“En septiembre del 2017 más o menos, yo estaba rompiendo una relación de pareja y escribí una canción”, dice Mon Laferte. ¿Qué sería del pop sin una frase como esa? ¿Cuántas canciones habrían desaparecido de nuestro mapa emocional, de nuestra biografía? Eso es lo primero que me cuenta sobre Norma, su último disco.
“Antes de romper, escribí otra. Me fui dando cuenta que le di un seguimiento, sin querer, a lo que había estado viviendo en esta relación y que estaba contando una historia y me pareció buena idea llevar este tema de mi personaje -porque siento que es un personaje muy teatral- al extremo y hacer un disco así. Empecé a escribir más a conciencia, canciones que relataran etapas de una relación de pareja. Sé que es difícil en solo diez canciones contar o retratar todo lo que puede significar el amor, que es muchisimo mas complejo que diez canciones, pero me fui a lo más básico que puede servir para un álbum teatral o cinematográfico. Entonces escribí a conciencia las siete canciones que me faltaban y me fui a mi memoria emotiva, a mis relaciones pasadas”.
“En la parte musical también busqué que fuera por ahí. Que relataran y fueran bien teatrales, por eso me fui a géneros muy nuevos para mí, como la salsa, el mambo, la cumbia. Hay un tango que es mucho más visual también ¿sabes?”, explica.
Mientras todos los viernes las plataformas de streaming tiemblan con la avalancha de lanzamientos y, al mismo tiempo, la ansiedad de los músicos por ser parte de ello crece cada día más, haciendo caso omiso a la gran verdad que nos dijo Courtney Barnett, porque a nadie en realidad le importa si no vas a la fiesta, Mon decantó por hacer más que un disco redondo, una obra completa. Existe una búsqueda de lo visual, sin duda, algo que no se puede obviar viendo este hermoso homenaje que es el videoclip de ‘Caderas Blancas‘ (canción que en la primera estrofa hace un guiño a ‘Corazón partío’ y su coro es directamente una rumba) a esa increíble escena protagonizada por Bibiana Fernández en Tacones Lejanos de Pedro Almodóvar.
Y así, la idea que en algún momento pudo haber ido por el camino de Lemonade de Beyoncé, terminó acercándose más a una película a la Michael Jackson, según este trailer liberado hace algunas semanas.
“Hoy todo el mundo lo que quiere es una cosa inmediata, lo vemos. Las redes son inmediatas, todo es rápido. Necesitan tener la canción fresca, que la componen en el momento porque están viendo lo que funciona y la gente quiere streaming. La industria es voraz, la verdad. Hay que estar ahí. Pero a mí no me mueve necesariamente eso de la industria, a mí me gusta hacer canciones. Si mis canciones y mi obra funcionan dentro de una industria, está super bien, pero no es necesariamente lo que yo quiero”, dice.
Le pregunto que, si la realidad fuera otra, ¿seguiría escribiendo canciones? Sin pensarlo me dice por supuesto. En el momento en que estoy haciendo la pregunta, me siento un poco tonta. Parece ser una interrogante sin sentido para hacerle a alguien que en este mismo encuentro me cuenta que, con catorce años, se sentaba en la escalera de su edificio en los cerros de Viña del Mar, para anotar palabras que rimaran para construir canciones. Una pregunta insensata para una mujer que tuvo que emigrar para poder, efectivamente, hacerlas. Y poder cantarlas.
“Me emocionó la idea de hacer canciones así, me prendió demasiado la idea de tener una cosa teatral. Después pensé en cómo llevarlo a conciertos, en hacerlo súper conceptual, imaginarme momentos con una iluminación determinada, mucho rojo… me voy en volada. Empecé a imaginar todo lo que iba a pasar después. Y cuando se me pone una idea en la cabeza soy bastante obstinada y quiero hacerla, entonces, es eso. Me emocionó la idea y eso me movió”.
Norma está construido en diferentes niveles. La letra, la música, la estética de los videos. La película. “Sí. Siento que yo soy muy un personaje. A pesar de que escribo de manera muy personal mis letras, soy autorreferente en la composición, siento que toda mi estética y todo lo visual, todo lo que la gente ve es un personaje, si no, siento que no podría subir a un escenario y hacer todo esto, me daría más vergüenza. Antes yo me vi tocando con mucho más miedo que ahora, porque ahora claramente soy una actriz de mis propias canciones. Pienso en todo, en los videos, en el escenario, en el vestuario, los colores, los sonidos”.
Pero ese personaje no nació por combustión espontánea ni tampoco entre cuatro paredes en medio de una reunión con una disquera. Fue mutando poco a poco, tal como la música que ella iba componiendo. “Creo que inconscientemente lo fui haciendo desde mi primer disco, el Desechable del 2011, en el que era toda irreverente, me creía la super mala y me daba cuenta que eso me daba la seguridad. Poco a poco se fue transformando. Creo que el personaje actual que tengo, siento que lo descubrí por accidente con Volumen 1. Un día, jugando en mi casa con una amiga, estábamos tomando fotos porque ella necesitaba tener algo donde mostrar su trabajo y me empecé a disfrazar. No eran fotos para un disco ni nada, sino que estábamos jugando. Me puse como viuda de negro, con las lágrimas y justo estaba grabando mi disco en ese tiempo. Después, cuando vi las fotos pensé que encajaban perfectamente con mi álbum, porque ese lo escribí cuando me sentía fatal, ¡nadando en la caca! ja, ja, ja. Y vi que esa imagen era perfecta, exagerada y dramática. Después me di cuenta que podía llevar esa misma imagen, la de la lágrima, las flores y todo ese personaje mexicano del cine de oro. Pensé que quedaba bien y quería usarlo. Ahí empecé a construir este personaje”.
Mon se encerró cuatro días completos a ensayar con los músicos antes de grabar Norma. La idea era poder hacer el álbum completo en una sola toma y grabado en cinta. “Los músicos eran secos, pero así, mal. Quería obtener un sonido como de película, el sonido en vivo. Hay un tango en que al final todos nos teníamos que mirar para entrar al tiempo y esas son cosas que cuando grabas por separado no pasan. Entonces, yo quería que tuviera esa sonoridad. También, siempre he ido en contra, entonces dije ‘ok, no voy a hacer sencillos sueltos, va a ser un disco entero. Va a ser conceptual y quiero que grabemos todos juntos’. No sé si esta bien que lo diga, pero también hay una cosa de ego de ‘a ver ¿puedo cantar un disco entero en vivo sin editar?’ no sé si la gente que está dentro de la industria ahora puede hacerlo, entonces yo me voy a dar el lujo de hacerlo, ja, ja ja, ja”.
Para la gira que la traerá a Chile en algunos meses más, son diez músicos en escena, “mexicanos y chilenos, entre ellas la baterista de la banda Amanitas (Natalia Pérez), que es seca. No hay tanta tecnología en el escenario, quise poner telones rojos y no mucho más, porque quiero que la gente se enfoque en la música, en las canciones. Ya hubo mucha tecnología en escena y quiero bajarle un poquito, hacerlo más íntimo. Estamos sonando lindo, son pura gente virtuosa. Al principio estábamos nerviosos pero ya todo funciona súper bien y ayuda que el show tenga muchos momentos: hay baile con coreografías de la banda, hay momentos acústicos. Es que tengo canciones de todo tipo. Voy a tocar canciones nuevas que alcanzan a colarse a la gira, se viene pronto un estreno”.
Tres Normas
Siendo adolescente, ¿cuántas cosas de ti creciste despreciando? ¿El pelo crespo que heredaste de tu mamá? ¿El pelo liso que no se podía trenzar? ¿Las piernas flacas? ¿Gordas? ¿Cortas? ¿Largas? ¿Tu nombre? Conversando con mujeres adultas, últimamente, he notado que cada una, en un momento determinado de la adultez, ha comenzado a hacer las paces con su biografía y también con la de sus madres y sus decisiones. Aún no tengo claro si es el tiempo o la experiencia de vivir la edad que tu madre ya tuvo, lo que te hace pensarlas y observarlas desde otro lugar. Mon Laferte se llama Norma. Su madre y su abuela también.
“No me gustaba mi nombre porque es muy duro llamarse así y mi mamá, que también se llama así, me preguntaba por qué no me gustaba. Creo que me puse en la buena con eso, con ella y mi abuela que también se llama Norma. Somos tres generaciones de Normas. Y necesitaba un nombre que representara a esa protagonista de la historia, de mi película. Luego pensé que casi siempre repito el mismo patrón en mis relaciones de pareja, entonces, casi que fuera una norma. Y dije bueno, está bien”.
Y Norma, además de embarcarnos en las fases de una relación, también figura como una representación de aquel lugar privilegiado en el que una artista puede crear a sus anchas, sin límites de presupuesto, tiempo y equipo, pudiendo realizar un proyecto tan ambicioso como un disco/película. Pero también se levanta como un tratado de doblarle la mano a un destino que, tal como todas las mujeres nacidas en la pobreza, la sociedad se encarga de tatuarlo en sus cuerpos y biografías. Como un lugar cercado e inamovible. En el caso de Mon, ese cerco también tenía que ver con la música, como intérprete, pero también como oyente de una en particular: la cebolla.
“Yo digo que esta es mi venganza, porque cuando chica sentía que no encajaba en ninguna parte porque me gustaba la música cebolla. Cuando era chica escuchaba música de afuera y las bandas gringas, pero también me gustaba la Myriam Hernández, me gustaba todo. Y antes no se podía eso. Siempre me topé con una puerta, que tiene que ver con la clase social. Yo soy de pobla, de los cerros de Viña. Y me acuerdo que una vez en Rojo llamaron por teléfono para decir ‘oye no me gusta ella porque es chula y es cebolla’, o sea una cosa clasista y fatal, que siento que antes era peor que ahora, no sé, esa es mi sensación desde afuera. Siempre me sentí menos porque donde iba era como ‘es flaite, es flaite’ y me sentía mal, porque me miraba la ropa, mis rasgos físicos… la gente me acomplejó mucho por eso y ahora me encanta”.
“Siento que es mi venganza decir sí, hago música cebolla. Voy a clasificar mi música como cebolla porque es música que te hace llorar, pero yo con mis canciones cebolla hoy puedo tocar en cualquier sitio del mundo, en festivales como el Austin City Limits, en Lollapalooza. Y la gente conecta. Hace diez años atrás siento que Chile era muy clasista y una persona que hacía música como yo o que se declaraba cebolla, además siendo mujer, jamás podría haber estado en un festival de música alternativa o de rock, era impensado”.
“Siempre creo que el mundo va avanzando hacia algo mejor. La gente cada vez se acerca más. Yo lo veo en mis conciertos. Antes ser gay era un insulto. Yo me acuerdo que mi vecino era gay y era como ‘oh no te juntes con ese niño, es gay’, como si fuera una enfermedad y eso ha ido cambiando. Creo que eso ha acercado a las personas, la gente es mucho más abierta, incluso a escuchar cualquier cosa, siento que por eso también mi música hoy tiene una recepción diferente. Antes era impensado, siempre me sentí fuera de lugar. Sentía que estaba como adelantada, porque quería cantar canciones cebolla, pero también muchas otras cosas más y no se me permitía. De verdad no se podía. Había una cosa muy cerrada, o sea, por eso me fui de Chile también. Acá estaba ese estereotipo de ‘la niña de la tele, además de pobla, mujer, jamás la vamos a tomar en serio’. Por eso me tuve que ir. Pero volví, ¡ahhh! ja, ja, ja, ja”.