Los triunfos se saborean mejor si nacen a partir del esfuerzo y sacrificio de quien lo consigue, y el Festival En Órbita ya comienza a instalarse como una propuesta sólida para los fanáticos de la música de corte más alternativo. Si el festival ya dio luces en su primera edición al fichar a bandas como Os Mutantes, Los Mirlos y The Dandy Warhols, la línea editorial para esta versión se mantuvo, logrando levantar una jornada que estuvo marcada por la buena música y los sonidos más intergalácticos.
Uno de los puntos a destacar dentro de la “filosofía En Órbita”, es la transversalidad en el line up que puede ir desde lo simple a lo más complejo, musicalmente hablando, además de funcionar como una ventana para bandas que escapan del radar sonoro más comercial. Uno de ellos fue el dúo canadiense Les Deuxluxes que lograron conquistar al público nacional, con un show que desbordó energía y potencia gracias a su carismática vocalista, Anna Frances Meyer. Cargado hacia el rock n’ roll más puro y clásico, un híbrido entre Led Zeppelin y The White Stripes, la banda mostró parte de su más reciente álbum “Springtime Devil”, editado el año pasado. Misma suerte corrieron los oriundos de Texas, Holy Wave, que a pesar de salir a escena en un horario no tan favorable, los norteamericanos sacaron lo mejor de su catálogo conectando rápidamente con los pocos espectadores que se encontraban en el Stage Sputnik, con un show en donde predominaron las capas sonoras, haciendo de esta el soundtrack perfecto para comenzar el viaje sideral.
En lo nacional, la incorporación de un escenario dedicado casi en su totalidad a bandas locales, le entregó frescura a la parrilla y se mostró como una alternativa musical para hacer más completa la experiencia del festival. Por ahí pasearon conjuntos como Niños del Cerro, Adelaida en una sólida presentación que contó con la participación de un “batero del espacio” que llamó a votar por el bien del país (al parecer no funcionó su alerta), Protistas que se arrancó con los tarros en la extensión de su presentación, que se centró en su último trabajo, donde también participó Niña Tormenta junto a Felicia Morales y con un Álvaro Solar pidiendo no votar por Piñera (Chile no aprende) y con Perrosky interpretando Tostado (2010).
Punto aparte fue lo sucedido con Damo Suzuki, una verdadera experiencia más allá de este planeta. El japonés estuvo acompañado por Walter Robledo, Yaney Salgado y Carlos Reinoso (AyeAye), quienes en una hora de set que estuvo dividido en 3 movimientos, pusieron la cuota más enigmática y trascendental del festival. Con una estructura compuesta por la improvisación, los músicos básicamente se pasearon a base de loops, filtros y efectos que no dejaron indiferente a nadie, más aun por la performance de Suzuki cantando en una lengua que ni él mismo entiende. Un verdadero lujo.
Uno de los momentos que más expectación causó fue el debut de los neoyorkinos Parquet Courts, que visitaban el país precedidos por el elogiado “Human Performance” (2016), la banda se destacó por un sonido furioso ligado a Pixies y al candor de Pavement. La banda se mostró implacable en canciones como la que le da el nombre a su último disco, ‘Master of My Craft’ y ‘Borrowed Time’ armaban el pogo durante la rica tarde que se sentía en Estación Central. La rabiosa voz de Andrew Savage en ‘Sunbathing Animal’ y Austin Brown en ‘One Man No City’ le dieron el punto final a la correcta presentación de los estadounidenses.
Lee Ranaldo es de aquellas figuras que siempre van a acarrear gente gracias al estatus que obtuvo junto a Sonic Youth, y a pesar de volver al país con un formato más simple, colgado con una guitarra acústica y una pedalera, Ranaldo hipnotizó a los presentes con una emotiva presentación. Canciones como Circular (Right as Rain), Off The Wall y Uncle Skeleton se servían como hostias en la liturgia comandada por el músico y su muralla de efectos.
El plato fuerte de la jornada estuvo a cargo de Cigarettes After Sex, los tejanos brindaron el momento más íntimo y romántico del festival. Con un vaho a shoegaze, la dulce voz de Greg Gonzalez y la cadencia de Jacob Tomsky en batería, se transformaban en una densa melodía que cautivó a todos los presentes en el Planetario. Con solo un larga duración y un ep, la banda ha sabido destacar por sobre la media gracias a su inusual propuesta y que a pesar de ser relativamente nueva dentro de la escena, ya cuentan con una legión de fanáticos en el país que corearon canciones como ‘Apocalypse’, ‘K’ y ‘Nothing’s Gonna Hurt You Baby’.
A pesar de algunos puntos negros en la organización, como la prepotencia en los guardias, la falta de puntos de hidratación (el agua no se paga, entiendan) o la casi nula información en el cambio de locación para el dj set (se anunció pasado la medianoche), el Festival En Órbita cumplió su cometido, mereciendo absolutamente por mérito propio esta segunda edición. Esperemos que para su próxima versión, el festival aprenda de los errores y pueda mantener en curso su viaje por el espacio sonoro.