No hemos hecho un ranking ni tampoco elegimos “los mejores”. La selección de discos que comentamos a continuación tiene solo un filtro: son los álbumes que, creemos, dialogaron de la forma más interesante con el 2020.
PAZ COURT – LA FUERZA
Si en sus composiciones anteriores Paz Court nos acercaba la primavera, los colores y los sonidos brillantes, en su último disco nos encontramos con un grito de lamento expresado a través de un abanico de herramientas disponibles, como el folclor, el rock, las atmósferas y la electrónica.
No sé qué es lo que sucedió. No sé si hay que irse del lugar de nacimiento para encontrarse a una misma, para mirar ese núcleo con otra perspectiva o simplemente, Paz conectó con otra cara de ese poliedro precioso que es su camino musical. Pero no es solo la textura y el ritmo diferente a lo que conocíamos, también hay algo en sus letras: se fueron aún más hacia adentro, a recorrer un camino más pedregoso. En donde el dolor existe y es la antesala a la transformación, donde la vulnerabilidad es fortaleza y donde lo íntimo pasa a ser colectivo, tal como el proceso que llevamos viviendo en Chile hace más de un año.
En este ejercicio, además, ella no está sola. Se hace bien acompañar por otros como el dúo mexicano Ampersan (en ‘Canto del ordeño’, folclor venezolano del compositor Antonio José Teves), Fernando Milagros (en la cumbia triste esencial en la identidad latinoamericana, ‘Lamento’) y Ángel Parra (juntos en ‘Ausencia’ un cruce exquisito entre folclor y un bolero, casi), Natisú (en la tonada contemporánea ‘Un día planté una rosa’) y El David Aguilar.
Con este disco Paz se lanza a un pozo oscuro (¡especialmente en ‘De qué sirve’! un pantano), sí, pero es inevitable encontrar en cada uno de los temas algún atisbo de iluminación, ya sea sonora o lírica. Y ahí está la esencia, sin duda, del nombre de este disco. En esa chispa que de pronto aparece y tenemos que abrazar sin desconocer lo que le rodea. En el caso de Paz, la talentosa música que dejó Chile, al parecer, encontró su fuerza en México. Y nos la contagia acá, en nueve canciones.
—JAVIERA TAPIA
HARRY NACH – MOODS
¿Cuántos estados de ánimo hemos atravesado en los últimos doce meses? Harry Nach, el chileno encargado de una de las canciones más reproducidas en Spotify, estrenó su segundo disco, el más largo de su carrera, también el encargado de elevarlo al círculo dorado del trap local. Gianluca, Carlitos Junior, Pablo Feliu, Diego Smith, Pekeño 77, Polimá Westcoast, Poison Kid, LU CA, Palerrmo, Ceaese y Nikxz acompañan al joven en estas 19 canciones que son un excelente mapa del sonido en toda la región.
Trap hay mucho, pero el trabajo casi de investigación que hizo Nach con su grupo de amigos y colaboradores, logra perfilar el sonido en su estado más 2020: desde el dembow más tradicional y perreable, al caos musical como efecto de la droga. Hay reflejo de la influencia de guitarras en la adolescencia, hay desamor, coqueteo de una noche, jarabe mezclado con Fanta, y la eterna promesa de una fiesta épica -aún cuando sabemos que después de la euforia viene el bajón emocional-.
Un disco que sirvió para deprimirse y elevarse en el 2020, un trabajo que recolecta nombres, sonidos, historias y una escena a nivel continental, que sin duda quedará en la vitrina del género dentro de la historia; todos los moods de Harry en un Chile que acarrea traumas y crisis pero que sabe hacerse el espacio para el goce, aún cuando sea una fuga temporal de consumo, hi hats y promesas que tarde o temprano se esfuman.
—BÁRBARA CARVACHO
FLOR DE RAP – GOLD
Lo personal es político y Ángela Lucero eso lo tiene claro. Tan claro, que chorrea por cada rincón de sus canciones. Gold es su segundo disco, lanzado dos años después de su debut Inmarchitable. Y la esencia se mantiene, pero se pule. La vida avanza y Ángela también.
Este álbum es la urgencia, la rabia, la tristeza y la frustración plasmadas en siete temas que nacieron durante quince días en noviembre del 2019, en plena revuelta popular. Cuando conoces este dato después de escuchar el disco, quizás te haga sentido por qué es posible, casi, imaginar la cara tensa y llena de rabia que, a lo largo del disco, se traducen en el estado de su voz. ‘Gold’ abre este trabajo y en el primer minuto escuchamos una declaración de intenciones que luego da paso a uno de los mejores beats que se escucharon probablemente dentro del rap local durante el 2020 y marca la línea de lo que vendrá en los próximos temas.
Gold es un mapa de la experiencia humana en Chile durante el año que recién pasó, sin duda. Es agresivo y vulnerable al mismo tiempo. Habla sobre la búsqueda de los afectos en lo colectivo, pero también en lo íntimo. Y también sobre reordenar las prioridades y confirmar cada vez que flaqueamos que el oro no es solo dinero: son nuestros amores, nuestras redes de afectos y también salir a la calle para cambiar el malvivir.
‘Resistiré’, junto a la rapera norteamericana Sa-Rock, fue el primer single presentado a inicios del 2020 y, una vez más, lo personal es político. Ángela nos invita a resistir en la calle tal como miles de personas lo han hecho hasta ahora en este país —porque, como dice ella, el derecho de vivir en paz nos lo quitó la policía— pero también en la cárcel, en las casas, en la enfermedad y la vejez. Y ‘Guerra’ aparece como un análisis o una explicación a todo lo que resistimos, que ya no solo se queda en la situación sociopolítica chilena, sino a la forma en que está construido el mundo. De nuevo, de lo íntimo a lo colectivo. De los niños que de adultos se transforman en militares, el ecocidio, las bombas nucleares, el abuso sexual. En guerra desde que nacemos hasta que morimos. Todo coronado por un canto nórdico a cargo de Jo Salinas, que lo hace todo aún más real. Acá no hay metáforas.
Además de ser una de las raperas más talentosas de nuestro país, en Gold también vemos cómo Ángela maneja con maestría el relato de historias. En ‘Aleluya’ toma la forma de un niñe que crece rodeado de violencia, drogas y muerte. Una canción que termina con un grito por los niños del Sename, que te deja con el pecho apretado y que, cuando crees que terminó, entra un beat que sostiene esa sensación por muchos minutos más. Un recordatorio que nunca está de más: la música no son solo letras y armonías que nos afectan, los silencios y los quiebres utilizados con cabeza también pueden generar emociones profundas.
En ‘Dignidad’, Ángela se transforma en una abuela y nos cuenta su historia y la de su nieto. Ella enferma, sin tratamiento, recibe la noticia de que su nieto recibió un disparo en el ojo por parte de la policía en la calle. En casi cinco minutos resume desde la cotidianidad la injusticia social (¿acaso se podría hacer de otra forma?), desde la salud como privilegio hasta la violencia de los agentes del Estado como castigo para aquellos que exigen cambiarlo todo. “Mi única esperanza es morir para volver a nacer”.
En este disco, Flor de Rap sintoniza constantemente entre dos frecuencias: la agresiva, la que habla sobre la violencia estructural en la que vivimos, pero también en cómo los afectos, el amor y el placer son espacios de resistencia que hay que cuidar. En cada uno de estos panoramas oscuros, se las arregla para entregarnos alguna luz al final del túnel. Pero es en ‘En busca de la felicidad’ junto a Portavoz y Michelle Núñez que todo se ilumina. El abrazo que se necesita en medio del caos.
—JAVIERA TAPIA
LA PLAZA DEL PUMA – EL VALLE DE LOS DESILUSIONADOS
Ocho canciones que no alcanzan a completar veinticinco minutos de duración. Desde su presencia misma, El Valle de los Desilusionados grita urgencia y desahogo, sin el cedazo de un cierto número de tracks o un minutaje mínimo. Como bien dice su nombre, desilusión es el espíritu imperante en el tercer disco de La Plaza del Puma, y ésta aplica desde lo macro a lo micro, desde lo sistémico a lo personal.
Lo de Giancarlo Valdebenito y Felipe Bórquez es catarsis, pero cuidada y bien pensada. Versos sentidos, replicables, memorables, sin importar si el telón de fondo está compuesto por cuerdas, teclas, beats o una combinación de todas las anteriores. Sea apropos o sólo un feliz accidente, la mescolanza entre sonidos urbanos y géneros más clásicos del catálogo latinoamericano dista mucho de entregar un sonido “local”. El Valle de los Desilusionados es una obra oscura, y camina por sombras que cruzan el continente de forma transversal, con el bajo como hilo conductor. La pandemia está lejos de ser la única frustración que acechaba el día a día del 2020; si ése no fuera el caso, este álbum no existiría.
—SEBA AMADO
BRONKO YOTTE – FUERO INTERNO
Quince canciones que son quince historias. Recorridos por los rincones más humanos de Felipe Berríos, un chileno viviendo del arte en esta tierra injusta, un músico que nos pregunta hasta cuándo durará octubre 2019, un hombre que decidió escapar de la etiqueta y trabajar en un disco capaz de navegar por diversos estilos. Con su género madre claro, Bronko Yotte camina seguro por sonidos tan variopintos como el trap, el vals, la guaracha y los guiños al house.
Con colaboraciones como Catana y Gianluca, el proyecto chileno presentó uno de los discos más maduros de su carrera; un álbum que nace tras la crisis personal y colectiva, esa que obligadamente nos lleva a renovar energías y relatos. Estudioso de beats y samples, Berríos nos regaló una placa para infinitos estados de ánimo, detalles sonoros que se ajustan a las distintas realidades que hemos enfrentado en los últimos meses, que no son más que las consecuencias de toda la historia de este país y sus formas. El Fuero Interno más íntimo y honesto, capaz de permear en la realidad de toda una región.
—BÁRBARA CARVACHO
PODER FANTASMA – CANCIONES PARA EL SIGLO XXI
Para muches, grabar música equivale a tomar una fotografía de un momento específico. Algunes, de hecho, buscan esto a propósito. A fines de los ’80, por ejemplo, Congreso intentó retratar tanto el término de la dictadura como la frágil memoria latinoamericana después de dos décadas infames en Para los Arqueólogos del Futuro, su octavo disco.
Cualquier lectura que se haga sobre Canciones para el Siglo XXI, el segundo álbum de les capitalines Poder Fantasma, está incompleta sin este detalle. Sin contexto, la mayor parte de sus diez canciones parecen ejercicios de nostalgia crítica compuestos en un mundo pre-pandémico. Pero cuando Francisco Heredia, vocalista del conjunto, habla sobre “narrar vivencias actuales para la mirada de las personas del futuro” entrega una pieza clave para entender el afán tras este trabajo.
Desde la casual ‘Robemos el Supermercado’ hasta la directa ‘Canción para el Siglo XXI’, la mayor parte de este disco refleja lo cotidiano, o lo que entendíamos como tal hasta algún punto entre el 18O y marzo de 2020. Y, al mismo tiempo, ‘Juventud Millenial Z’ y ‘Viviendo el Fin de los Tiempos’ (“el antídoto para salvarnos no lo tienen ellos / el antídoto para salvarnos está en ti”) sirven de impecable banda sonora para el 2020 que acabamos de (sobre)vivir.
Con un espíritu joven y una mezcla gloriosamente ochentera (qué mejor para la nostalgia), esta fotografía es una invitación a no dejar de cuestionar todo. O, al menos, eso parece. Pero nuestra interpretación no es la que importa. Al final, Canciones para el Siglo XXI fue escrito para les arqueólogues del futuro.
—SEBA AMADO
CÓMO ASESINAR A FELIPES – MMXX
Hay una pequeña frase de la canción ‘Ahora es cuando’ que dice: “Es un ejercicio cerebral que nos mantiene activos”, y creo que es una gran forma de definir a Cómo Asesinar a Felipes. La banda de rap experimental viene jugando desde hace tiempo con los sintetizadores, y con este disco se nota que llegaron a un punto donde esta forma nueva de trabajar les acomoda. Lo más reconocible de sus canciones siguen siendo las letras de Koala Contreras, que aquí se encuentran con sonidos post apocalípticos de máquinas reemplazando la humanidad instrumental a las que nos tenía acostumbrados CAF. A mi me costó cachar, pero MMXX es 2020 en números romanos, y después de escuchar el disco uno se da cuenta que es la música de fondo perfecta para el año pasado.
—ALEX MIRANDA
DADALÚ – EL MAPA DE LOS DÍAS
Dadalú lleva más de quince años confiando en sus instintos, una batalla en sí misma si pensamos en la precaria escena musical chilena, donde —incluso antes de la pandemia— se tienen que dar manotazos de ahogado para seguir sobreviviendo y teniendo tiempo para crear. No es extraño preguntarse cómo le sigue dando la vida y el motor creativo para vivir su vida musical y no terminar odiándola, sobre todo, porque hablamos de una artista muy talentosa que, a su vez, está absolutamente consciente de los horrores que se esconden en la música cuando se piensa en ella como una manera de ganarse la vida. Una artista que, también, repite una y otra vez que no está dispuesta a hacer ciertas concesiones.
En El Mapa de los Días —uno de los sinónimos más bellos para la palabra calendario— Daniela Saldías crea un relato certero sobre el presente, pero que no significa que todo tiempo pasado fuera mejor. Es actual porque vivir con el miedo de ser quienes somos no pasa de moda. La precariedad en la cultura no pasa de moda. Es pasado y presente (ojalá no futuro) ser mujer y preguntarte si es normal que por un segundo en tu cabeza aparezca la idea de que el taxista que te recogió en una esquina puede ser un violador.
Este disco reúne canciones escritas en diferentes momentos. Algunas en octubre del 2019 de manera previa a la revuelta popular en Chile y otras durante el 2020, cuando el mundo ya era azotado por la pandemia. Un don de Dadalú como letrista es, además de la gracia que tiene para juntar palabras, escapar de las frases hechas o incluso de lo panfletario para levantar un grito de reclamo. Es posible que el cliché se escape de su obra precisamente, porque a través de ella sincera siempre el lugar desde el que habla. Quizás esa también sea la respuesta a la duda expuesta en el párrafo del inicio: es tan sincero y tan natural el universo desde el que compone, que ni el cansancio ni las frustraciones impiden que siga haciéndolo.
En este disco nos encontramos con un abanico de temáticas. Desde una crítica a la escena musical local (aunque podría ser a cualquier sector de la sociedad actual) en ‘Monopolio’ (“siempre los mismos es algo inmoral / es conservadora tu forma de estar / es conservadora tu música actual”), al igual que en ‘Todo es plata’ (“No tengo un edificio trabajando para mí / por qué dices que compito con gente como Balvin”) o la normalización de la violencia y el abuso hacia niñes, mujeres y disidencias en ‘Tú crees que es normal?’ (“tú crees que es normal preocuparme si el taxista me va a violar, tú crees que es normal preocuparme si a mi casa yo voy a llegar”).
Durante todo el disco aparecen bases que se escapan de las estructuras ultra probadas que copan las listas de novedades de Spotify para entregar temas inclasificables en un solo género y es ‘Aquí’ en colaboración con Zita Zoe, la mejor forma de cerrar este álbum. No sólo porque su inicio tiene una vibra lo-fi a medio camino entre ‘No Scrubs’ de TLC y ‘My love don’t cost a thing’ de Jennifer López, que es una maravilla, sino que frente al panorama terrible en el que tenemos que intentar sobrevivir, las músicas nos dicen: “Aquí nos ignoran y seguimos así / hacemos nuestras cosas y seguimos aquí / no nos detenemos compartimos así (…) hacemos nuestras cosas / en la casa / en la vida / habemos muchas almas / en las casas / escondidas”.
—JAVIERA TAPIA