Es muy difícil entrevistar a las personas que tienes cerca, que conoces y quieres mucho, a menos que sea el propósito directo del ejercicio, como ese libro tan bueno y que siempre recomiendo de Gabriela Wiener, Dicen de mí (con la diferencia que en ese camino se enfrenta a la imagen que amigos, parejas y familia tienen de ella). Poner en palabras recuerdos y sentimientos, traspasados a reflexiones que se leerán de forma pública te sitúa en un espacio de vulnerabilidad y también de alerta a esas fugas de momentos que son tesoros personales, que no quieres compartir con nadie más. Eso significó esta entrevista. Entrevistar a una amiga que quieres con toda tu alma y que admiras desde antes que ella decidiera tomar toda su biografía y volcarla en canciones.
Esta persona, Tiare Galaz, parece salida de otro universo, en el que las personas se rigen por la empatía y la generosidad. Y hace algunos años decidió dejar atrás la vergüenza y hacerse presente en lo público como Niña Tormenta, una artesana de canciones de profunda raíz latinoamericana. Canciones de casa, con olor a té de hoja y tres cucharadas de azúcar. No lo hizo sola. En el proceso hubo un fuego catalizador que no podía venir de otro lugar, más que del amor. Ahí aparecen otros nombres como Juan Manuel Daza, Niño Rayo, compañero de aventuras también en Capitán Cobalto y Diego Lorenzini.
“Ahora me doy cuenta que siempre hacía melodías y escribía cosas, pero no me tomaba en serio. No lo tomaba en cuenta como algo para hacer música propia. No lo encontraba suficientemente bueno y me daba mucha vergüenza exponerlo. Daza fue fundamental. Él me dio mucha confianza, fue la primera persona que me empezó a decir que estaban lindas las canciones que hacía, que mi voz era bonita… ah ¡en eso no fue el primero! Porque mi mamá siempre me lo dijo, ja, ja, ja. Lo de la voz igual es loco, porque me costó encontrar una voz que yo considerara que fuera mi voz y no como un intento de sonar como otras cantantes. Entonces, creo que todo tiene que ver con la confianza. Con sentirse más tranquila y cómoda”.
“Ahora veo que lo de hacer canciones tiene que ver con la pena de la muerte de mi papá, la enfermedad. ‘Lo que dejo’ es la primera canción que hice y tiene que ver con ese proceso. Fue una necesidad de sacar emociones y sentimientos que no podía sacar de otra forma. Creo que a partir de hacer música he ido desbloqueando un poco eso de exponer mis emociones claramente, entenderlas. Y lo fui necesitando. En un momento se me acumularon muchas cosas y necesitaba sacarlas para afuera. Fue una manera de terapia personal. Daza fue el empujón de confianza y después conocer a Diego y todo este mundo de Uva Robot, estos encuentros donde todos tocan y está bien, da lo mismo si lo haces bien o mal, solo entregarse a la experiencia de tocar como juego. Buscando. Y pasándolo bien, sin pensarlo tanto”.
—Recuerdo que la primera vez que tocaste fue en Casa en Blanco.
Sí, ese fue un ciclo que organizaba Daza con Diego, que se llamaba Rayos y Temblores. En ese tiempo yo trabajaba en la radio entonces era una cosa que organizaban ellos antes de que comenzara Capitán Cobalto. Y yo los ayudaba, hacía empanadas y proponía músicos, como trabajaba en la radio, conocía a los que estaban empezando y los sugería. Cuando ya llevaban un par de fechas y yo ya tenía tres o cuatro canciones ahí ellos me dijeron que tocara yo.
—¡Como Paloma Mami ahí, tres canciones, démosle!
“Ja, ja, sí, ahí, listo, chao. Y esa fecha fue Felipe Cadenasso, Diego Lorenzini y yo ¡cáchate po! Fue en un entorno muy bacán, de casita. Estaba mi mamá, todo muy familiar. Entonces también encontré un contexto en el que me sentí muy cómoda para hacerlo. Soltando de a poco. Con poquitas personas, sin micrófono, con la gente muy cerquita, empecé a descubrir que disfrutaba mucho haciéndolo. Una felicidad nueva”.
—Y ahora vas a tocar en el teatro principal de Matucana 100, que es muy grande y donde no vamos a poder estar sentados alrededor tuyo. También me llama la atención que, en general, ahora todo en la música tiene una presión de pasar muy rápido y la gente está llena de ansiedad, pero con Uva Robot todo es lento y progresivo. Lo siento incluso como un valor para quienes oímos, una especie de refugio.
“Es que es lo que podemos manejar también. Al principio estábamos los tres con Daza y Diego, ¿qué es lo que podíamos hacer entre tres personas? Cosas manejables para tres personas. Teatros de capacidad media o ciclos en casas. Después, claro, las circunstancias han hecho que hemos ido necesitando más espacio, lugares un poquito más grandes y más personas para trabajar. Y eso también ha sido un aprendizaje para mí, tener la posibilidad de tocar en lugares un poquito más grandes y con requerimientos técnicos mayores, entonces, necesitas trabajar con gente que sepa. Ahora para lo de Matucana se armó un equipo como de diez personas.
He intentado para mantener un ritmo que a mí me acomode y no volverme loca, porque quiero seguir disfrutando de hacer esto y no tomármelo como un trabajo que termine odiando. Entonces voy analizando realmente las cosas que me planteo hacer. No hago algo porque sí o se supone que hay que hacerlo, o porque se supone que es el camino, o porque me va a llevar a algo. Si no que pienso, si se da esta posibilidad, me pregunto si lo puedo hacer realmente, si me siento cómoda haciéndolo.Y me manejo mucho por la intuición. Si hay algo que no me cierra de alguna manera, no lo hago no más. Por mucho que te digan que eso me podría servir. Yo he desechado cosas que se supone que me podrían servir y de pronto llegan otras que me acomodan mucho más y que son las que me sirven realmente. Ahí trato de poner mucho ojo y guata al tomar esas decisiones”.
“Una canción de un barrio podría ser la canción de todos los barrios”
La primera vez que escuché Loza, lloré y me hice bolita. No lo puedo explicar de otra manera. Supongo que mi primera experiencia con este disco no es en absoluto especial, porque le debe haber pasado a muchas personas. Algunas han compartido conmigo ese momento. Otra cosa que me pasó fue pensar en cómo se desvelaba profundamente la intuición de Tiare para hacer canciones, como una fuerza libre. Así como cuando escuchas a Violeta Parra y te preguntas de dónde sacó esos acordes, esas armonías extrañas pero que funcionan de forma redonda, las melodías que se cortan o cambian de manera abrupta. Un universo nuevo. Se lo explico en la conversación y guarda silencio unos minutos. Le dio vergüenza. Yo me río.
“Ja, ja, ja. Es que es un súper cumplido ja, ja, ja, ja. Siento que las referencias en mi caso no fueron algo premeditado. Yo de verdad haciendo el disco no sabía lo que estaba haciendo, me entregué al proceso no más. Y lo primero que me pregunté fue qué tengo para hacerlo. Yo de verdad que no sabía ni siquiera cómo empezar a hacer maquetas. Eso fue lo primero que le pregunté al Diego. Él me dijo ‘ya, juntémonos a hacer esto’ en mayo del 2017, todos los jueves. Y me decía que primero tenía que tener maquetas para empezar a trabajarlas. Y yo pensaba ‘cómo hago una maqueta’. Me explicó que primero pensara en qué canciones quería grabar, y después cómo me imaginaba esas canciones y a partir de eso empezar a jugar. Y eso fue lo que hice. Tenía en mi casa un bombo, una melódica, el ukelele, unos tecladitos viejos y unos cascabeles. Y dije ‘esto voy a usar, no me voy a conseguir nada’. Quizás las decisiones tienen más que ver con los recursos que tenía y cómo íbamos a grabar. Grabamos en la casa, una vez a la semana con lo que tenía a mano. Fue un proceso súper libre y yo creo que quizás si hay algo que admiro de la música, es cuando siento que está esa libertad de no plantearse tanto de manera cerrada cómo quieres sonar sino ir buscando. Siento que no lo podría haber hecho de otra manera, tampoco. No tenía más recursos ni experiencias”.
“Y salieron cosas raras, sí. Sonidos que a mí me parecía que podían funcionar y dejé de tener susto de mostrar eso, porque estaba en un ambiente de mucha confianza. Mostrándoselo a Diego a Daza, a mis amigos. Y también fue bacán ver qué pasaba, por ejemplo, haciendo varias voces a la vez, capitas de voces, un juego. Eso es lo más bacán, hacer cosas sin pensarlas tanto y encontrando algunas que te hacen sentido, que te parece que de alguna forma si las hubieses buscado directamente, no llegas a lo mismo”.
Hace muchos años atrás, con Tiare fuimos compañeras de trabajo en una radio. Y juntas armábamos la propuesta de la parrilla musical. También estuvo en ese proyecto Natisú, que nos mostró a Salt Cathedral, por ejemplo, y ¡cuánto sonaba Salt Cathedral al aire! Dentro de esa programación de música, las nuevas mujeres con voces de ser las futuras grandes señoras de la música latinoamericana pasaban mucho rato acompañándonos, como Carla Morrison y Natalia Lafourcade. Y cuando escuché Loza por primera vez, recordé esos momentos en los que juntas escuchábamos música y pensé: “son todas primas”.
“Ja, ja, ja, ja. Es que está en común la música latinoamericana. Los sonidos de los instrumentos que pueden hacer nexo con la música folclórica también. Creo que es algo que ha explorado caleta la Natalia Lafourcade en los últimos discos, homenajeando esa música y eso también lo fui encontrando a medida que yo hacía canciones. Los ritmos que estaba haciendo venían de la música folclórica que había escuchado cuando era chica, que me gustaban, lo que escuchaban mis papás. Ahí hay algo de identidad latinoamericana que a mí me encanta, que es lindo que se note de dónde vienes, me parece que es importante. Y que se diferencia a otros sonidos que pueden sonar más globales o de una influencia más anglo, de algo que está en español pero que podría de cualquier otra parte. Eso también está bien pero a mí, personalmente, me interesa mucho cuando la música que escucho tiene algo de identidad territorial. Te sitúa en un lugar, en un territorio, en un contexto”.
—Te lo dije la primera vez que la escuché, pero ‘Lozapenco’ resume en un par de minutos todo lo que se ha escrito sobre el trabajo doméstico no pagado de las mujeres. Sé que seré viejita y seguiré encontrando muy fuerte que el ser humano sea capaz de hacer canciones que te sitúen de una manera tan poderosa dentro de una realidad, que puedas resumir tantos recuerdos, memorias, formas de vivir, sentimientos de tantas personas que ni se conocen.
“Me lo han dicho, pero es una canción que no hice a partir de esa reflexión, sino algo mucho más sencillo. Era un ejercicio del laboratorio del Diego. Y, obviamente, tuve que conectarme con un recuerdo, con una emoción, porque ese es un retrato de mi abuela. No estoy generalizando, sino haciendo un retrato particular, de una persona, pero obviamente esa persona tiene una vida similar a la de muchas otras. Siento que es la magia de las canciones, cuando escuchas una que habla de algo particular de alguna forma conecta con algo más grande que ella. Una canción de un barrio podría ser la canción de todos los barrios. Esa canción a mí me emociona mucho por eso también, porque siento que presenta un imaginario que puede ser común a muchas personas y es muy lindo que exista. A mí me emociona mucho poder haberla hecho y regalársela a mi abuela”.
—He hablado con muchas mujeres entre 25 y 30 años sobre Loza y me han dicho que es un disco que las ha acompañado en un proceso similar al que vivías tú antes y mientras se gestaba este disco. Algunas a las que acompañaba en un momento de replantearse relaciones familiares (siento que eso pasa mucho a partir de los treinta), ver a los padres envejecer o enfermarse…
“Yo he sido bastante torpe para manejar mis emociones, históricamente, ja ja, ja, entonces soy mucho de guardarme las cosas y de darle para adelante, hacer que esta todo bien. Y llegó un momento en el que no pude hacer más eso. Se me rompió ese mecanismo, me desbordé. Entonces para mí el disco fue un refugio emocional y si fue así para mí, le puede pasar a otras personas que lo sientan de esa manera y eso es lo más bonito. Me han llegado mensajes de personas que están pasando por un momento difícil, que tienen algún familiar enfermo o que han tenido alguna perdida y me dicen que el disco los acompañó. Y cuando leo esos mensajes me impacta, porque ¿cómo algo que a mi me sirvió mucho, que fue sanador, pueda servir de refugio para otras personas? Le da otra dimensión a hacer música”.
“Si yo hubiese querido hacer un disco que fuera un refugio para otras personas, no me salía. Simplemente me entregué a hacerlo no más y después de terminarlo y escucharlo, sentí el peso de lo que había puesto ahí y de lo que había significado para mí en términos personales. Y con eso yo ya estaba feliz, más allá de la expectativa de hacer un disco, compartirlo, yo necesitaba hacer este disco. Y hacerlo ya fue suficiente, todo lo que vino después fueron alegrías que se agregaron.
—También es un disco al que se le otorgan muchas imágenes o maneras de sentir que están muy en sintonía en la realidad del proceso y el contexto de hacer esas canciones.
“Yo creo que se juntaron los elementos justos. Y siempre lo digo -y no es porque quiera ser como la que no cacha nada- pero realmente no podía premeditar muchas cosas que se dieron y ahora que el disco ya está y tiene un tiempo y que he tenido que hablar del disco también… al principio no sabía qué decir. Ahora he podido analizarlo más con distancia y he podido ver que hay elementos que se juntaron que permitieron que el disco fuera así”.
“Uno hace canciones, después se transforman en un disco y piensas en el arte y hay un imaginario de ese trabajo que se cierra ahora poniéndole un nombre, la despedida de Loza, pero sí, el imaginario que apareció con el disco le vamos a dar un cierre para entrar a otro proceso. Me deje llevar por la intuición. Tenía ganas de usar ese plato para la tapa y resultó siendo algo que tenía coherencia. Siento que me fui encontrando con este disco”.
“Yo creo mucho en el ritual. El lunes empiezo otra cosa, ja, ja, ja. O sea no se va a cerrar, cerrar. Pero sí me gusta la idea de hacer esta celebración, de cerrar ese universo para también no quedarme pegada con eso y ver si puedo hacer otra cosa ahora, ja, ja, ja o si perdí la magia. A ver si resulta. Tengo canciones nuevas y entusiasmo por grabar de nuevo. Lo pasé muy bien grabando, porque había mucho de autoconocimiento. Saber qué te gusta, que no, por qué quieres sacarle algo a una canción. Yo creo que eso es lo que más me costó, creo, aprender a confiar en mi criterio. A entender mi criterio. Cuando escuchaba algo que no me gustaba, pero no sabía qué es lo que era. Eso de hacerse caso, me costaba mucho. Sobre todo, yo creo, que a las mujeres nos cuesta mucho creer que una puede hacer las cosas. Y de pronto fue como ‘ah, pude hacer un disco’. Y después sentir que puedes hacer cualquier cosa, ja, ja, ja. No me creo todopoderosa, pero sí ya sé que puedo hacer un disco. Ahora me voy a entregar a ese proceso de nuevo y de alguna forma va a suceder”.
—¡Tiare trap!
“¡Ja, ja, ja! Yo creo que no me voy a ir tan lejos, pero me voy a poner a experimentar con otras cosas. Para mí colaborar ha sido bacán. Por ejemplo la colaboración que hice con Pol del Sur es algo muy diferente. Él es muy seco. Me encantó ese proceso, me invitó y es lo mismo de nuevo, acepté hacer una canción con música de otra persona, algo que nunca había hecho y de nuevo me pregunté ¿puedo hacer esto? Lo hice y salió bien. Y en realidad, nada malo va a pasar, si es música. ¿Que puede salir mal? ¿Que no le guste a otra gente? Bueno, si no les gusta, no les gusta, pero entregarse al proceso es bacán, cuando te relajas y disfrutas de lo que estás haciendo sin pensar en el resultado”.
—Eso que dices va a contracorriente de un sistema que en general te exige estar consciente de qué resultados va a general cualquier cosa que hagas.
“Veo que en estos tiempos se habla mucho de la música en estadísticas. Sobre noticias de cuantas reproducciones en Spotify tuvo tal artista. No están hablando de la música, sino de cuánta gente lo escuchó no más. Y pareciera que eso es lo único importante y no se habla de otra cosa. Por ejemplo, Paloma Mami. ’Not Steady’ es una canción increíble y de lo único que se habla es de cuánta gente la escuchó, que con tres canciones estuvo en Lollapalooza, pero no se está hablando de por qué esa canción es tan increíble, por qué es tan infalible, cómo se hizo esa canción, de dónde vienen las personas que la hicieron, cuáles son sus intereses, por qué nadie habla de eso. Y también se puede caer en quién le hizo esta canción a Paloma Mami, porque capaz la hizo ella entera, pero tampoco se dice. Lo importante es la música, la canción. En unos años más no va a existir Spotify, y qué importa que hablemos de las reproducciones que tuvo”.
“Tiene que ver con considerar la música como un producto que se vende y hay muchas cosas más aparte de eso. Como todo lo que hemos hablado ahora. Siento que si se habla más de esas cosas, otras personas que quieren hacer música pueden aprender o encontrar otras formas. En este caso, yo igual reitero mucho que no sé hacer música desde la teoría porque creo que es importante decir que cualquiera puede hacerla. Si tienes un instrumento, haz canciones, como puedas hacerlas. Sería bacán que más gente lo hiciera, o cualquier expresión artística. Es una herramienta de exploración, de comunicación. Puedes compartir con otras personas, puedes hablar de tu entorno y describir tu contexto, es una herramienta muy poderosa. Hay pocas cosas que uno recuerde tanto como las canciones. Yo no me acuerdo de ningún número de teléfono, pero me acuerdo de miles de canciones. Eso es súper poderoso. Hay que sacarle un poco el mito de que uno tiene que ser un iluminado para hacer música y no, no hay tanta magia, es solo hacer. Eso lo veo ahora, a los treinta y tantos, ya soy una señora crecidita, ja, ja ja. A mí también me costó caleta. Si me demoré en hacer música fue por eso, por no considerar que yo podía hacerlo, valorar mucho a los músicos y verlos como personas especiales que pueden hacer esto y todos los demás escuchamos”.
*Fotos: Val Palavecino