Pasar de ser un niño cerrado musicalmente, al que todo lo que escuchen los demás le parece una mierda, a ser una esponja de jazz, rap, pop, y hasta folk belga. Los nacionales de tortuganónima están mutando, y entre éxitos y quiebres personales, se preparan para comenzar a cerrar un ciclo importante, ese de darse a conocer y abrir puertas.
El camino no ha sido corto, ni mucho menos fácil, pero están en un punto en que las cosas parecen entrar en tierra derecha. Luego de luchar por espacios y picar el suelo para que los tomaran en cuenta cuando se presentaban como banda instrumental, los primeros frutos de la agrupación se están cosechando: dos buenas publicaciones que no sólo han sido reconocidas en nuestro país, un viaje a Estados Unidos, y un venidero viaje a Japón, la tierra soñada culturalmente por los integrantes, ya están en las listas de cosas logradas.
Hoy, los tortuganónima están disfrutando el viaje, se bajaron el ego a patadas, entendieron que llenar arenas no era el principal fin de levantarse a tocar, y los engorrosos trámites de ser artista empezaron a tener más peso en sus mentes. Sobre su nuevo epé que llegará a nuestros oídos durante el próximo año -a menos que hayas sido uno de los involucrados en Fondeadora y obtengas como recompensa la trilogía sonora-, lo que fue viajar por primera vez como banda, la estrategia que significa Japón, y los desafíos futuros se trata esta conversación con los hijos ilustres del pensado rock que tienen para nosotros.
¿Qué tanto les cambió la parada el viaje a Estados Unidos?
“El viaje fue lo que hizo que nuestro primer baterista se fuera. Fue una experiencia heavy porque nos hizo dar cuenta de lo mucho que cuesta esto, del trabajo que requiere. Pero también nos mostró que si en el fondo queremos dedicarnos a esto vamos a tener que hacer más de algún sacrificio grande.
Cuando nos fuimos de tour para allá mucha gente nos decía “oye, qué buena, carretearon caleta”, pero no hacíamos nada. Tocar y a dormir. Moviéndonos en la van, llegar a tocar y volver a dormir. Fue en ese momento en el que Andy -ex baterista- entendió cómo funcionaba. A nosotros nos gustó pero cada uno lo tomó de manera distinta. Al final fue como cumplir una meta, siempre quisimos hacer una gira afuera pero nunca pensamos que realmente fuera a pasar”.
Pero pasó. Y se fueron con maletas perdidas y todo a vivir la aventura de conocer nuevas escenas, amigos, y terreno ¿Cuál es la gran diferencia que lograron ver los artistas entre el país del norte y nuestro pequeño pedazo de tierra?
“Hay muchas fechas increíbles y diferencias también, pero si es por destacar una, es la primera en la que logramos tocar todos juntos después de que llegara el equipaje perdido. Era un bar enorme y los dueños del lugar fueron increíbles. No sólo nos pagaron súper bien si no que sentimos el apoyo de la dueña: nos invitó a su casa a quedarnos y el lugar estaba hecho justamente para recibir músicos, tenía un espacio para las bandas, un libro de visitas que podías firmar… Lo que más te impacta es eso, que haya una cultura con la banda de gira”.
Mientras los santiaguinos somos bien duros hasta con las agrupaciones de otras regiones que vienen a tocar, tortuganónima vivió en carne propia lo que es ser visitante de tierras ajenas. “Allá están como en la obligación de retribuir, tienen esa cultura. Nos compraban discos incluso por más plata de la pedíamos, las bandas locales incentivaban que esto pasara, y hasta donan un porcentaje de lo recaudado para la agrupación que está de paso porque saben que no es fácil”, dicen, pero dejan en claro que el contexto también es bien distinto. “En Texas les sobra espacio y el consumismo es cuático, es gente que no tiene problemas para pagarte un disco o una polera, en cambio aquí para la gente es más difícil”.
Pero no todo es plata, y bien lo sabe cualquier músico. En Chile está pasando algo que hace rato no veíamos: colaboración. “En cuanto a gente y ánimo la diferencia es poca. Allá la cultura del houseshow es una realidad y aquí recién se está dando porque siempre pasa algo. Las personas que conocemos que prestan su casa como espacio para tocar siempre tienen atados, les roban algo, se meten donde no deben, los pacos…” pero a pesar de los amigos de lo ajeno y las leyes conservadoras de espacio y horario, los músicos ven cómo el público se está abriendo a bandas, a nuevas bandas. “Hay más apoyo a la banda en sí, a todo tipo de ellas. Se ve con la camada de bandas que hace pop, se ve con grupos como Hélices, y como nosotros mismos po”.
Cada vez se acerca más a lo que vieron en el país del norte, a pesar de los factores que van a seguir limitando escenas aquí. Al menos hay unidad, amistad e intención. Tres cosas que tuvieron que abrazar estos nacionales para seguir con los futuros desafíos que vienen por delante, siendo el más próximo el anhelado viaje a las tierras orientales.
“Japón es el sueño de todos. Nos gustan las bandas de allá, las escuchamos desde chicos. Es muy loco porque puedes escuchar bandas japonesas instrumentales y se nota que son de allá, esa forma de composición tan…japo”, empiezan a contar los integrantes pisándose las palabras. Se nota que están emocionados, y no es menor, pues van a llegar a tocar a la cuna de un buen grupo de músicos de este aplicado estilo.
Algunos tienen mangas, algunos crecieron viendo monitos de ojos gigantes hechos por personas de ojos rasgados, así que la excitación por toda la cultura y el producto creativo de aquella parte de mundo salta en cada palabra que entregan, pero no sólo es cumplir un capricho cultural, es estrategia. “En Japón el género es súper fuerte, bandas de sellos muy chicos han llegado a hacer la música oficial de series de animé, que no es menor. Ir allá es estratégico porque no sólo hay público para todo, si no que el math está llegando al mainstream muy rápido y hace rato”.
Los ex Tortuga Anónima están pensando bien cada movimiento. Están siendo guiados por el mismo contacto que los llevó a Estados Unidos, y no sólo van a llegar a tocar, también se van a dar el lujo de tener un foro dentro de una tocata para intercambiar palabras con quienes acudan a la fecha. Al final el viaje tiene ese cometido, lograr un puente entre su sello, LeRockPsicophonique, y bandas de esa lejana cultura. Vaya a saber si en unos meses más nos encontramos con algunos genios adolescentes japoneses del math en el Bar 1.
Este paseo musical que se va a pegar Gérard, Gabriel, Felipe y el debutante Octavio salió después de harto esfuerzo, fondos y aportes de sus fanáticos como es Fondeadora, cuyo principal premio es poder escuchar antes que todos su nuevo corto titulado Asteral, tres canciones que nacieron para un split con los ecuatorianos de Macho Muchacho que nunca vio la luz, luego de que los extranjeros decidieran disolver el proyecto.
Pero las canciones estaban, y no podían ser parte de otro todo si nacieron como un círculo perfecto. “Fue penca cuando se cayó el split porque son piezas que van juntas, no las queríamos dejar para un álbum porque las hicimos con un motivo, tienen una conexión previa, así que decidimos grabar el epé en el estudio que nos dispuso el sello y le dimos”. Luego de eso el baterista dejó las filas, pero el trabajo verá la luz de todas formas porque es la manera de cerrar el ciclo.
“Asteral nos costó harto porque son temas que están listos desde julio del año pasado, nos fuimos de gira, probamos sonidos con una de esas canciones, y no pudimos dejarlas tiradas”. Se motivaron, se encerraron el 31 de marzo y el 1 de abril a grabar y ya están pensando en lanzarlo en físico durante el próximo año para dar vuelta la página como corresponde.
De ahí también viene todo el arte y el proceso creativo. El corto se escuda en la evolución, en los conceptos botánicos de cambio y crecimiento. Procesos que no son de llegar y hacer, como fue esta trilogía que tardará más de un año en llegar a nuestros oídos a pesar de estar en el baúl de los pendientes hace rato.
“Hemos pasado por hueas personales importantes, cuáticas, este año. Un poco malas quizás. Casi se nos cae el tour a Japón, se fue el Andy, todo anduvo tenso y retrasado, pero al final el resultado va a llegar y Asteral: crecimiento y evolución”.
Aún cuando el año ha estado cuesta arriba, el fonoaudiólogo, el sonidista, el publicista y el cesante se dieron vuelta la montaña y nos entregarán un trabajo bastante distinto a lo que conocemos de ellos hasta ahora. “Las guitarras vienen de momentos alegres, cuando todo estaba bacán. Tal vez es un trabajo más brillante, más vivo. Hasta nos atrevemos a decir que es el más pop porque no tiene tantos momentos densos. Es más digerible y menos tincado”. Estos tres tracks inseparables nos mostrarán la cara más libre de los artistas, que se agarraron del disfrute de la composición y la valentía de añadir elementos que no pueden tocar en vivo, o que pueden pero no necesariamente lo harán. Gran diferencia al primero, que tuvo la ley de no incluir nada que no fuese realizable en formato live.
Tantos viajes, tantas aventuras, pero ¿están dispuestos a dejar todo y ser músicos a tiempo completo en un país en el que parece bastante imposible?
“Estamos en el camino pero falta mucho para decir que podríamos vivir de esto. Yo creo que sinceramente nunca vamos a poder dejar de trabajar en nuestras cosas y sólo vivir de esto. Nos conformamos con poder costear la música, grabar discos, poder ir de tour, comprarnos instrumentos”. Como muchos artistas de esta ya acalorada ciudad, estos cuatro jóvenes planean vivir de la música y eso no significa “vivir” como muchos podrían entenderlo, si no que vivir de verdad. Vivir-la.
“Yo quiero desahogarme, ni siquiera de la pena o la rabia, sino que de todo. Es muy bacán generarle a personas lo que a mí me generan otros músicos, es bonito, mágico y se siente más bacán que un poco de plata”, dice Gérard. Rápidamente Gabriel lo sigue: “para mí es disfrutar el viaje. Si no fuera por esto quizás que estaríamos haciendo. Es lo que mejor sabemos hacer, supongo, lo que nos llena, así que es hacerlo por amor al arte, básicamente. Si podemos costear otras cosas sería bacán y un plus, pero lo esencial es la experiencia, de todo tipo: hacer el vivo, grabar con gente, los que te van a ver…”.
Salta Felipe, hijo de baterista que creció escuchando bandas que llenaban estadios, como The Police, así que por largos años pensó que ese era el fin de levantarse a ensayar pero “el fin de semana pasado me pasó algo cuático. Hicimos una tocata para recaudar fondos para la gira y estaba lloviendo a cagar pero llegó gente, y mucha. Entre la masa vi a personas conocidas, de otras tocatas, y fue darme cuenta de que estamos haciendo las cosas bien, estamos cumpliendo el objetivo y a las personas les están dando ganas de apoyar lo que pasa”.
Ellos dan música y la retribución es increíble apoyo por parte del seguidor. Es verdad que nadie puede ir a comprar pan ni cervezas con cariño pero es el principio de lo que pasa después. “Aprecian tu trabajo, de ahí nace todo. Es un intercambio de energía mutua y es muy místico hablando de energía”.
Llenos de energía, sueños, y expectativas bajas para no golpearse contra el muro, los chilenos partirán a Japón con la intención de volver empapados de la vibra de aquel lugar y encerrarse a hacer el mejor disco posible para que se transforme en una proyección de algo más grande. Un primer peldaño que hicieron con el cambio que tuvieron que tener para el epé que prontamente presentarán, ese que tuvo giro en la formación, más colaboración, y por sobre todo más libertad musical.
Han pasado casi seis años de tortuganónima y los músicos lo sienten. Listos para nuevos desafíos pero con la capa más baja y el mentón más alto. “Hemos madurado musicalmente y eso te permite crear algo más abierto. Estamos más confiados porque hemos tenido que ceder”, comienza Gabriel, una especie de líder natural por su rol de sonidista que ha tenido que aprender a acoplar las ideas del resto, entendiendo que tal como su último corto, son un todo, como lo demuestran sobre el escenario cuando el semicírculo de math rock abre los fuegos para el viaje casi espiritual que significa una tocata de ellos. Ya hicieron de sus canciones la nave perfecta en Estados Unidos, en unas semanas más lo harán en Japón, y la metralleta del rock cerebral que traen, es sólo el comienzo de un viaje que está recién partiendo y saliendo de su caparazón.