“La ausencia de ruido es una mentira, lo que se trata de mostrar es cómo el ruido se hace parte del paisaje, cómo se camufla, cómo se hace hermoso y cómo da miedo”, dice Isla del Sol, la agrupación conformada por Carlos Doerr, Nicolás Alvarado y el recién integrado Andrés Aracena, proyecto que desde el 2015 ha fusionado la experiencia electrónica y los sintetizadores con instrumentos de tradición.
Tras estrenar un epé durante el 2015, y pasar por la Bienal de Artes Mediales y el Museo de Bellas Artes, el ahora trío se encuentra trabajando en su primer larga duración, pero antes de eso liberan la segunda pieza para comprender la construcción de esta improvisación-pensada que significan sus creaciones. “Isla del Sol cada día se convierte en un proyecto más raro”, adelanta Doerr, quien también está a cargo de la grabación y la mezcla.
El primer sencillo, ‘Semana Santa’, llegó a comienzos de julio, “prácticamente un estándar de jazz cantando en español, y este segundo, ‘El Ruido se Hace Mar’, es una muestra de lo bipolar que es el proyecto”. Con los cercanos, en chistes, lo acercan al art rock. Ambiciosa en sus capas y con el ruido de su lado, los músicos tratan de encontrar la frecuencia como si fuera una radio vieja; “también el ruido celebra la muerte. Si uno está todo el tiempo pendiente, se finge un entierro como lo hizo Son House, y se ‘vuelve’ -al estado- cuando todo está más calmado”. Aseguran que cerrar círculos, que es lo que intenta perpetuar la canción en la experiencia que significa escuchara, tiene que ver con manejar el cansancio, y por qué no la soledad. ‘El Ruido se Hace Mar’ expele complejos grados de soledad. No hay coro que se repita en los 6 minutos con 39 segundos.
La época más religiosa de Isla del Sol, que ahora es una banda en lugar de “un dúo pasado a electricidad. La gran diferencia entre la primera pasada en corto y las siete u ocho canciones que van a conformar el LP a estrenar a fin de año bajo el título tentativo de Último Domingo. Ahora son más, y están más religiosos. “Lo que más me sorprende es el virtuosismo emocional de los cabros, se vuelven unos monstruos tocando, brillan porque no hay nada que perder, pura vida”, profeta Doerr cual pastor describiendo el último ritual sagrado.
‘El Ruido se Hace Mar’ es también la constante crisis que hoy tiene nuevas mentes para aportar delirio. “Estamos en esa crisis frecuentemente, nos preguntamos dónde se fueron nuestros amigos y por qué no nos llevaron con ellos, nos metemos de cabeza en la oscuridad y dormimos pésimo, conversamos siempre de lo mismo, nos tenemos que tomar un copete para poder dormir bien y tenemos cañas cada día peores. Lo único único que nos salva es el humor, quizás la letra de ‘El Ruido se Hace Mar’ es sobre un Jesús posmo”.
De una carta segura, a entender la muerte en frecuencias, para llegar al delirio de iglesia. El próximo estreno promete diez minutos de góspel adaptado por amigos, sin repetir versos, con nuevos puntos claves como lo son Felipe Rodríguez a cargo de la viola de gamba o Gonzalo Donoso en el saxo en este estreno.
Una pequeña muestra de la experimentación en manos de quienes no terminan de resolver el interno, músicos que ocupan sus herramientas para tratar de tangibilizar el caos que habita en cada humano. Con aspiración divina, sin olvidar la condición terrenal, esa que abraza al ruido para dejar registro de la innegable mutación de nuestros pasajes, la misma que se atrapa mirando el mar.