Si uno busca la localidad de Castillos (Uruguay) en Google, la primera imagen que aparece es una calle entierrada, con la perspectiva de las películas de Kubrick y una fotografía sacada por Tarantino para un remake de John Ford. Más allá de la vanidad de una cinta hollywoodense, es la ciudad oriunda de Nicolás Molina, perdida al este de Montevideo, donde formó su proyecto Molina y Los Cósmicos. Matices de western y la lucidez del folk entremezclado con sonidos pop en un pueblo de 7 mil habitantes.
Molina no pensaba en salir de Castillos para ser el próximo Jorge Drexler de su país, ni menos para vivir la acalorada vida del rockstar promedio. Sólo buscaba narrar historias a partir de canciones hechas en ese rincón de tierra, lejos de la lujuria de las capitales. “Antes de Los Cósmicos, tuve una sucesión de bandas. Intenté armar bandas y era siempre un problema, porque un integrante u otro no podían ensayar o ir a tal toque”, relataba Nicolás en una entrevista hecha por El País uruguayo, afirmando la intensión de no moverse del confort de su tierra.
Antes de estrenar El Desencanto (2014) y darle punto final al casting de grupos, Molina reunió a Emma Ralph, Martín Méndez y Sebastián Arruti –más a una decena de músicos de apoyo- y los apodó “Los Cósmicos”. Desde entonces, otro gallo cantó. En la génesis del disco, un viaje a Chile, conversaciones y decisiones rápidas llevaron a que se construyera su primer larga duración, además, tuviera una suerte de agradecimiento en el propio álbum.
Un primer paisaje de canciones que están articuladas al compás de Calexico. Guitarras que van desde la frontera de México hacia las cuerdas criollas españolas. Relatos de su propia vida, aplastados por el desamor y la melancolía. Duetos vocales con Emma, que convergen en diálogos cálidos («Y sé que no, te pude hacer feliz/ en los años a mi lado» cantan en ‘El ruido del mar’). Teclados poperos y un acordeón sacado del sur brasileño. Un breve avistamiento a una banda sonora compuesta por Ennio Morricone, en medio de las tierras del mate y de Galeano.
Punto aparte es el cierre de El Desencanto y una canción llamada ‘Santiago’, con una letra que frasea uno de los últimos alientos de Salvador Allende, “se abrirán las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”. Acompañado de un piano, guitarra y las cuerdas vocales de Ralph.
Fue este disco, junto a ‘El camino del sol’ que impulsó el reconocimiento internacional del proyecto. El portal californiano de Remezcla lo compartió por sus redes y en instantes, la radio KEXP empezó a rotar el track por su emisora. En 2015 realizaron el clásico set desde las dependencias en Seattle. Luego fueron invitados al festival SXSW, incluyendo una gira por México y durante este período, viajes esporádicos a Brasil –como banda o Molina con guitarra-, incluyendo visitas a Argentina.
Desde entonces, la bitácora de Nicolás Molina se convirtió en un diario entre Castillos y Agua Dulces, con líneas internacionales que incluyen a Montevideo. Al final, siendo del mismo país, la frontera regional –al igual como pasa en Chile- que produce voluntad de arraigo en donde se crío que por la metrópolis.
Comienzos de este año, Molina y Los Cósmicos editaron El folk de la frontera, canciones que quedaron fuera la primera placa, que no relataban las mismas inquietudes de amor. Cargada de letras sobre los limites terrestres y las barreras entre el ser y la ciudad. Un campo oscuro de melodías que se alejan de las influencias directas del primer disco (‘¿Qué pasa con las balas que van al cielo?’ resume el concepto del álbum). Como dato, la mezcla estuvo a cargo de Craig Schumacher, el productor de Calexico.
Dos LPs breves, de siete y ocho canciones, respectivamente. “No puedo escuchar 14 canciones de Nicolás Molina ¿Quién va a querer escuchar 14 canciones mías?” y es que su argumento se basa en la rapidez de escuchas música gracias a internet, el poder pasar de un artista a otro en cuestión de segundos, si se quiere. La atención está puesta en materiales sencillos y bien trabajados. El próximo año saldrá la tercera placa, donde el uruguayo ha declarado que el sonido tendrá un cambio radical, donde la guitarra tendrá un papel fundamental.