyecto musical: "IRM". Para esta nueva creación ha contado con uno de los mayores herederos del Gainsbourg touch: Beck. Si bien su padre (el de Beck) ya participó en el anterior disco de Charlotte, el pequeño Campbell ha sido el único que ha sabido sacar todo el potencial de Charlotte. Su publicitado dueto "Heaven Can Wait" (y el vídeo que lo acompaña) es uno de los mejores temas del año gracias al juego de voces y a la química (surrealista, que no sexual) que existe entre ellos.
La producción y segundas voces de Beck arropan de una manera magistral la suave voz de Charlotte en "Time of the Assasins" (uno de los mejores cortes del disco) o "Me and Jane Doe". Dos temas que podrían haber entrado sin problemas en el pasado "Modern Guilt". A pesar de mostrarse calmada en "In the End" (su nana a los Maximonstres) o en esa oda a "Antichrist" que es "Voyage", Charlotte se muestra más arriesgada en "Trick Pony", "Greenwich Mean Time" y en el tema que da título al disco. En la primera acercándose al sonido The Kills y en la siguiente dando el paso definitivo al reino de los juguetes sonoros de Beck. En "IRM", da rienda suelta a sus obsesiones tras el derrame cerebral que sufrió en 2007. El ruido de las resonancias magnéticas a las que se vio sometida se convierten en una base instrumental tan cautivadora como adictiva.
No podía faltar el homenaje al sondio de papá (el de Charlotte) en "Le chat du café des artistes". Una cover del tema de Jean-Pierre Ferland cuya cadencia y cuerdas hubiesen hecho las delicias de Serge. "Heaven can wait (and hell’s too far to go)". Si al final iban a tener razón con eso de "Charlotte For Ever".