La escritura de Rodrigo Fresán posee varias cualidades y características que la hacen poseedora de un imaginario que casi precede al autor. Si bien el estilo literario como él lo plantea en varios artículos, es un tema fundamental y hasta decisivo en la definición de una buena y una mala novela, según Fresán, en su narrativa, la forma, es parte de un imaginario que por un lado lo separa de la academia y por otro lo acerca a un lector más pop y desprevenido que logra decodificar una serie de datos inmersos en su escritura. Pues no se puede entender la narración de Fresán sin sus party animals, sin Stanley Kubrick, sin los luchadores enmascarados mexicanos, sin The Beatles y la canción A day in the Life que se enuncia como referente en casi todas sus novelas. Por lo cual cabría cuestionar si tal vez este autor más que proponer un tipo de narración, intenta crear una estética y hasta una poética en donde todos sus fantasmas cobran sentido y operan como catalizadores del relato en un espacio pop o rock que el autor va reorientando de novela en novela.
La novela Jardines de Kensington publicada el 2003 por Mondadori se articula a partir de tres ejes centrales que se mezclan dando vida a la estética propuesta anteriormente. Por una lado está la narración que hace Peter Hook (voz del relato) en donde le cuenta a su receptor Keiko Kai (niño actor raptado por el narrador para representar a uno de sus personajes, que a su vez hará de lector que oye las historias de este personaje) en una pieza de su antigua mansión en Sad Songs, cerca de Londres, en donde la narración nos acerca al imaginario pop de este autor; las locuras de sus padres hippies Sebastián Darjeeling Compton- Lowe y Lady Alexandra Swinton-Menzies, su mentor Marcus Merlin, su infancia rodeada de personajes como Lou Reed, Fellini, Andy Warhol, Veruzka, Nico, Stanley Kubrick, los Beatles y su mítica canción A day in the life, entre muchos otros personajes y acontecimientos. Y por otra parte la historia de James Matthew Barrie, creador de Peter Pan, personaje basado de los juegos entre Barrie y los niños Llewelyn Davies. En este primer nivel de la novela el artificio y el delirio van guiando la narración y al lector dentro de los swinging sixties en Londres (padres de Peter Hook), y de la Inglaterra victoriana en donde el autor David Matthew Barrie crea a Peter Pan, que finalmente operan desde una misma frecuencia que tiene relación con crear personajes infantiles que se niegan a crecer y que permanecen en un eterno devenir de juegos y risa en Kensington Gardens.
Lo cual nos guiaría al segundo nivel de la narración: la infancia y memoria como eje central de la narrativa de Fresán. La infancia para este autor opera como puerta de entrada a un espacio lleno de recuerdos de épocas felices (en Sad Songs, Canciones Tristes, Chanson Triste, Rancheras Nostálgicas entre otras) que se ven amenazadas por la adultez y la tragedia. La tragedia casi siempre tiene relación con la muerte de un hermano o hermana que produce un trauma en el narrador que, posteriormente lo hará usar la escritura y la profesión de escritor como excusa de la muerte y de la infancia, pues por medio de la escritura y del contar historias el narrador reconstruye una memoria fracturada que se activa con las canciones, películas y otras novelas que la voz narrativa recorre para contar su propia historia.
Jardines de Kensington es una novela que opera por saturación del texto; es decir Fresán por medio de una sobre utilización de códigos de lectura, satura las páginas con datos de lo que sucede por el Londres de los años ’60, pero también por medio de este artificio, ejerce un cierto control sobre el proceso catalizador que intenta la voz narrativa en cada texto, pero que finalmente propone una poética rock o tal vez pop que va acompañada de muerte, infancia, memoria, alucinaciones colectivas, Bob Dylan, Robots, entre muchas otras cosas.
Grande RO