When I get this feeling like I’m gonna start I just have to stop. Dos minutos 37 para darle partida a uno de los shows más redondos del pasado Fauna Primavera; ‘In The Morning’ abrió las quince canciones que demostraron por qué Doug Martsch es el padre de Ben Gibbard, y no sólo a nivel de influencia en la carrera de DCFC, mas bien en cómo envejecer bien junto a tu arte, con tu proyecto. Cómo cargar en la espalda décadas de historia musical y no ser una lata sobre el escenario.
Que te sepas o no las letras a la perfección, que conozcas dos o diez canciones poco importa con Built to Spill cuando te enfrentas a una agrupación -ahora trío- que tiene una petaca de tracks con los que puede emocionarte, sea por el efecto seleccionado, la melodía de Doug, la onda de la soltura, la cohesión de proyecto-banda.
Martsch, viejo sabio como halago, entendiendo que cada selección en su setlist es una nueva capa de tránsito, uno que sucedió en perfecta armonía desde la última frase de la primera canción al clásico hit que cerraría la presentación, una de las más sólidas que ha pasado por Espacio Broadway en los últimos años, porque tuvo honestidad, porque Doug ya se olvidó de la pretensión de la ola indie noventas y prefiere disfrutar del vientecito en la cara.
En la intimidad del trío, y la cajita de pedales y efectos, habita la magia de un adulto que recorre sus letras como poemas que ya no le pertenecen pero apropiándose cada segundo más de su instrumento, como si fuese la única forma viable de expresarse. Así se sintió ver a BTS, clases de honestidad y holgura. Sin confeti, sin ropas formales, sin muchas palabras, que poco se necesitan cuando ‘The Plan’ y ‘Living Zoo’ cargaron la moto que recién partía.
Para les marihuaneres de turno, la admiradora de la prosa de Lorde o el auténtico sadboy seguidor de DCFC. Built to Spill es la gracia del concepto festival, el apostarte en un escenario sabiendo que tu ticket va a valer, que el show va a estar bien, que va a sonar como corresponde, que va a sorprender. Un debut que no escatimó en esos pasajes que necesitábamos escuchar: ‘Time Trap’, ‘Hindsight’, un poco de presente con ‘So’ y clásico de todos los tiempos con ‘I Would Hurt a Fly’.
Estabas equivocadx cuando dijiste que todo iba a estar bien, porque nos queda al debe un poquito más de volumen, porque sonar un poco más fuerte hubiese envalentonado la sinceridad de la cuerda y hubiese silenciado a ese pesote que no paró de extrañar a un cuarto integrante, ausencia el show no terminó de resentir, porque es una decisión meditada, porque Doug sabe lo que está haciendo, o eso nos hace creer.
De eso se trata entender tu proyecto, tus canciones. El poder mutarlas en formato, ordenar el viaje como se te pinte y salir airoso y aplaudido como el ídolo que eres, aunque tu cara se haga la que no lo tienes tan claro, aunque tu outfit no te eleve a la categoría de cabeza de cartel y los coros masivos se reemplacen por aplausos respetuosos de admiración.
Built to Spill es la clase de números que necesitamos en los festivales de este país. Es el mismo Fauna Primavera el que nos acostumbró a una media línea novedosa, proyectos como Mac Demarco, Wild Nothing o Real Estate, bandas que no se pueden enmarcar en festivales más pequeños y que eventos como Lollapalooza suele obviar, pero ¿por qué no repasamos a los padres de la frescura hypeada primero? Al menos podemos apostar a la experiencia y bajarle un cambio a la anécdota.
Si el año pasado Yo La Tengo fue la cita ideal para musicalizar la tarde en la larga espera de los cabezas de cartel, este año BTS se convirtió en ese número de oro, la puntuación perfecta que quedará en la frescura del último sol mezclado con el inminente viento nocturno. Los padres de la jornada, haciendo un resumen de los últimos 20 años en el indie, ofreciendo a destajo los pulsos de ‘Car’ y ‘Carry the Zero’ como dupla invencible para que nadie se fuera con un mal sabor en la boca. El único sabor que nos quedó es el de la honestidad, del indie estricto, y el de querer más pero no pedirlo, porque confiamos en el criterio de Martsch.
*Foto: Nicole Ibarra