Pedropiedra nos recibió hace algunas semanas en la casita Quemasucabeza. En medio de estufas y gatitos conversamos sobre lo que supone cerrar la etapa de Ocho, su último disco y ver también qué le depara el futuro, al menos, más cercano. Dentro de esa planificación está el concierto que el músico dará este viernes 4 de agosto en Bar El Clan. Te invitamos a leer la conversación, a continuación:
—Una vez en una entrevista dijiste que ser músico era ser un “solucionador de problemas sin importancia”. Cuando veo ese tipo de frases que me llaman la atención, a veces, las anoto y las guardo para preguntar por ellas cuando tenga la oportunidad.
“Ja, ja, ja. Yo creo que la frase es también la explicación, un poco. Yo lo decía en el sentido de que cuando haces una canción, te creas un problema de ingenio, en mi caso. Como eso de soltar los clavitos doblados. Te inventai un problema que es una canción, cómo va a ser, hacia dónde va a ir, de qué va a hablar, cómo va a sonar… pero creo que la frase suena mucho más chora que la explicación, yo creo”.
—Claro, suena como que las canciones arreglan problemas sin importancia. Y eso también suena muy bien.
“Claro. Y en parte sí, siempre he sentido que la música es una hueá media terapéutica. Si tenís un trauma, cualquier psicólogo te va a decir que lo escribas, que escribas toda la hueá. Escribirlo a mano es una manera de sacártelo. Y hacer canciones para mí también es un poco eso. Pero cuando empiezas con una, también tienes que terminarla, sobre todo si te gustó la melodía y eso también es solucionar un problema. Mi mamá me decía que yo era bueno para solucionar problemas, por ejemplo, una vez me mandó a comprar helado de mora y no había, entonces yo traje de frutilla, que era el color más parecido y me felicitó”.
—Y ahora ya, despidiéndote un poco de Ocho, cómo ves tu camino solista, porque empezaste a hacer música mucho antes de tu primer trabajo como Pedropiedra.
“Siento que casi todo lo que hice antes de ser solista, fue una especie de aprendizaje, como un prekinder musical. Y me terminé desarrollando como músico tarde. A pesar de que pasaron como diez años desde que yo empecé a hacer música profesionalmente y saqué mi primer disco, yo recién en ese momento sentí que tenía una personalidad musical propia y en lo anterior no estaba preocupado de la composición, sino de solucionar los problemas de las bandas. Sentí que estaba absorviendo ahí y que recién a los 29 años empecé a echar para afuera”.
“Creo que mi evolución empezó ahí. Y que lo otro fue más un ensayo. Y cuando saqué el primero y después el segundo, empecé a pensarlo más. Me enfrenté al problema del segundo disco, aunque en realidad era como el décimo disco en el que estaba involucrado activamente. Ahí empecé a pensar en todos los clichés del compositor”.
—¿Cuáles?
“Hacia dónde tiras tu carrera… creo que he sido muy poco planificador. Mucha gente me dice que es un virtud, yo creo que es más un defecto. Como que era muy de dejar que las hueás pasen y siento que en Ocho ya me puse a planificar más”.
—Cuando uno mira desde afuera los discos, cada uno tiene un espíritu súper claro. Por ejemplo, con el primero, yo pensaba “oh, este hueón está chato”.
“Ja, ja, ja sí, cuando la gente lo escuchaba me preguntaba ‘oye, ¿estai bien?’, y estaba súper bien, pero sí, estaba un poco chato. Yo creo que de todas maneras todos tienen un estado de ánimo. Creo que el primero es como viendo eso de estar chato, pero con humor. Como ese mismo hueón que está cantando se está riendo de su miseria. Con el segundo, yo creo que a pesar de que a mucha gente le encanta ese disco, yo creo que es el más débil. El tercero es más esotérico y el último lo veo más adulto, como más en control y dejando la improvisación de lado. Ponte tú, nunca me preocupé de hacer un disco con sencillos, como que traté de sacarles la grasa”.
—Bueno, eso se nota. Aunque es un disco de propuestas variadas, se nota un poco más simple, menos recargado, con menos ruido.
“Sí, totalmente, creo que también tiene que ver con el productor con el que uno trabaja, que le pone mucho de su sello y sus creencias sonoras. En este caso, Felipe Castro fue muy exigente conmigo. Yo llegaba con una estrofa y el hueón me decía ‘mmm, no, yo creo que puedes hacerlo mejor’. Y nunca me habían dicho esa hueá. Y yo igual -aries- decía ‘ohh, qué le pasa a este hueón’, pero tenía razón, me sacó harto el trote y nos demoramos harto en trabajarlo. Yo llegué al estudio con las canciones a medio terminar y las fuimos trabajando sobre la marcha y eso puede sonar improvisado, pero no, porque a las canciones les dimos más vueltas que nunca antes”.
—Como Julian Casablancas, arreglado para verse desarreglado.
“Claro, cuidadosamente despeinado, ja, ja, ja. Yo tenía ganas de tener más control sobre lo que estaba haciendo y de ponerme las pilas. A veces no basta sólo con el instinto y con el azar, hay que ponerse un poco más cerebral yo creo”.
—¿Qué te hizo tomar esa decisión? ¿Estar en un cuarto disco?
“Eso en parte, pero también tiene harto que ver con el hecho de tener familia. Hay que ordenarse con los horarios, la alimentación, el carrete, todo eso… y porque yo siento que en el primer disco quedé en un nivel de tocatas, de evaluación tanto para mí como la otra gente, en el mismo nivel… no fui subiendo con los discos, yo siento. Creo que me quedé un poco estancado y con cada disco pasaba exactamente lo mismo que con el anterior o incluso menos. Estaba tocando en los mismos lugares… y siempre están las ganas de dar un salto. Y ese salto va de la mano de la simpleza de las canciones y la masividad y el poder trabajar bien en la hueá va de la mano con la simpleza”.
—Me llama la atención cuando hablas sobre ser papá o tener familia como un factor que influye en tu carrera, porque por lo general los músicos hombres no hablan de eso, pero en cambio, a las mujeres músicas sí se les pregunta de inmediato, como un tema fijo.
“Es que para mí fue muy notorio. Antes escuchaba una canción que alguien le hacía un hijo y decía ‘puta la canción… cómo le hacen una canción al hijo, qué mierda’, y después nació mi hijo y es inevitable la hueá. No sé si hablar de eso estará bien o estará mal, no sé si es entretenido leer una entrevista en la que un hueón habla de su hijo, también me siento como ese hueón que saca el teléfono todo el rato y te muestra las fotos”.
—’Era tu vida’ es una canción que, me da la sensación, nace también en base a la paternidad. Un tema que piensas quizás cuando tienes un niño.
“Sí, aunque es más fantasía, pensando en un niño que se quedara huérfano y es el padre o la madre que le habla a ese niño”.
—’La Balada de J. González’ es como un regalo para un fan, ¿no?
“La canción es multidimensional. Es para Jorge, para mí, para los fans, está vista desde el punto de vista de él, desde el de un fan, desde el de su mamá, me refiero a la narración. Eso tampoco lo pensé, creo que salió así. Pero el hablante va cambiando y de eso me di cuenta después, que la canción habla desde la perspectiva de toda la gente que lo quiere y también, es una canción para todos ellos, además para él”.
—En Ocho también se puede encontrar un rollo con la ecología. ‘Rayito/Olita’ es eso ¿o no?
“Yo pienso ene en eso, en el desastre ecológico. Y realmente es una de las pocas causas que vale la pena y debe ser la única que involucra a todo el mundo, es universal y la más ignorada. A mí de verdad me inquieta. Creo que realmente está quedando la cagá frente a nuestros ojos y me es imposible evadirme de ese tema”.
—El disco también es súper latino. Rescata de todos lados y no es nuevo tampoco. En los proyectos previos a Pedropiedra también se exploraba eso, de hecho, era más evidente ahí que en tu trabajo solista.
“Sí, me di cuenta tarde. Meter ese tipo de ingredientes le da una identidad más local a la música, que es algo de lo que no me había preocupado antes, pero que ahora sí veo como un valor súper grande. Más que copiar a la pata lo que mandan los gringos sonoramente y de estilo, prefiero agarrar eso, los sintetizadores o el funk, pero darle colores más locales. Las trompetas, las quenas el charango… cuestiones armónicas que remiten a ciertas partes del continente y sí, eso es consciente, quiero que se identifique con este rincón del mundo”.
—Hace años lanzaste ‘Para Ti’ con una pichanga y además hace poco sacaste una canción con Pablo Ilabaca para el CDF.
“Mi relación con la pichanga es mucha. Somos ocho hermanos, yo soy el cuarto, y el quinto, el sexto y el séptimo también son hombres y veníamos separados por dos años, entonces andábamos con una pelota para todos lados, jugábamos todos los fines de semana. Siempre me gustó mucho el fútbol y entre los veinte y los treinta años pasé una etapa demasiado desprendida de los diarios o la tele, entonces, perdí un poco el contacto con el fútbol. Después lo empecé a retomar, jugaba pichangas con mis amigos los miércoles…”.
—¿También jugabas en las pichangas de Quemasucabeza?
“Sí, pero me lesioné y aún no me recupero. Y la idea de hacer el video con fútbol fue del Bernardo Quesney. La idea al principio también era que la canción la cantaran puros modelos muy minos y que yo no aparecería, que sólo salieran ellos y todos los modelos eran súper caros, entonces hicimos un casting de fans, con la pichanga y lanzamos el video con una pichanga, que siempre es una buena ocasión para reunir amigos. Hicimos un partido de amigos de Pedropiedra contra el resto del mundo y fue muy bueno. La canción del CDF partió porque a Camilo Salinas y a Pablo les hicieron esa invitación y ellos me llamaron, era usarlo igual para ganarse los porotos, jamás lo hubiese hecho gratis. Ene veces me han invitado a hacer canciones para cosas así, campañas… pero nunca había querido. Ahora sí, porque con ellos vengo trabajando hace cinco años con 31 Minutos, somos súper amigos y además, todo bien con el fútbol y además, ya no quiero pensar hueás como ‘oh, soy Pedropiedra, no puedo hacer una canción por encargo’”.
—¿Crees que los músicos tienen ese resquemor?
“De todas maneras, no todos, pero sí, muchos. Yo también lo he sentido”.
—¿Está mal visto hacer música para publicidad?
“Sí, pero en mi caso, vas creciendo y te empieza a importar menos. Aparte, que es una cuestión que es muy fácil de hacer. Cuando te has devanado los sesos tratando de hacer una canción con sentido, hacer una canción de una pichanga es más fácil. Buena compañía, todo bien. Qué bacán que me invitaron”.
Después del show en Teatro Cariola, que supuso una despedida de Ocho, Pedropiedra sigue tocando. Tiene varias fechas en el sur, a fin de año está organizando una gira por el norte, en diciembre vuelve a México con 31 Minutos. “Sigue la actividad, pero también sigo componiendo. De hecho, en eso estoy ahora”, revela. “Quiero ir mostrando de a poquito, quiero enforcarme en ir componiendo, juntar canciones… llevo dos meses sin fumar marihuana y es la zorra, es que fumaba mucho”.
—¿Qué cambios sientes?
“Mucha más energía, menos miedo”.
—Ah claro, no te atrapai.
“No, hueón, nada. Se me quitó la angustia así heavy y de repente en las entrevistas o haciendo promo, me sorprendo a mí mismo de la cháchara, de la labia. Ha estado súper bueno, porque yo de verdad sufría haciéndolo y ahora caché que no era tanto. Estoy durmiendo muy bien, teniendo sueños cuáticos. Me pasé veinte años sin soñar”.
—¿En serio? Qué cuático.
“Sí, pal pico. Es que yo de verdad era la persona que conocía que más fumaba pitos”.
—Y ahora ¿estás componiendo sin pitos?
“Sí, ya hice una canción así (la mostró en su show de Teatro Cariola). Y tengo varias más. Espero que se me destapen cosas, tengo muchas ganas de seguir así limpio. Está muy bueno. Ha sido un descubrimiento. Y curiosamente me puse más distraído. Estoy más en el presente, entonces se me olvida lo que tengo que hacer, pero es bacán. Te diría que el cien por ciento de las canciones que hice las hice volao”.