Sabemos que Google nos espía, que la NSA tiene acceso a nuestros datos a través de los iPhones, o que las fallas de seguridad de Windows, se lo pone fácil a los poderes fácticos para saber lo que pasa en nuestra intimidad. No es Black Mirror, es nuestra cesión de intimidad (muchas veces consentida al aceptar los términos de uso), por usar tecnología.
2016 ha sido, sin duda alguna, el año de Beyoncé. La salida de su disco Lemonade la convirtió no ya en una de las figuras más vendedoras del mundo, cosa que ya era, sino en un nombre por el que la crítica más seria pierde la cabeza. Es complicado encontrar una lista de fin de año de medios importantes en los que este álbum no esté. Y también es la gran favorita para los premios Grammy del próximo año.
Pero la noticia de la que daba cuenta el prestigioso diario inglés The Guardian, era que a través de la plataforma de taxis privados Uber, se espiaba a los clientes. Desde el modo psicópata de seguir los pasos a tu expareja hasta controlar y saber los movimientos de políticos o famosos entre los que destaca el nombre de la citada Beyoncé. Todo esto ha sido desvelado por el antiguo empleado de la empresa Samuel Ward Spangenber, despedido, según su versión al denunciar los hechos.
La compañía ha reconocido que cerca de diez empleados han sido despedidos por ese tipo de abuso con información que debería ser estrictamente confidencial, pero que también se han tomado medidas para que eso no ocurra. El nombre más llamativo que salió en la declaración ante el juez es el de la Destiny’s Child, pero se supone que hay muchos otros conocidos víctimas de esta situación.
Por su intimidad, esperamos que el auto por el que dejaba caer su melena en ‘Formation’, no fuera un Uber.
https://www.youtube.com/watch?v=1ZDEX2ggvao