Freddy Olguín escribe. Es periodista y vive redactando textos, sobre música y sobre otros asuntos. Lo que escribe desde hace muchos años, no obstante, son canciones, canciones de rap. Algunas fueron grabadas por ese grupo fundamental que se llamó FDA. Luego, las ha registrado él mismo con el nombre que utiliza hace años para firmar sus discos: Gen.
Con ese rótulo editó el EP Los manuscritos perdidos (2003) y desde entonces ha publicado dos discos largos –Dos (2007) y Es (2009)– y otro de mediana duración, Simulacro (2012). Todos los ha sacado a través de su propio sello, Dilema Industria, y en todos ellos ha desarrollado un rap imaginativo, como el que se encuentra también en el flamante Lar, publicado hace pocas semanas.
Esta vez son diez canciones que reúnen a un colectivo de productores como Gaudeamus, Flornegra, Flakodiablo, Alpha S, Bronko Yotte, Sinhogar y Beatguerrero, entre otros, y a voces como Catana, Franíz y Koanzen. Solo en una canción, ‘Cientotres’, Gen se hace cargo de todo: letra y música, beats y versos.
“Hacer música, sin ser músico, es una bendición. Escribir, sin ser escritor, es buena terapia. Juntar varias canciones y formar un álbum siempre es una revancha, un reseteo”, dice Gen en un diario que fue publicado junto al disco (y que se puede leer acá).
¿Una revancha, un reseteo? “Es que creo que uno hace discos o escribe también por padecimiento -responde. Hay gente que hace discos para hueviar, echar la talla o comerse minas, pero en mi caso nunca ha sido así. Todos los discos parten de una crisis o de algo que me ha pasado, entonces me sirve como terapia. Ese reseteo es que haces estas canciones dentro de un contexto determinado y, una vez que las sacas, es como ¡paf! Te liberas”.
– ¿Por eso pasó tanto tiempo desde que sacaste Es, el último disco largo?
Supongo que no tenía tanto que decir. Los discos son importantes para mí, son representativos de una época. Por ejemplo, Los manuscritos perdidos es representativo de esa época juvenil y Dos, lo mismo. Todos responden a etapas y procesos súper críticos, no necesariamente en un sentido negativo. Quizás hicieron falta siete años para juntar el material, no porque tenga canciones tan viejas, sino porque necesité ese proceso.
– No eres alguien que lleve una “carrera” de músico: no tocas todas las semanas, no estás todos los días en redes sociales, no haces tanta promoción con singles y videos, etc. ¿No te interesa o no puedes hacerlo? ¿Es por eso mismo que pueden pasar varios años sin sacar un disco?
Sí, soy un músico medio testimonial, nunca he tenido una carrera estándar o siguiendo dinámicas de mercado, porque no da para más. Mi música es una miniatura, no voy a venderle el cuento a nadie con que traigo la novedad. Tampoco he tenido la capacidad de ser muy popular. Hay gente que sigue los mismos patrones -son raperos o músicos de dormitorio- y tienen un millón de reproducciones, pero salvo algunas canciones más escuchadas, no he tenido ese “éxito”. De repente uno no lo busca y no es por ser mediocre, sino porque tiene otros propósitos más expresivos.
-¿Lar es una idea que viene de Jorge Teillier? ¿Cómo llegaste a eso?
Más que de Jorge Teillier, es la idea de lo lárico y el poeta chileno más famoso es Teillier, pero también están Rolando Cárdenas o el mismo Floridor Pérez. En el fondo, rescatan la figura de la nostalgia y el paraíso perdido, con la que estuve muy pegado. Teillier me gusta hace rato, me pasé una temporada completa leyendo cosas de él y de Floridor Pérez y ahí fue cuando salió ‘Lar‘. Traté de rescatar esa figura de lo lárico, de volver a la tierra, como dice el tema, y encontrar ahí un refugio, un lugar donde estar. A partir de eso, construí el disco entero.
– En este disco hay varias referencias literarias, como ya lo habías hecho antes.
Es verdad, desde hace mucho tiempo. Foex siempre me decía eso, “deja de robarle a los escritores”. Eso prueba que uno no es tan talentoso, porque si lo fuera, haría su propio mundo.
– ¿Qué tan común es en el rap chileno actual que haya tantas referencias literarias?
Chile está lleno de poetas y raperos, hay para perderse. Por ejemplo, a mí me gusta mucho Mantoi, que escribe poesía de manera muy seria y tiene textos muy buenos. De hecho, sacó un disco que, para mí, es el mejor del año. Gran Rah también puede ser, el mismo Epicentro. Quizás no son literarias en el sentido de que tomen una figura y la hagan propia, como es mi caso, sino que crean sus propios mundos, pero hay un contexto literario; en el mismo Bronko (Yotte) también pasa.
Hay un contexto literario inherente al rap, entendiendo a los raperos como poetas menores. Los poetas serían los mayores y los raperos serían poetas de cuneta. Yo alguna vez le escuché decir al Bronko, por ejemplo, que el rap no era poesía y, en estricto rigor, no lo es. No puedes comparar un texto poético que tiene una figura, una retórica, métricas determinadas…
– Pero de ahí viene el nombre del rap, ritmo y poesía.
Sí, pero es verso libre. Es como comparar a Bertoni con Lihn. No sé, Epicentro no escribe igual que Bronko y Bronko no escribe igual que Jonas Sanche, entonces todas esas estéticas son cruzadas. Falta alguien que agarre eso y teorice, todavía no leo algo así.
Para mí, el más cercano a la poesía es Mantoi, porque escribe poesía, la publica y además es muy buen rapero. Los otros son buenos raperos, pueden tener buenos flows, ser onderos, pero el rap no necesariamente tiene que ver con la poesía. Puede ser pura charlatanería y hueveo, es súper amplio.
– Estuviste en encuentros de poetry slam e incluso fuiste a uno en Argentina, ¿influyó esa experiencia en el disco?
Sí, tiene harto que ver, porque siempre me ha gustado esa figura de la palabra hablada. Me gustan músicos como Mike Skiner (The Streets), que no sabes si está rapeando o recitando, entonces hace rato que venía con eso. De hecho, en un momento, como para rebelarme contra la estética del rap, no quería rimar. En Dos, por ejemplo, hay textos en los que voy hablando, porque le estoy copiando a Mike Skiner. No todos me sacaban el rollo, porque siempre me tiraban un beat 4×4 y había que rapearlo, pero creo que desde ahí fui desarrollando esa inquietud.
En el mundo el poetry slam se hace mucho tiempo y acá es un pequeño grupo, pero me metí en ese circuito, gané como un campeonato en Santiago y fui a Argentina, a una instancia internacional donde había tipos bacanes. Había unos uruguayos increíbles, unos argentinos que hacían casi stand up comedy, que eran muy virtuosos con la palabra, cuenteros, pero ahí aprendí. Por ejemplo, el primer tema, ‘Enumero‘, está hecho a medio camino entre el rap y la palabra hablada, pero es una cuestión que venía haciendo de antes.
– En esa canción haces una suerte de presentación. Dices las cosas que tienes y las que no tienes, nombras referentes y hay frases como “sin rima no hay vida”. ¿La pensaste así?
Sí, ese formato del spoken word tiende a ser más expresivo y claro, la canción se llama así porque voy citando varias cuestiones que pasaban en ese momento. Sirvió como introducción para el disco, porque condensa todo el rollo que hemos hablado, lo lárico, la disposición frente al mundo y frente al rap que me gusta. Digo “que viva Mos Def” y menciono a varios autores. Es sin afán de darme color, sino que de tomar posición: lo vengo haciendo hace rato y esta es mi estética, esta es mi forma de enfrentar las cosas. Y para hacerlo fácil, para no ser tan charlatán, mejor enumeremos.
– En el disco también hay una referencia a El discurso vacío, un libro de Mario Levrero, ¿cómo llegaste a eso?
Porque en ese tiempo estaba releyéndo a Levrero. Es uno de mis escritores favoritos y ese libro, en particular, es en primera persona. Desde ahí, derivé a reflexionar y escribir. No es más que eso, fue un tiempo bien oscuro e introspectivo.
– Es un libro que tiene mucho que ver con el oficio de escribir. ¿Te interesó también por ese lado?
El libro tiene que ver con la caligrafía. Yo escribo todos los días, por padecimiento o para comer. Tengo entregas casi todos los días. Es cuático, porque la última vez que me entrevistaron seriamente, le dije al David Ponce que alguna vez me quería ganar la vida escribiendo, y ahora que me entrevistan de nuevo, me gano la vida escribiendo, entonces tengo que hacerlo. Si es un texto para mi música, sobre música o una cuestión SEO, lo que sea, hay que hacerlo. El libro se refiere a la figura de escribir a propósito del arte, dedicarle la vida a la escritura, pero yo solo lo encontré bonito y a partir de eso lo menciono.
– Hay otra canción, ‘Santiagolohizo‘, que es una referencia a Chinoy, pero además habla de cómo Santiago es una ciudad que define tu personalidad. ¿Por qué quisiste hacer una canción sobre eso?
Porque creo que es verdad. El color de Santiago, y especialmente venir o vivir en la periferia, define tu manera de ver el mundo. Lo que digo ahí en el diario, que la gente en Santiago se volvió muy acomodaticia, muy egoísta en muchos aspectos, más que una crítica moral, es lo que termina influyendo en tus relaciones interpersonales. Cuando la gente está así, empiezas a tener malos ratos en lo amoroso, en lo laboral, en tu familia. Obviamente es algo global, pero en el contexto santiaguino, es algo muy asfixiante, porque esta ciudad es muy chica. Acá no hay lugar para todos ni podemos darnos color entre nosotros, porque se ven las costuras: qué te dai color conmigo, si yo sé de donde venís, te he visto hace diez años, sé a lo que te dedicas.
No estoy diciendo que el santiaguino sea particularmente penca, sino que eso, trasladado al contexto santiaguino, resulta más asfixiante. Por eso se llama ‘Santiagolohizo’, porque Santiago me hizo así, no puedo ser de otra forma.
-Y en ese sentido, ¿cuál es la particularidad al venir de la periferia?
Es que ser de “extracción popular” te da una mirada distinta o, más que todo, te otorga miradas: ves los contrastes de Santiago en veinte minutos. Puedes estar acá, en el centro, y en veinte minutos estar en Renca o, no sé, en Puente Alto… bueno, depende del Metro jajaja. Pero ahí cachas que tienes un brillo distinto, se nota en cómo hablas. O yo pienso que se te debería notar.
https://www.youtube.com/watch?v=-8rZEeBWIx4
– Otra canción, “199X”, es como un homenaje al rap de cuando eras chico.
Sí y es una conexión también con raperos de ahora que son puristas modernos, como Flakodiablo, que es del sello Lunar Tapes. Ellos hacen un hip hop lo-fi, les gustan los cassettes y hacen música que suene bien en ese formato. Flakodiablo hace beats bien noventeros, entonces es como un homenaje a la vieja escuela del hip hop.
– En la canción hablas de un tiempo antes de la selfie, el meme, el filtro de Instagram, ¿es una mirada nostálgica?
Claro, porque para los que vivimos esa época dorada del hip hop en Santiago, obvio que no existía la selfie ni el bling bling ni las mafias. Ahora todo el mundo es patotero o pandillero o pretende serlo y hay un rollo súper materialista en el hip hop. Hay gente que está más preocupada de comprarse ropa que de sacar un disco y eso, para mí, es preocupante, entonces ahí también me sitúo. Nosotros venimos de otra escuela y ahí ocupo la palabra “urgente”, porque se hacía urgente que rapeáramos, porque era lo que teníamos. ¿Cuál es la urgencia hoy para los cabros, para que hagan rap? Yo no quiero dar lecciones de moral, pero son diferencias y siento que hay gente que lo hace de manera muy genuina y otros que están un poco atrapados en la moda.
El disco completo es muy nostálgico, pero no en el sentido más purista de la palabra. La música de Flakodiablo es nostálgica, claro, suena como hace 15 años atrás, pero está hecha en el 2016, entonces ¿qué es eso? ¿Nostalgia, revival? ¿O es legítimo traer de vuelta cosas que se perdieron? De eso se trata.
– Otra canción se llama ‘Mi crew es mi cabeza‘. ¿Tiene que ver con un rap más personal, más íntimo?
Exactamente. ‘Mi crew es mi cabeza’ es como esa frase que decía Koala (Contreras): “mi rap es personal, me gusta y me sirve”. No necesito una crew para mis necesidades expresivas. También apela a que en ese momento, cuando la escribí, me sentía muy solo y como que mi crew, mi patota de amigos, era yo. Por otro lado, es lo que dices muy bien: ese afán personal de la música o del rap lo quise representar en esa frase.
– El disco fue editado por Dilema Industria, que ya lleva 13 años. ¿Cuánto ha cambiado en el tiempo? ¿Cómo lo ves ahora?
Hace poco fui a una charla y Mika Martini (del sello Pueblo Nuevo) dijo que el eslogan de su sello era resistir y permanecer. Yo creo que es muy decidor, porque apela a una estética, a una visión de las cosas versus muchos sellos que surgen por oportunismo o tendencia, que tampoco es malo. Con Dilema Industria nunca pretendí montar un sello propiamente tal, partió todo de la precariedad. Si no había un sello, teníamos que montarlo nosotros. 13 años después sigo haciendo música, entonces lo más natural es que siga sacándola con mi propio sello.
Si el sello no ha crecido o no ha respondido a las dinámicas de mercado, la explicación que yo le doy es que intentó mantener el espíritu original, que era encontrar música para descargar gratis, con lo que hoy parece que eres el loco del pueblo. O sea, ¿cómo se te ocurre poner el disco gratis, si lo tenís que poner en Spotify, si hay que venderla?
Por eso mismo, también es el cierre de una etapa, de empezar con mi música y probablemente también terminar con ella. En ese sentido, es muy simbólico. Estoy entusiasmado, porque siento que es una etapa bonita de volver a hacer música y el disco le ha gustado harto a la gente. Eso me tiene feliz en el sentido de que… ¿cómo era la frase? Hemos resistido y permanecido.
¿Estás pensando en terminar con Dilema Industria?
No sé, quizás tenga otro rumbo. Además, hoy todo es muy individual, como que la figura del colectivo o de trabajar en conjunto, salvo si tienes objetivos específicos súper concretos, no está en el diccionario milenial. Como que hay que salvarse solo, entonces… no sé, hay que ver que pasa.
Fotos: R.R. Donosock.