Conversamos con Pauli, Kenia, Isa y Ade antes de subirse al escenario junto a Bikini Kill. Un proyecto de diez años que se basa en la hermandad. “De verdad vai a poder meterte a un mosh, que no te pase ni una hueá y pasarlo realmente bien”, dice Pauli sobre el show junto a la banda icono del movimiento Riot Grrrl.
“Es nuestra influencia mayor. Tocar con la banda por la que existimos es una locura”, dice Paulina Burgos A., baterista de Sin Lencería. El grupo de punk rock con Quilicura como su centro de operaciones y con una década de existencia, será el encargado de telonear en Chile a Bikini Kill, uno de los iconos del movimiento Riot Grrrl que nació en Olympia, Washington, en la década de los noventa. Uno que llevó a muchas mujeres no solo en su comunidad, sino alrededor del mundo, a tomar los instrumentos, escribir sobre sus vidas, alegrías y rabias y a protagonizar los mosh en los recitales. Incluso a ellas: Paulina, Kenia Alarcón E. (bajista), Adelen Rueda M. (guitarrista) e Isadora Vivanco S. (guitarrista), en Santiago de Chile, a inicios de la segunda década del nuevo milenio.
Los pasos de libertad de una siempre son la revelación —y revolución— de otra. En 1989, Kathleen Hanna tenía diecinueve años y decidió tomar un bus desde Olympia, Washington, hasta Seattle para conocer a su ídola, la novelista, ensayista y dramaturga Kathy Acker. Cuando Kathleen leyó Blood and Guts in High School, la novela que Acker publicó en 1984, sintió, por fin, que no estaba loca. “Construyó mi confianza. Ni siquiera sabía qué tipo de artista quería ser, si escritora, fotógrafa o qué, pero me hizo sentir que si estaban estas otras mujeres haciendo cosas fantásticas, yo también podía hacerlas”, relata Kathleen en el libro Girls To The Front de Sara Marcus, que cuenta la historia del movimiento riot grrrl.
Una vez reunida con Acker, esta le preguntó por qué quería escribir, por qué hacía spoken word, en esos años. “Siento que en toda mi vida nadie me ha escuchado, quiero que la gente me escuche”, respondió Kathleen. “Si quieres que la gente te escuche, no hagas spoken word, nadie va a las sesiones de spoken word. Deberías estar en una banda”, dijo la escritora. Y del título de un fanzine, Bikini Kill, pasó a ser el nombre de una banda.
Para Kenia, fundadora de Sin Lencería (aunque remarca que en la banda no hay jerarquías) hubo una iluminación similar cuando supo que existía, precisamente, Bikini Kill. “A mí me gustaba mucho el punk rock. Escuchaba The Clash, los Ramones, Misfits. Cuando tenía como 15 o 16 años, y me preguntaba por qué no hay mujeres. O sea, conocía a Distillers y a Joan Jett, pero me preguntaba eso. Y comencé a buscar por internet y llegué a las Riot Grrrls y a Bikini Kill. Y me explotó la cabeza. Yo dije, yo quiero hacer esto. Yo no conocía nada de feminismo. Ahí empecé a leer, también, algunas cosas. Yo tenía un compañero en el colegio, que se sentaba al lado mío y tocaba la guitarra en la iglesia. Yo le decía que quería tocar la guitarra también y él me decía que no, porque las mujeres solo servían para cantar. Yo quería demostrar que yo también podía. Al ver lo que era Bikini Kill me motivó a hacer lo que yo quería. Me inspiró mucho”.
También cuenta que comenzó a tocar bajo, pero lo dejó en el primer año de ingeniería. “Una niña me contactó para que tocara con su banda y pensé en retomarlo. La cuestión es que fui y una de ellas fue muy pesada. Recuerdo que subí una foto de mi bajo y me escribió algo así como ‘en vez de sacarle foto aprende a tocarlo’. A mí me dolió mucho, mucho. Y pensé que yo no servía para esto, así que no pesqué más el bajo. Cuando pasó eso prometí que yo nunca iba a ser así. Al contrario, siempre iba a tirar pa’rriba a las chiquillas”.
“Es que claro, creo que también hay una evolución de lo que es ser mujer en la música”, dice Adelen. “Antes los espacios eran muy chicos, a las mujeres se les exigía demasiado, habían demandas ridículas, como verse de cierta forma o tocar perfecto mientras te ves muy sexy. Entonces, puede ser que incluso entre mujeres, antes, existiera ese trato, porque así era la escena en su momento. Lo importante es que la gente se empezó a dar cuenta de que eso no está bien y tomar acción”.
—Ser mujer no te exime de comportarte de esa forma. Ni mujer, ni feminista—, les digo.
“Claro, nacimos en esta sociedad machista, entonces nos vamos deconstruyendo con el tiempo. Incluso nosotras mismas, que hacemos música feminista, nos pillamos con cosas que no deberían ser. Pero lo importante es que estamos en un momento en que nos damos cuenta y podemos cambiarlo”, responde Ade.
“Siempre recordamos que somos hermanas”
“Corte tus cocos y te los di de comer para que aprendas a tratar a una mujer”, cantan en ‘Kortuskokus’ del 2017 y “abuso y violencia su única defensa, luchas y luchamos y no somos escuchados, con la ley que los protege el paco se defiende”, en ‘Paco’ del 2013. “El femicidio es genocidio”, dicen en ‘36 horas’, una canción que nace para recordar a cinco mujeres que fueron asesinadas en menos de 36 horas durante junio del año 2018 en Santiago, mientras se encontraban en el proceso de grabación de su disco Sin Lencería, Ni Miedos.
Poca metáfora y el bpm alto, directo al choque. “Nosotras siempre cantamos desde la perspectiva de cosas que les pasan a las mujeres, en general, pero también de nuestras vivencias personales. Todo lo que vamos viendo en el día a día es parte de nuestra inspiración”, dice Ade. Y se refiere a su último single, ‘Disfuncional’, lanzado hace tan solo unos días.
“Durante la pandemia hubo mucha inspiración. Bueno, yo me sentía muy ansiosa, pero era algo bien compartido, todo el mundo estaba más o menos en la misma. Así que me senté un día a escribir esto y le mostré la letra a las chicas. Y nosotras trabajamos en conjunto. La canción final nunca es solo de una persona, sino que todas vamos agregando cositas. Las chiquillas la leyeron, les encantó, se les ocurrieron más ideas, melodías y ahí fue naciendo este tema, que además es nuestro primer trabajo formal con Isa, que es una nueva integrante, entonces tiene un sonido totalmente distinto. Cada vez que llega alguien pasa eso, su esencia se nota en Sin Lencería, así que vamos pasando por etapas, porque al final lo que somos es el reflejo de lo que es cada una”, explica.
La banda ya tiene una década de existencia y por ella ha pasado de todo. Mientras hacían las canciones, fueron estudiantes, trabajadoras y Kenia, incluso, madre. Y el grupo se organizó de tal forma que ella tomara su posnatal tranquila. “Sin Lencería es una familia. Nos apoyamos siempre”, dice Kenia.
“Yo creo que todo es bien mágico”, dice Ade. “Todo esto nació por la Kenia. Ella tenía esta visión, muy influenciada por las Riot Grrrls. Creo que ella nos inculcó a todas eso, cada vez que nos íbamos sumando a la banda. Ella cimentó esta hermandad y eso ha marcado la diferencia, porque cuando tenemos algún conflicto, siempre recordamos que somos hermanas. Cada vez que hay que tomar una decisión pensamos en eso. Siempre es importante que todas estemos bien. No es cuestión de solo subirse a un escenario y hacer música como un trabajo. Vivimos el feminismo en el día a día, hay mucho respeto, mucho valorarnos unas a otras. Lo que cantamos tratamos de vivirlo y transmitirlo en cómo nos comunicamos y en todo lo que hacemos”.
“Es que yo creo que todas las vivencias malas que tuve antes, no las quise replicar acá”, dice Kenia. “Cada vez que llegaba alguien a la banda, había que dejar claro que todas íbamos a remar para el mismo lado, que las canciones que se hacen son de la banda y no solo de una, para evitar los problemas de ego que existen. Pensar en todo como un grupo. Quizás en todo lo que hacemos nos vamos a demorar más, pero no importa, porque se va a lograr, estamos todas remando para el mismo lado”.
Hazlo tú misma
En 2018, L7 vino a Chile a tocar. “Nosotras también quisimos telonear, así que le escribimos a la productora y nos respondieron que no, que la banda ya había escogido a sus teloneras acá”, cuentan. Así que ahora, apenas se confirmó la visita de Bikini Kill, lo primero que pensaron fue: tenemos que tocar ahí. Cómo lo hacemos. Busquemos a quién lo trae. Qué es “Ni vivo ni muerto”. AAAAAA.
“La cosa es que nos acordamos que un tiempo atrás yo compré un disco de Bikini Kill y no me había llegado, así que pregunté por la página de la banda y me respondió Tobi Vail. Tengo la notita guardada y se la voy a mostrar el día del show”, dice Kenia. “Así que les escribimos a ellas, directamente. Otra amiga tenía también el correo de Kathleen Hanna”. Por otro lado, Isa tenía un profe que les ayudó a contactar a la productora.
“Todas nos movimos con lo que teníamos al alcance. Creo que lo importante fue mandar ese correo a Kathleen Hanna, porque después nos escribieron de la productora. Más encima yo estaba cocinando, casi se me cae el arroz. Veinte minutos después llaman de la productora y nos contaron que la misma banda nos había seleccionado”, cuenta Isa. Y mientras todo eso pasaba, la gente las etiquetaba en comentarios del show a los que Bikini Kill le dio likes. Todo muy 2024.
No dan más de emoción. Están muy felices para lo que viene el 7 de marzo. Se subirán al escenario con la banda que les inspiró lo suficiente como para ellas embarcarse también en una. “Desde el momento en que supimos que íbamos a tocar todo ha sido muy bonito. Las chicas de Femfest, por ejemplo, nos están dando un montón de apoyo para organizar nuestro equipo técnico y el backline. Nuestro equipo está conformado por mujeres y disidencias que quizás hasta ahora no han tenido la oportunidad de trabajar en un show así pero que son excelentes. No queremos disfrutar de esto solo nosotras, queremos hacerlo con nuestras compañeras, disfrutarlo en conjunto”, cuenta Pauli.
Y sobre el público que asistirá esa noche, dice algo que les emociona tanto a ellas como a mí: “De verdad vai a poder meterte a un mosh, que no te pase ni una hueá y pasarlo realmente bien”.