Tardes enteras malgastadas en centros comerciales. El descubrir que los discos comprados con dinero propio siempre suenan mejor. Horas y horas de ahogadillas en la piscina municipal. Los primeros besos a escondidas (que de inocentes tenían poco). Madrugadas intentando aprender a montar en bici. Cine con palomitas y refresco sin necesidad de pedir un préstamo al banco. Empezar a ver que todo no funciona tan bien como parece… Ch-ch-ch-ch-changes que decía el otro. Pequeños fragmentos de una adolescencia cualquiera. Acontecimientos que parecen insignificantes pero que terminan formando un poso nostálgico del que nunca podremos (ni querremos) deshacernos.
Este tedio es la matería prima que han utilizado Arcade Fire para su tercer disco. Los canadienses se alejan de la muerte (realmente no es un hecho tan importante en la vida, ya que ocurre una sola vez) para centrarse en la epidemia del siglo XXI: la soledad. Más concretamente, la soledad en las zonas residenciales. Esos no-lugares creados como prolongación del deformado sueño americano. Vómitos urbanísticos poblados por legiones de niños solitarios con dos únicas opciones para pasar el verano: enamorarse o pelearse entre ellos. Los dieciséis temas que componen este “The Suburbs” son una mirada nostálgica a esa infancia en las afueras. Una sucesión de nimiedades, pequeñas batallas ‘a muerte’ aderezadas con algún que otro amorío ‘para toda la vida’.
Un aluvión de recuerdos nos sobrepasa en “The Suburbs”, el tema que nos abre las puertas de esta zona residencial en la que el tiempo se ha detenido. Sometimes I can’t believe it / I’m moving past the feeling. Desde la primera escucha, la combinación entre la poderosa línea de bajo, el toque infantil de la canción (leitmotiv principal de su obra) y el abrupto final convierten los cuatro minutos y quince segundos de “Ready to Start” en una de las piezas más desgarradoras de la banda y en el mejor tema del disco. “modern Man” es a Win Butler lo que Peter Pan a James M. Barrie: un “te lo dije” en toda regla. Aunque la ruptura de la contención de la parte final de la canción nos recuerda a los Arcade Fire de siempre, la sensación de amargura es mayor que en sus anteriores trabajos. And you feel so right / but how come you can’t sleep at night? / In line for a number but you don’t understand / like a modern man.
La conciencia de clase aflora en “Rococo”. Todo aquel que se haya criado en la periferia entenderá la naturaleza sarcástica de esta joya. Let’s go downtown and talk to the modern kids / They will eat right out of your hand / Using great big words that they don’t understand. La inconfundible mano de Owen Pallett sale a relucir en el brillante comienzo de “Empty Room”, la primera pieza en la que Régine Chassagne toma el mando. Más etérea que nunca, su voz se esconde entre los instrumentos como si tuviese miedo a salir (increíbles sus Tout ma vie, est avec toi / Moi j’attends, toi tu pars).
Las ínfulas de futuro repletas de dudas para un veinteañero cualquiera en la rockera “City With No Children” desemboca en la primera pieza doble del disco. “Half Light” se abre con un precioso medio tiempo que orquesta irracionales carreras noctámbulas por las calles desiertas, que sirve además como prólogo para el bautismo con la electrónica por parte del grupo. “Half Light II (No Celebration)” tiene ese toque de sintetizadores (no tan Depeche Mode como nos sugerían) y un cambio de ritmo por el que Bono actualmente mataría. Una nueva muestra de la maestría de Arcade Fire en el arte de la épica.
Tan sencillo como peligroso, el lamento por los amigos perdidos que es “Suburban War” resume la angustia existencial del disco y da paso (con interferencias de por medio) a la violencia primaveral de “Month of May”. Los coros de “Wasted Hours” recuerdan a las cancioncillas estúpidas que se suelen canturrear y tararear bajo el sol en una ciudad desconocida. La partida de ajedrez entre Kasparov y Deep Blue marcó a toda una generación y así queda reflejado en “Deep Blue” (excepcional guitarra), carta que refleja la angustia ante la llegada del nuevo milenio y por la consolidación de los ordenadores.
Las relaciones de “We Used to Wait” conforman el grower del disco. Aunque parezca descafeinada tras unas primeras escuchas, la línea melódica y la pausa central terminan por conquistar al oyente. De igual manera, puede que la lenta y minimalista “Sprawl I (Flatland)” pueda parecer que peque de simplicidad o desnudez, nada más lejos de la realidad. No existe una manera mejor de expresar el vacío emocional que campa por las nuevas urbanizaciones que con “Sprawl I (Flatland)”. Además, sirve de perfecto contrapunto para una de las pistas más sorprendentes del disco: “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)”. La voz de Régine emerge para cantar sobre las montañas de basura y la muerte en vida en los suburbios. Dead shopping malls rise like mountains beyond mountains / and there’s no end in sight / I need the darkness someone please cut the lights.La coda con “The Suburbs (continued)” no es más que uno de esos ecos de los que Régine nos cantaba en “Half Light I” y que hace que tengamos ganas de volver a emprender este catártico viaje.
Obra maestra incontestable.