Hay un montón de motivos para seguir de cerca la pista de cualquier torrent disponible para ver Bloodlight and Bami, el documental de Grace Jones. Sólo saber que el tópico central del trabajo es la icónica estrella musical, ya es suficiente para cautivar atención, porque no por nada la artista sigue sobre tacones y bajo sombreros marcando tendencias por todos lados, desde sus atuendos hasta sus letras.
Pero no eso no es todo, porque nunca es todo con ella. Pantalla azul y los primeros segundos de ‘Slave to the Rhythm’ introducen a la música de 70 años, que cubierta con una máscara de sol y haciendo uso de su voz, da paso a un poco más de una hora de viaje imperdible si es que se quiere tener una idea más redonda de lo que significa ser una Jones. No es llegar y desafiar el género y/o la prudencia, y Bloodlight and Bami logra darnos pequeños momentos claves que sirven para comprender de dónde sale tanta actitud y fuerza, que desde el comienzo queda retratada en una hilarante escena de la cantante abriendo una concha y proclamando que desearía que la suya fuese igual de dura.
Razones sobran para verse deslumbrado por la pieza de Sophie Fiennes. Tras pasar diez años grabando a Grace en distintos contextos, la edición sin cronología aparente y sin necesidad de un relator constante, hace del documental una experiencia envolvente. Desde las tomas de teatro que te llevan a ser parte del público, hasta el paseo en camioneta familiar por las calles de Jamaica que logran hacerte sentir que vas con toda la familia Williams camino a la iglesia. Si audiovisualmente la propuesta es extremadamente bien pensada, compuesta de manera coherente con la protagonista, y además regala buenos pedazos de creaciones en formato estudio, vivo y casero, es la música quien termina de ser la razón última y de peso para no dejar que se te pase la vida sin ver a este recién estrenado documental -en Estados Unidos- en pantalla de cualquier tamaño.
Una Grace Jones figura media pasada en su camarín, mientras tres blancos periodistas le preguntan obviedades sobre valentías y composiciones. Ella toma una copa, actúa un poco para darle fuerza a alguna de sus anécdotas, y termina en el piso explicándoles la importancia y las responsabilidades de ser artista. La misma Grace, años más adelante, toma otra copa, habla con su sobrina en un living promedio de Spanish Town, en Jamaica, y termina revelando de dónde viene este personaje tan imponente que se apodera de ella cuando sale a escena. No lo vamos a contar, pero sí podemos adelantar que nadie se hace así de fuerte de la noche a la mañana, y muchas de las respuestas a las que llegó Jones después de siete décadas viva, quedan condensadas en los viajes que realiza a ver a su familia: sus vecinos, su hermano de parroquia, los recuerdos de su madre y los tragos de vino blanco pre-misa, terminan ensamblando un puzzle que parece imposible de armar.
Tras 10 años de conocerla, Fiennes lo logró. Bloodlight and Bami está hecho para alumbrar la parte incógnita de una artista que ya sorprendió desde demasiadas aristas. Ahora lo hace con la cotidianidad, siendo ella, con los suyos, esos que no tienen por qué ser sinónimo de afecto y amor. Es una pantera, grita por teléfono, desayuna espumante y tiene una extraña obsesión con las ostras, pero también es abuela, mujer abusada, mujer con voz. Suena ‘Hurricane’, ya tenemos la sensación de conocer un poco más el misterio, y Jones deja en claro que es mujer, que es sol, que da vida, que puede ser fresca como la brisa o un huracán que destruye todo a su paso. Nadie se para hasta el final de los créditos. Seguramente podríamos habernos quedado otra hora más viendo otros diez años de esta persona abriendo conchas y tomando copas, mientras nos cuenta implícitamente cómo el arte la salvó de sus más grandes infiernos.