Mi primer concierto fue en el año 2006 en el Velódromo del Estadio Nacional. No recuerdo en qué contexto fue, pero posiblemente haya ocurrido en el marco de un festival de música chilena organizado por una marca de cerveza y una radio que, por ese entonces, “pegaba fuerte”. En esa ocasión, Chancho en Piedra acababa de lanzar el álbum Desde El Batiscafo, pero mis antecedentes sobre ellos eran un poco más antiguos, gracias a un compilado en cassette con canciones viejas. Luego de eso, por cosas del destino, no los vi más. Hasta ahora.
Es 2018 y Lollapalooza Chile vive uno de sus días más complejos. Antes de un ir y venir de cancelaciones, equipos que nunca llegaron y bandas presentándose de manera improvisada frente a un público que no entendía qué estaba pasando, los amigos marranos tocaban frente a una multitud ávida de escuchar su música. Con anterioridad, habían anunciado que interpretarían el disco La Dieta del Lagarto (¡qué nombre!), por lo que nos quedaríamos con las ganas de escuchar otros hits del grupo, no obstante, la decisión parecía apropiada. Es un buen disco, todos nos sabemos las canciones, etc. Citando innecesariamente a Santiago Motorizado, “todo estaba más o menos bien”.
El concierto tuvo doce canciones en total, dejando afuera a ‘Mea Chucha’, ‘Sami’, ‘¡Maestro… Las Casitas!’, ‘Voy y vuelvo’ y ‘Huasónico’, y siendo sumamente objetivos, todo sonó increíblemente bien. Los fans del grupo saltaban y cantaban en masa en el Parque O’Higgins, haciendo que este concierto en particular fuese realmente memorable, pero había algo que no encajaba en toda esta ecuación.
Quizás fueron los gemidos femeninos reproducidos por DJ Humitas en pleno concierto, o posiblemente el humor plasmado en las letras del grupo, el cual parece estar pegado en los años noventa (lo cual es obvio teniendo en cuenta que el álbum salió en dicha década), pero la atmósfera se torna extraña cuando comenzamos a hilar un poco más fino en todo esto. ¿Encontrábamos realmente chistoso escuchar a una mujer gimiendo a modo de introducción a una canción? ¿Fue chistoso salir al escenario disfrazados de espermatozoides? ¿Era irrisorio dedicarle ‘Del por qué se cohíbe el ano en casa ‘jena’ a todas las personas que hacían caca en esos instantes? Y sobre todo, ¿era necesario cantar ‘Güeína’ en 2018?.
Quiero pensar que estoy siendo demasiado duro con un grupo que en algún momento me gustó, pero que, por cosas del destino, dejé de escuchar cuando descubrí otras cosas. Quizás toda mi reflexión anterior ocurrió porque a la gente -y me incluyo- le gusta cada vez más quejarse por cosas, o posiblemente porque de verdad los tiempos que corren ya no están para este tipo de humor. “Es humor de niños rata”, dijo una asistente en el lugar. De pronto, sí, pero no lo sé realmente. Prefiero quedarme con la sensación de ese 2006, en donde vi a los Chancho en Piedra tocando canciones que no entendía, en un lugar y contextos muy distintos a los de hoy, sin el sobreanálisis y el mal sabor de boca que tengo en estos instantes.
*Fotos: Karla Sánchez