Si bien una de las primeras referencias que se me vino a la mente viendo Afterschool fue Elephant de Gus Van Sant, seguramente por cierta cercanía en el tema y en la visualidad, me parece que el gran referente de Campos termina siendo Michael Haneke, y quizás sobre todo “El video de Benny”. Y es que al igual que Haneke, Antonio Campos se aprovecha de la utilización del video, no sólo para darle una estética más rica al film, sino que también para desarrollar un tejido narrativo mucho más complejo e interesante. De hecho se llega a valer de videos vistos por Internet, sin tenerle miedo ni a la calidad de celular, pero siempre bajo una justificación narrativa. Así termina logrando una película que en términos visuales es bastante atractiva, más aún si se tiene en cuenta el cuidado de la puesta en escena, de la fotografía y de la composición del encuadre. Pareciera por momentos que Campos siempre tuvo en mente esa idea que dice que hay que lograr en cada plano que el espectador vea algo que nunca haya visto antes. Pero por suerte Afterschool no se queda simplemente en eso, también es interesante como plantea una historia desde la contención, como si quisiera reforzar aún más la personalidad atascada del joven protagonista.
Según palabras del propio Antonio Campos, Robert “es un chico consumido por la angustia y auto-obsesión de la adolescencia”, que se siente encerrado y sólo en el exclusivo internado al que pertenece. Más por una necesidad propia que por el encargo que le hicieron en una clase, Robert comienza a pasearse por la escuela capturando en video parte de la vida diaria del establecimiento, hasta que se topa con la muerte de las chicas más populares de la escuela. Pero ojo que Afterschool no se centra en aclarar las circunstancias que rodearon la muerte de las jóvenes hermanas, sino que siempre en dar cuenta de esa, a veces muy difícil, crisis existencial juvenil.