Pese a que se podría pensar lo contrario, el repudio al sistema social que conocemos no es un tema recurrente en la historia del pop nacional. Mucho menos en el que se edita actualmente en Chile, casi siempre ligado a anécdotas amorosas o a divagaciones personales. En ese sentido, “Éxito mundial” de Adrianigual es un interesante intento por componer un discurso respecto a los vicios de una vida totalmente neoliberalizada. Sin embargo, el segundo disco oficial de este dúo es un trabajo que cojea, se pisa la cola y terminar por caer, desmoronado por la débil reflexión que propone.
Las diez canciones de “Éxito Mundial” son protagonizadas por un personaje agotado del contexto que le toca vivir y que una y otra vez, casi con majadería, intenta subrayar su marginalidad. Títulos como ‘Me Cargan Los Ochentas’ o ‘La Pelea’ retratan la agónica caminata de este sujeto empecinado por reducir la violencia económica a las deudas y a no tener los recursos para comprar. “Mi manera es condenada, pero no quiero vivir en tu mundo, ni trabajar en tu mundo (…) Prefiero que me corte los dedos un cocinero”, se puede escuchar en “Bang Bang Bang”, uno de los cortes más burdos del disco y que sintetiza un pensamiento que opta por entender las injusticias sociales como un dilema que se solucionaría con la acumulación de objetos. En ese momento, Adrianigual termina por avalar el sistema que tanto (y que supuestamente) detesta, ya que su batalla se concentra en contra del mercado y no del poder de las instituciones que resguardan las desigualdades.
Mientras caricaturiza el problema económico, Adrianigual también plantea que lo que le resta a la sociedad es la destrucción, un cataclismo que ponga punto final al desastre de nuestra especie. La canción “Arde Santiago” es el más claro ejemplo de este deseo, y en ella la banda una vez más se inclina por la salida fácil, ésa que alegoriza el baile y la fiesta como la expiación a la que debemos dirigirnos. “Trato de esquivar lo que está escrito debo hacer, listos mis zapatos, el reloj marca las tres…” se propone en ‘Me Gusta La Noche’ y lo mismo aparece en ‘La Agente’, cuando el cantante invita a perderse en el ritmo de la noche.
Otro débil aporte de la banda es la visión reduccionista de la ciudad, cuando en ‘Traga Monedas, Trágame Tierra’ se revisita el cliché de la selva de cemento, tal como lo hiciera Odisea en su debut homónimo de 2010. Este detalle no es casual – Alex Anwandter figura como productor del disco-, pues enlaza a ambas publicaciones en una corriente que de seguro se mantendrá y que da cuenta de un pensamiento ultraconservador y autorepresivo que sataniza las calles y la convivencia entre los individuos. Dicho de otro modo, “Éxito Mundial” y “Odisea” se podrían ubicar fácilmente en una clara corriente hinzpeteriana, estilo que podría madurar en la música popular chilena de los próximos años.
En tanto, la escasa consistencia en la narración de Adrianigual se consolida en el sonido que eligieron para “Éxito Mundial”. Aunque cada canción funciona como potencial hit, lo que se expone en el álbum no es más que un resumidero de tendencias, todas reinterpretadas sin pudor por el dúo. ‘La Agente’ es una lectura demasiado obvia de la onda africanista que ya viene de vuelta, mientras ‘Haití’ se parece demasiado a Sleigh Bells. Por ende, incluso en la producción del disco se intuye una desafortunada búsqueda por la vanguardia, por alcanzar un nivel superior que, a todas luces, les resulta esquivo. Paradójicos resultan, entonces, los versos que Adrianigual dedica en ‘Siglo XXI’ a esos jóvenes que quieren ser el jefe, que sueñan “con un auto grande, jefe”, cuando ellos mismos son la muestra más trasparente de la búsqueda por arrimarse al sonido del primer mundo, ese estatus que siempre les será lejano y cuyo anhelo demuestra la adicción de los autores nacionales por mirar hacia fuera, asomando la cabeza por encima de la cordillera a ver si consiguen romper con el provincianismo nacional.
Por todo lo anterior, y considerando que atravesamos tiempos en donde el malestar social recorre las calles de Chile y del resto del planeta, “Éxito Mundial” intenta colarse en la fila de la indignación, pero lo que consigue demuestra más oportunismo que coraje. Incluso una canción como ‘Sudamérica’ se intuye como el infaltable guiño ecologista del momento. Este álbum, en consecuencia, es la representación más evidente de la precaria construcción de un discurso social en la música chilena contemporánea, pues lo que se exhibe como postura radical sobre el estado de la cosas no es más que una sobria pataleta hedonista.
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