Falta un poco más de una hora para que el músico se suba por segunda vez al escenario de la Ex Oz, mismos sesenta minutos que le darán el inicio al fin de su gira 2015 donde se encargó de presentar su quinto disco de estudio, St. Catherine.
La pasividad en el rostro de Matt Mondanile es, tal vez, la mejor manera de retratar el año por el que pasó, esos doce meses que decidió despedir en nuestro país junto a su proyecto paralelo a Real Estate, Ducktails. Y esa tranquilidad no se va en ningún momento, como tampoco lo hace la amabilidad que ofrece el último larga duración del oriundo de Nueva Jersey.
“Estoy más grande”, comienza a explicar. La calma de canciones como ‘Heaven’s Room’ queda fielmente reflejada en el movimiento que hace con su cabello cada cierto rato. Ahí va de nuevo, después de tomar el tiempo suficiente para continuar con la idea: “supongo que la gente me ha visto crecer a lo largo de mis discos. En el primero estaba tratando de resolver cosas, sólo mostrando lo que se me venía a la mente, ni siquiera me importaba si era una gran cosa o si estaba perfecto. Ahora todo está todo un poco más compuesto, como la vida misma”.
La vida parece un poco más resulta para Mondanile, él lo dice y demuestra, pero lo divertido es que la resolución o calma que pueda existir no es sinónimo de estabilidad ni rutina, y eso se puede demostrar en el hito más relevante para el músico durante este año, mismo de lanzamientos, giras, y promociones. “Me compré un auto SUV descapotable del ‘94 y es manual”, cuenta con el mismo tono que emplea alguien que acaba de dejar en casa a una mascota que extraña más de lo que le gustaría.
“La evolución de Ducktails ha sido afectada por este hecho”, dice entre risas como si diera por sentado que existirá un prejuicio por su evaluación anual. “De pronto me encuentro en Los Ángeles conduciendo con el viento en mi cara”, mientras divide su mente entre la música que sale de la radio del auto, las técnicas que tuvo que aprender luego de dejar los motores automáticos, y la relación y posteriores quiebres con la cantante Julia Holter.
“Fue bueno pero fue intenso”, como estar sobre un descapotable. “Rompimos, regresamos, rompimos, regresamos, y el álbum es un poco de eso, una cronología de todo lo que pasó. Es personal y por eso puede ser un poco melancólico porque es triste pero feliz a la vez”.
No cuesta mucho hacerse la imagen mental de un Matt con el pelo al viento, mientras balbucea alguna de las tantas piezas que entregó esa noche en el recinto de Providencia. Tampoco cuesta mucho entender el por qué su carrera tomó este aire que apela a la nostalgia de manera natural. Se mudó por amor, vivió una intensa relación con la compositora con la que trabajó íntegramente en el larga duración, y por supuesto, se compró su SUV de 1994. “La diferencia del sentimiento de bienestar y de tristeza cuando los contrapones me parece genial. Quizás así ha sido mi año”, y la última parte de su carrera.
El lo-fi inunda su apuesta, seguramente como el viento de California lo hizo con sus oídos durante tantas jornadas. El dream pop hace su presencia con más fuerza, como lo hizo la voz de Holter durante el amorío -que tan bien condensado queda en el extracto de St. Catherine, ‘Church’-, y el “jizz jazz” de Mac Demarco deja su huella y chispa, como esa tarde de lago junto al canadiense que quedó retratada en ‘Surreal Exposure’.
Aires de “¿madurez? Tal vez”. Pero, sacando cuentas, lo de Mondanile es más bien el resultado natural de integrar sin tapujos la intimidad en lo que hace, olvidando un poco el fenómeno de “sacar música porque sí, porque estaba lista”, y llevarlo más bien a un proceso que involucra tanta mente como los paseos dominicales sobre ruedas del cantante.
“La verdad es que no sé qué esperar para el próximo año. De la industria no pretendo nada, pero hay un par de cosas que ya tienen rumbo previsto”, como la vida misma. “Seguramente, voy a sacar un nuevo disco de Ducktails en mayo, y probablemente Real Estate grabe un álbum que pueda salir a finales del año”, pero no está tan seguro, afirma. Ahí está la calma otra vez, porque no hay apuro, porque va paso a paso tal como ha ido construyendo su carrera en solitario con este proyecto “de canciones contentas con letras tristes”. Como la vida misma, esa que ve pasar mientras pasea en su SUV descapotable del ‘94.
Foto de portada* Rozette Rago
Fotos del concierto * Nicole Ibarra