Niños bonitos de la generación MySpace y hype de la década perpetrado por la NME. Esa es la etiqueta más ofensiva que se ha colocado a la banda de Sheffield desde que en 2006 sorprendiesen con sus maquetas en la red de redes. Lo que ocurrió después todos lo conocemos: ese mismo año rompieron el mercado británico con el generacional "Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not" y un año después llegaría la confirmación con el excelente "Favourite Worst Nightmare". Los monos del ártico habían logrado conquistar la pérfida Albión sin despeinarse y su legión de fans sobrepasaba con creces los números de un grupo de culto. En sólo dos años, Alex Turner pasó a ser una figura tan reconocible en el panorama británico como los hermanos Gallagher o Isabel II. Aprovechando esa situación, él aprovechó a formar un proyecto alternativo junto a su "rascal" Miles Kane: The Last Shadow Puppets, una verdadera delicatessen sesentera que esperemos tenga continuidad en el tiempo. Con este panorama, Arctic Monkeys se enfrentaban a su tercer disco. Podrían haber seguido una línea continuista de sus dos discos anteriores, lo cual les hubiese asegurado un éxito de ventas cuanto menos, pero han decidido seguir experimentando.
"Humbug" es un disco más denso y oscuro que los anteriores y parte de la culpa de la aparición de este nuevo sonido lo tiene la aparición de Josh Homme (alma de Queens of the Stone Age) en las labores de producción. Con la apertura "My Propeller", los monos dejan bien claro que estamos ante una verdadera transición, no sabemos si cualitativo pero cambio al fin y al cabo. La enfermiza y adictiva línea de bajo que da fuerza a esta hélice y un Alex Turner más recitativo que nunca la convierten en una verdadera joya desde la primera escucha. Ese bajo vuelve a hacer estragos en "Crying Lightning", el single de presentación y una verdadera adicción personal desde su aparición hace unas semanas. Extremadamente inspirados, logran en menos de cuatro minutos una pieza perfecta tanto a nivel interpretativo y musical, como en el aspecto de lírico. Llega la hora de la "Venus in Furs" particular de los Arctic: "Dangerous Animals". Este tema nos hace remitir a la moda del verano: el spellbound. Si hace poco fue el gigantesco "M-A-N-I-P-U-L-A-T-E" de The Dead Weather, ahora llega el igualmente adictivo "D-A-N-G-E-R-O-U-S A-N-I-M-A-L" que nos descubre que el deletrear en voz alta no es cosa de niños, sino todo un placer (y nada culpable). "Secret Door" nos devuelve a unos Arctic más conocidos. ¿La razón? El cotizado James Ford (artífice del "FWN") está detrás de la producción de este tema (así como la de "Cornerstone").
Pero el duro y psicodélico sonido Homme vuelve en "Potion Approaching" y sus épicos coros. "Fire and the Thud" es una vieja conocida por los fans y fue publicitada como colaboración con Alison Mosshart. No hay podido ser y nos tenemos que contentar con la voz de Turner en solitario, que hace crecer aún más la versión acústica que conocíamos del tema. Así como en otras ocasiones los monos se habían reservado "When The Sun Goes Down", "A Certain Romance", "Old Yellow Bricks" o "505" para el final, en "Humbug" vuelven a dejar dos de los mejores temas para la conclusión: la excelente y fantasmagórica "Dance Little Liar" (brutal explosión final) y (no hay palabras para describirla) "Pretty Visitors". Esta turbia canción es una de las composiciones más perfectas y atípicas de la producción de los monos. Un tema que repetir una y otra vez para degustar todos y cada uno de sus saltos y evoluciones. "All the pretty visitors / came and waved their arms and cast / the shadow of a snake pit on the wall". El final de este turbulento y sucio viaje llega de la mano de "The Jeweller’s Hands". "If you’ve a lesson to teach me / I’m listening, ready to learn" tienen el descaro de cantar. Una pieza falsamente pausada y envenenada otra vez por unos endiablados riffs y un Matt Helders soberbio y brutal a la batería (como siempre) que se va disipando poco a poco dejándonos con ganas de más, ante lo cual sólo podemos volver a poner "Humbug" desde el comienzo.
Madurez, evolución, consolidación, culto,… llámenlo como quieran. Quienes esperaban la cabeza de Alex Turner en una bandeja de plata deberán esperar un poco más… aunque a lo mejor eso no llega nunca.