Es imposible no asociar su nombre a los intensos Silver Jews, una de esas bandas que definen la década de los noventa de la misma forma que lo hacen Sebadoh, Songs: Ohia, Sleater Kinney, Low o Pavement. Fue, precisamente, junto a los miembros de esta banda -Stephen Malkmus y Bob Nastanovich- que Berman creó en 1989 Silver Jews, aunque luego ellos dejarían el grupo por el que pasarían otros innumerables músicos, junto a los que se mantuvo publicando discos de manera más o menos continuada hasta 2008, año en el que publicaron su último trabajo Lookout Mountain, Lookout Sea.
Un revelador documental de 2007 titulado Silver Jew de Michael Tully, sigue a la banda y, sobre todo a David, durante unos días en Israel en medio de su gira y permite un acercamiento inédito al artista.
Una arista de su vida que lo marcó definitivamente fue ser hijo del lobbysta Richard Berman, con el cual tuvo una difícil relación. Públicamente lo denunció por el apoyo a las armas o la lucha contra los derechos de los sindicatos y trabajadores, y también le pidió que renunciase a esa forma de vida. Este se negó y rompieron la relación desde el año 2006. David no tuvo reparos en manifestar que él era “el hijo de un demonio que había venido a hacer el bien del mal”. Incluso HBO quiso llevar esta relación a la pequeña pantalla, pero el músico pensó que podría dar una imagen con glamur de la maldad de su padre y rehusó. Al contrario, mostró un amor profundo a su madre como se demuestra en la canción ‘I Loved Being my Mother’s Son’, escrita sobre la muerte de esta. En una tierna entrevista reciente en Loud and Quiet, reveló que mantenía una deuda de unos 100.000 dólares dejando entrever que, como tantos otros músicos de Estados Unidos, estaría relacionada con facturas médicas.
Tras una década de silencio discográfico, hace un par de semanas presentó su nuevo proyecto Purple Mountains, en el que contando con los fantásticos Woods de banda de apoyo y la letrista Anna St Louis, rápidamente se convirtió en uno de discos más aclamados de 2019, algo que hacía presagiar un año lleno de éxitos y reconocimiento para David Berman. Por desgracia, se convierte en el escalofriante testamento de un músico esencial y adorado entre sus colegas de profesión como se pudo comprobar en los docenas de mensajes de dolor de otros compañeros.