“Mi mamá es cantante”. Yanara Zarhi tiene harta relación con la música, ha pasado por un par de bandas que suelen tocar los fines de semana en la capital, y su familia siempre ha sido un punto de inspiración. Cada uno a su manera. “A mi mamá le fue bien, cantaba en Sábado Gigante, y yo la miraba y sabía que eso me gustaba, pero creciendo me di cuenta que tenía que ser a mi manera”.
Por otro lado, está el padre, el tópico que más le quiebra la voz. “El hueón se hizo cargo de mí. Me tuvieron cuando mi mamá tenía 16 y mi papá 19, y como mi mamá era artista con horarios de mierda, me quedé con él. Fue sobre-protector, ahueonao, todo lo que son los papás, pero todo lo que absorbí de niña en cuanto a música, es gracias a él. Pienso en Men at Work y altiro es ‘oh, mi papá’. Él ama la música y nunca pudo hacer lo que quiso. Yo sí quiero hacer lo que quiero”.
Pero los adultos son menos sencillos que una niña que escucha y se inspira de sus progenitores. “A los 13 quise aprender guitarra”, tras asumir abiertamente que el canto era algo que la apasionaba. “Mis papás, separados y giles sin hablarse, no se pusieron de acuerdo y los dos me regalaron una. En vez de juntar la plata y comprarme una bacán…”.
De ahí, de esa precisa Navidad, vienen muchas cosas. Los cancionero de Soda Stereo fueron la puerta de entrada a drogas más duras, como los Pixies. “Tenía dos guitarras, así que las aproveché. Aprendí cosas básicas con un amigo de mi mamá y llegué a Pixies. Mansa escuela. Pa’l pico importante porque podía tocarlo. Después me empezó a gustar My Bloody Valentine pero no tenía cómo chucha tocar así po, jajaja, era la música más marciana del mundo, no como Pixies. Podía cantar como Kim Deal”.
Para muchos suele ser complicado entender el por qué las mujeres somos tan /pasivas/ respecto a nuestra relación con la música. La verdad es que no tienen idea lo que significa no tener referentes obvios. Para una Yanara escolar, reconocer a Deal como referente en su línea creativa y poder cantar como ella, es sólo el comienzo de su pasión, que fácilmente pudo pasar colada porque el mundo le mostraba que para ella y otras mujeres, como su mamá, el puesto era el del espectáculo impostado.
Pero Yani siempre quiso hacerlo a su manera. “Una vez, mi amiga la Fernanda, me escuchó tocando Pixies y me dijo ‘quiero ser tu amiga’. Ella también tocaba, así que a los 15 decidimos armar nuestra propia banda, de puras mujeres. Nos gustaba Trainspotting, pero más nos gustaba Sick Boy, así que éramos las Sick Girls, jajaja”. Y ese proyecto no funcionó, pero junto a la baterista empezó a ensayar hasta que llegó Jurel Sónico de Adelaida. Ese intento tampoco tuvo proyección; fueron largas las vueltas para llegar a Las Brumas.
“Por ese tiempo, como en el 2006, los Columpios al Suelo empezaron a armar sus canciones, ensayaban, y yo soñaba con ser parte de la banda. Amaba la huea, pero me sentía torpe y mala para ejecutar así que ‘filo, nunca voy a tocar ahí’. Pasaron cuatro o cinco años, hasta que el Juampi me dice ‘¿te tinca parchar?’. ‘¡CTM, sí!’. Pensé: lo voy a hacer tan tan bien que no me van a sacar de la huea, y así fue po. Me dijo que lo había hecho demasiado bien, que no podía ser un parche no más. Fui feliz mucho tiempo”, pero se cumplió el ciclo.
Desde que renunció-de-mentira a Columpios, levantó Las Brumas, por allí por el 2016. “Ahora renuncié oficial”, dice, mientras cuenta que algo tenía que hacer con esas canciones que tenían años de vida, al menos diez. “Si no sigo tocando en Columpios no me quiero quedar sin tocar en vivo, es lo que más me gusta”. El gran motivo para vivir la autonomía del proyecto musical, porque ahora sabiéndose buena y nada de torpe para ejecutar, no podía dejar pasar sus sueños; sería repetir la historia del hombre que más quiere, su papá.
Tuvo su primera fecha en el Bar 1 junto a Casero, en un formato reducido con Antonia de Gris Castigado, y un bajo. Se involucró la persona con la que tuvo una relación, sabiendo que “las parejas se acaban”, pero nunca descuidó la idea de banda, así que cuando el fin inminente llegó, tenía un plan B llamado agrupación para poder seguir tocando: Pablo, de La Parálisis del Sueño, Max o Raúl en la batería -dependiendo de sus agendas-, y Caro Páez y Andrea Acevedo como Las Cicatrices, dúo aparte que termina de ponerle el broche de oro a este viaje de Yani.
“Las conocí por Columpios. Hicieron los coros en Celadores y nunca más nos separamos. Le dan un toque muy aquelarre, queda épico, ritual de brujitas. Nos tiramos tallas, nos llevamos bien, tenemos un chiste sobre la oralidad: necesitamos estar haciendo siempre cosas con la boca. O cantar, o fumar, o beber, o hablar, cualquier tontera. La oralidad”. Una de las cosas favoritas Las Brumas (+ Las Cicatrices) es invocar mediante gritos, algo que pocos se esperan cuando piensan en una banda con primera línea de mujer. Yani estaba chata de tener que abrir por piola y saber que se desperdiciaba toda la energía que fuga de sus canciones sólo por ser pocos, o ser mujer, o ser mujeres.
Porque aunque componga en la pieza, toque en la fogata o imagine su disco debut muy a lo Sibylle Baier, la potencia es innegable. Afortunados los que han podido ver un vivo, porque con el miedo de no querer ser el show deshonesto que vio en Sábado Gigante, se fue al otro extremo. Canciones tan honesta, que pueden llegar a ser incómodas, como cuando ves a alguien llorar en la calle o el espacio reducido del Metro no te permite sacar el oído de un beso ajeno.
“Es innegablemente potente, no pasa desapercibido. Pueden decir ‘ay, la hueona que se da color, la hueona teatrera’, pero no podís obviarlo. En Las Brumas hay gente dándolo todo, me doy cuenta y el resto también”. Y no sólo los integrantes, porque además del ritual de gritos de mujeres y la interpretación en punto de Yanara, a veces llega una sorpresa: un coro de niños.
Yani vive sola desde chica, siempre con trabajos para sustentarse. “Me fui de mi pega en un restaurante y mi mamá, que trabaja en el Teatro Municipal de Maipú, me dijo que mandara mi CV para dictar el taller de canto. Se lo ofrecieron a ella pero estaba hasta el pico así que me pasó el dato. Sin pituto ni nada. Me fue bien, po”. Ahí lleva un buen rato, cantando Hijo de la Luna, El Baile de los que Sobran, y‘Humedal’ de Las Brumas, junto a -en su mayoría- niñas y adolescentes.
“A la banda la encuentran media folclórica, al menos por ‘Humedal’. Me da ternura que me digan que es una canción muy triste pero muy linda. A Chile le gustan las canciones tristes, trágicas, y así suena Las Brumas. El otro día leímos la letra y una niña me dice ‘¿es como de un aborto?’ y fue cuático porque tiene sentido y relación. Es sobre la muerte de dos hermanitas chicas mías, pero en un registro que se repite constantemente en las ocho canciones que componen el disco. Se habla del aborto en ‘Arrebato’, se habla de la maternidad como algo hermoso pero lejano o indeseado, del insomnio, la violencia, la muerte. Es bonito que las niñas sientan los ejes que toco”.
Hoy es el debut. Tras varias fechas y distinciones por la revelación que significa su música, Yani está lista para abrir su mundo interno en ‘A Las Piedras’. “Estaba tratando de sacar una canción de Eduardo Mateo, que obvio no logré, y me quedé con esta guitarra pegada”. Eso, mezclado a una decepción amorosa y los recuerdos del flirteo con el ausente, dieron vida a una pieza que hoy habita en otras lecturas. “Es el juego de la piedra de la locura, este componente cerebral que nos desata la neura. Muy de El Bosco, de este ritual de poder extirparse /eso/ haciéndote un hoyo en la cabeza, así de literal. Una huea media ocultista, media Pizarnik”.
Eso quiso reflejar en el video, también. “Durante el 2014 fuimos con los Gangrena Surf y los Columpio a El Panul, nos tripeamos e hicimos una danza de la lluvia para descontaminar Santiago. Nos volvimos locos alrededor del fuego, bailamos, fue divertido y quería rescatar eso del ritual. Por eso elegí ese mismo lugar para grabarlo, con clones a lo Juana Molina, con una dualidad entre el día y la noche”.
Una pequeña muestra de todo el universo Las Brumas, que ya prepara segundo un segundo single y aspira al debut discográfico, ojalá, antes de que se acabe el año. No sin antes hacer eso que la trajo hasta acá, tocar. Durante septiembre va a telonear a Fármacos en Valdivia, pasaran por Talca, Concepción y Valparaíso.
Por el momento, Yani va a seguir con Las Cicatrices, invocando a todo lo que se tenga que invocar para fugar todo lo que vive dentro de ellas. Ahora, la apertura mínima de la rendija de la puerta, la pequeña línea que permite intuir lo que viene pero que guarda la sorpresa para cuando el reveal sea total, y todas las puertas y ventanas terminen de abrirse para darle paso al ritual final.
*Fotos por Danilo Valenzuela y Pablo Berríos