Mariel Mariel o Mariel Villagra. Tiene 35 años pero se pasea feliz con “un cuerpo de veinteañera gracias a la activación que le ha provocado el activismo”, dice. Música desde los catorce, con estudios infernales en el tema -ya llegaremos a eso-, familia ligada a la onda clásica, y guerrera. “Yo decidí volcar mi carrera al hecho de que tengo una vida y siempre quise ir al rescate de eso, por sobre todas las cosas”. Es así como parte a México, y no con el afán de “hacerla”, sino que con la necesidad de encontrar la tranquilidad sin ruidos externos ni internos.
Lleva unos buenos años en el país del norte, territorio que la hizo entender que su camino era el pop, por muy amplio que pueda sonar eso. Su disco del 2007, No me despierten, y el del 2011, La Música es Buena, la han hecho sentir feliz pero no realizada del todo, en una constante búsqueda que parece empezar a aclararse. “Quería jugar en la cancha del pop pero siempre hubo productores que me limitaron, que querían llevarme a la imagen de lo que ellos consideran pop. Entendí que no teníamos los mismos conceptos y me arriesgué a dejar los estudios full equipados y empezar por mí, con mi sala de ensayo, con los cercanos que saben cómo es mi sonido y qué espero de él”.
Es así como Foto Pa’ Ti, del 2015, llega a llenar ese vacío que existía desde hace una década, y aún cuando le encanta que sus discos sean distintos y no se arrepiente, siente que por fin existe una evolución e interpretación: el flow latino. “Un día empecé a rimar y me salió ‘para encontrar el amor hay que salir a buscar, para cambiar hay que saber cambiar’ y, hueón, es tan fácil salir a cambiar. Me despojé de muchas cosas que tenían que ver con las ganas de hacer las cosas de manera tradicional, y me di cuenta que la respuesta a todo siempre estuvo mucho más cerca”.
Pasó de ser “de otra onda” como decían sus compañeros de universidad que venían de la escuela del rock o del jazz, y se apoderó de la música que suena en la calle, en la micro, en el taxi, esa música que hace llamar pop y que le dicta los códigos en los que se inspira. Madura, musical y personalmente, es que vuelve a Chile para presentarse en una nueva edición del Lollapalooza, evento clave que la hizo re-pensar su espectáculo que tendrá a Kinética como compañera, seis bailarines, homenajes latinos junto a una parte de Santa Feria, y un paso perfomático de Natalia Valdebenito. Un espectáculo “made in Chile”, ese que empieza a re-conocer después de siete años fuera de él.
Chile desde lejos
Mariel Mariel, que prefiere entender este nombre como una banda donde Andy y Toby Love son parte clave del sonido, fue premiada durante el año pasado en los premios Pulsar como Mejor Disco de Música Urbana, y para ella no fue menor aunque su carrera se estuviese desarrollando al otro lado del mundo. “No me da vergüenza decirlo, yo no desprecio a Chile. En este país el desprecio es algo que está en el aire, que a uno le rebota de distintas maneras, desde despreciar hasta ser despreciado. Eso en México no pasa tanto porque, al menos de manera superficial, se ejerce el respeto”.
Se puso contenta cuando Ana Tijoux le entregó el galardón, y pensó en lo relevante que era que un grupo de músicos “reconocidos, o reconocidos entre ellos”, hayan escuchando su disco y consideraran que era el que más mérito tenía en el género. Después de ese hito siente que vale la pena decir cosas en su país natal, uno que ve como vanguardista, con espacios en los que pueden ocurrir cosas evolucionadas y revolucionarias, como lo que pasó en los setenta cuando un gobierno avanzado para la época casi tuvo una posibilidad real. “Tengo un link con ese lugar y quiero ir a desarrollar mi pensamiento adulto”, fue lo que pensó cuando recibió el Pulsar, y no se ha detenido desde ahí.
Esa misma noche fue que Mariel Villagra en lugar de dar un discurso de agradecimiento, donde pudo haber escupido cómo “se perdieron mi adolescencia musical que fue increíble” o haber dado las infinitas gracias a los responsables, decidió confesar un acto de acoso que vivió mientras estudiaba en la Universidad de Chile que hasta el día de hoy no tiene respuestas de los responsables.
“Me interesa estar en Chile porque creo que aquí se pueden decir cosas”, parte diciendo recién venida desde México, donde dar tu opinión te cierra puertas y te pone en peligro porque “aunque en papel sea una democracia, en la realidad es lo más parecido a una dictadura”. “Aquí se pueden decir cosas, se entienden cosas, se canalizan cosas y eso gatilla en un cambio real”.
Y eso está haciendo. Participó en la marcha del 8 de marzo con un cuerpo de baile compuesto por veinte chicas, pasó por el Ruidosa, y logró descubrir de nuevo a su país y su gente, aún cuando se moría de nervios al principio. “La Nata Valdebenito me decía ‘tranquila, hueona, si aquí hay gente que quiere hacer cosas y yo sé que hay talento. Si tú estái en la misma la cosa va a ser una relación espontánea’, y así me di cuenta que hay ganas, que se puede, que no sólo existe una sororidad, sino que es una sororidad de la brava”, como la que planea plasmar con su amiga comediante en el escenario este domingo 2 de abril.
“Me he sentido muy bacán, liberada, ordenada. Fue bueno, fue un acto de justicia para mí, conmigo y para mí que hizo efecto, se logró. Sólo era eso, una denuncia que en un momento no fue escuchada ni contenida por la gente que le correspondía entonces yo decidí que se tenía que saber, más allá de las medidas o castigos que se tomaran y que nunca pasaron, yo necesitaba que se supiera, que se escuchara, que se enfrentara porque en todas las familias pasa, y esa noche, en el Teatro Teletón, los que estaban sentados se acordaron de sus familiares o de ellos mismos”, cuenta sobre el momento que decidió llevar a cabo una semana antes, cuando leyó una historia demasiado parecida a la suya.
“Sabis qué hueona, soy activista, estoy como activista. Es necesario, creo que cada uno lo hace a su manera y yo lo hago desde mi trinchera que es la música. Tengo un espacio y le brindo vitrina desde mi quehacer, desde mi shows, desde mis entrevistas. Soy afortunada de tener la educación que recibí en mi crianza y la que me di a mi misma y no tengo miedo de hablar de ciertos temas porque yo tengo suerte de ser mediadora. Puedo hacer que lo escuche Bachelet o las niñas del Liceo 1”. Sabe que como música tiene un rol que puede aprovechar, aunque no quiere ser vista como tal para siempre, pues quiere resguardar espacios para cantarle a otras cosas sin presiones políticas. Pero por ahora está en esta, se le dio, le acomoda y lo encuentra extremadamente necesario. Porque puede.
“Quiero que las mujeres gocen sus cuerpos, que se liberen, que aprovechen la música para bailar hasta abajo que es lo más rico que hay. Cuando estás en esta conexión con tu cuerpo te sanas, porque te sientes libre, hermosa, no te importa nada, y te da esos momentos de quitarte estrés, de olvidarte de los daños que te han hecho, te proteges, te proteges a ti misma, es terapéutico. Eso le diría a Bachelet, que perree, que no se va a arrepentir”.
Para seguir perpetuando el flow latino, esa mezcla de sonidos que lleva construyendo buenos años, la cantante estrena ‘Y Va a Caer’, a sólo días de su debut en el festival del Parque O’Higgins. “Es una canción que tiene una carga de protesta total, y habla de mis recuerdos con Chile, de los que tengo cuando era chica o de lo que quedaba de la canción cuando me fui”, comenta sobre el histórico grito que le da nombre al track. “Cuando yo me fui habían ganas de que cosas cayeran y la gente lo gritaba y se atrevía a corearlo incluso cuando estábamos en dictadura y era peligroso hacerlo. Es una mirada para atrás de ver qué pasa con la canción porque yo todavía quiero que caigan muchas cosas, es una actualización porque yo quiero que gritemos ‘Y Va a Caer’ cuando hablemos de patriarcado o desigualdad o desprecio o clasismo”, adelanta sobre la pieza que está hecha con la carga histórica pero en formato trap. “Es hacer un cruce de generaciones porque los más viejos no saben lo que es el trap pero sí saben qué significa esta frase potente, y los más jóvenes saben qué es el trap pero no entienden muy bien qué es el ‘Y Va a Caer’”, remata. Una nueva pieza perreable de protesta, salida de la madurez y garra que Mariel Mariel trae en la maleta.