Por Diego Cumplido
The Texas Chainsaw Massacre Part 2, es una mierda indefendible de película.
Es estúpida de un modo grotesco, es forzosamente estúpida. Hay quienes pretenden explicarla como una comedia. No es una comedia. Es un sin sentido gore en tono de comedia, fagocitado por las exageraciones y fetiches del cine ochentero: Sintetizadores, focos de colores, animatronics, látex espuma y esas locaciones indefinibles tan características de la década (El clímax de la película sucede en una especie de cueva-fábrica-subterránea-parque de atracciones-abandonado-carnicería-caníbal-y-depósito-de-chatarra ataviado de grotescos muebles, cadáveres playeros y luces navideñas).
Hicieron estallar el gótico americano convirtiéndolo en un circo intestinal de bromas de mal gusto. Lo que, mirado desde cierto punto de vista, se vuelve un espectáculo interesante.
El argumento, siempre débil, es arrojado por la borda a mitad de la película junto con las motivaciones más básicas de sus personajes. Dennis Hopper es un juguete subutilizado por el director, y la protagonista no hace más que gritar. En los extras del DVD el guionista relata como tuvo que desechar algunas ideas a última ahora, y terminar el guión durante la filmación -escribiendo en el set-. Lo que no es suficiente para explicar el fracaso argumental del filme.
Cinematográficamente está bien, de hecho, es un lujo aplaudible. La fotografía colorida y plástica, es intachable. La iluminación, en constante transformación, funciona bastante bien. La cámara se permite unos momentos brillantes. Todo ésto, más el ya mencionado decorado, hacen de The Texas Chainsaw Massacre Part 2 algo más que una película pésima.
Redondeando, es una colección de errores garrafales que potenciados por una exquisita visualidad barroca y por los viscerales efectos especiales de Tom Savini se vuelve a ratos mágica y a ratos insoportable. Es una película fuera de control. Una monstruosa estupidez que se resistió a la domesticación, que a ratos se masturba frente a su público con los ojos en blanco, y que a ratos florece dichosamente. Es posible decir que su fracaso como comedia la vuelve un producto relativamente más interesante (como también es posible decir lo contrario). Al final, uno no sabe que pensar.