Así de rápido terminó lo que muchos habíamos estado esperando desde hace años: Radiohead vino, tocó y se fue. De todo se ha comentado, pero lo que parece repetirse es lo excepcional y especial que resultó el concierto, con un sonido impecable y dos repertorios precisos. Justo en medio de una semana importantísima musicalmente, Thom Yorke, Jonny Greenwood, Phil Selway, Ed O’Brien y Colin Greenwood hicieron de las suyas como los increíbles músicos que son. Si me preguntan ahora (de lo que muchos que me creían loca) si valió la pena ir a los dos conciertos, contesto: Claramente.
En noviembre del 2007, POTQ creó la petición online para traer a Radiohead a Chile y terminó con más de 11.000 firmas. Probablemente esto fue el empujoncito que las productoras necesitaban para darse cuenta de lo que se estaban perdiendo. Un año después, se hizo oficial: Radiohead nos visitaba en marzo del 2009. La venta de entradas colapsó, filas eternas y aún así muchos se quedaron sin sus buenas ubicaciones. Unas semanas después, se confirma una segunda fecha que, para la molestia de muchos (especialmente los fans), era un día antes. Aunque ya estaba tranquila con mi entrada para el que era el "primer concierto" (sufrí ese día entero), no lo pensé dos veces y compré para el otro. Listo, quedaba sólo esperar.
¿Qué faltaba ahora? Obvio, que se les ocurriera cambiar de lugar. Del Estadio San Carlos de Apoquindo a la Pista Atlética del Estadio Nacional. Todo esto por una -muy- mala gestión que perjudicó a quienes habían pagado las entradas más caras pasando de sus cómodos Fundadores Premium a unas graderías tipo mecano y que causaron momentos bien desagradables, especialmente para estos últimos y para los que compraron en cancha. Otro punto menos para la organización.
El primer día, estando en cancha general, me quedé con gusto a poco. Aunque el sonido era impecable, surgieron problemas con los monitores y desde donde yo estaba se escuchaba bajo, además digamos que me fue imposible poder sobrepasar las mil cabezas que habían al frente mío (el público atrás entre risas y enojo no paraba de alegar de que subieran el volumen y les trajeran zancos). Aprendí que para los próximos conciertos, un fanático NO tiene que ir a cancha general. No alcanzaba a distinguir ni los instrumentos -que los cambiaban a cada rato-, ni las caras y menos los bailes estrambóticos; me perdí detalles que considero ultra importantes, pero de los cuales al final decidí vengarme al día siguiente cuando estuviera bien adelante. El setlist fenomenal; Thom Yorke en "You And Whose Army?" nos sorprendió y lo que encontré notable, el pedazo de "True Love Waits" antes de "Everything In Its Right Place".
El segundo día quedé atónita, y no sólo por verlos perfecto y cada uno de los detalles (ahora estaba en Golden Circle), sino porque si el concierto del 26 ya había sido un excelente recital, éste lo superaba en todas sus formas. Empezaron con el clásico Creep (lo cual fue totalmente inesperado) y con un ánimo de esos notorios. El público se sentía distinto, mucho mas embalado, mucho más fan, y en "The National Anthem" lo pudimos comprobar; ya después se nos hizo imposible predecir lo que se venía. Además, todas las emociones se veían sincronizadas con el juego de luces con el escenario más impresionante -y bonito- que he visto junto a las pantallas de los lados y atrás. Salté con "Just", me sorprendí con "Go slowly" y disfruté como nunca ese piano maravilloso que sólo Yorke sabe tocar. Ahí ya me preguntaba, ¿qué es lo que faltaba para hacerlo aún más increíble? Y claro, la respuesta era terminar con "2+2=5" y "Paranoid Android". Impecable.
Mención especial a "Idioteque".
A pesar de los muchos altos y bajos de la organización, lo que vivimos y presenciamos éstos dos días fue irremplazable, indescriptible, inimaginable y todos los adjetivos bonitos que se les puedan ocurrir. Cada uno de los integrantes de la banda aportó con algo, cerrando lo que sería su primera gira Latinoamericana, dejando más que claro el por qué son considerados una de las bandas más impresionantes de todos los tiempos. Todo lo demás ya está dicho. ¡Qué memorable!
Valió la pena la espera, y considerándome una fan de los fans (así bieeen fan), un sueño hecho realidad. Nunca jamás se me van a olvidar los increíbles conciertos a los que fui, y bueno, supongo que a los que fueron conmigo tampoco.
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