“Quiero vivir mi edad, vivir con claridad quien soy. Ya no tengo tiempo para cuentos que me hagan pasar el rato. Vestirme de rockero, me da pena verlo en otros tan viejos como yo. Ya no tiene sentido que un hombre de mi edad siga haciendo lo que hizo en su juventud”.
La cita está en uno de los pasajes de O’Brien: Las edades del hombre, el documental que se estrenará en el Festival In-Edit Nescafé (9 y 10 de diciembre), en torno a la figura de Juan Mateo O’Brien, ex integrante de esa maravillosa banda que se llamó Los Vidrios Quebrados.
‘Edades del hombre’, justamente, se llama la primera canción de Gran avenida (Cápsula Discos, 2013), el debut solista de O’Brien, ¡46 años después del único disco que grabó la banda! Y ese disco, a su vez, fue el punto de partida para el documental.
Después de editarlo, O’Brien y su banda -integrada por algunos miembros de Matorral- grabaron una sesión en los estudios Triana, bajo la dirección de Christian Salinas. Luego, en conjunto con Gonzalo Planet, el realizador comenzó a idear un filme puntuado por locuciones del propio O’Brien, secuencias en diferentes rincones de Santiago y las apariciones de Mauricio Redolés, Eduardo Carrasco (Quilapayún), Matías Cena, el actor Luis Alarcón y el recién fallecido dramaturgo Juan Radrigán.
“Me interesaba que Juan Mateo jamás fuera entrevistado en cámara, que el relato no fuera lineal y que algunas secciones de las canciones unificaran las escenas. Queríamos dar cuenta de las pasiones, reflexiones y también contradicciones que inevitablemente surgen a lo largo de una vida ligada de distintas maneras a la creación, mediante fragmentos de una especie de puzzle que de a poco dan develando a nuestro personaje. Me parecía relevante generar en el espectador más preguntas que respuestas”, explica Gonzalo Planet, también bajista de Matorral.
El protagonista, entonces, es en realidad un personaje a partir del cual la película habla de otras cosas: de Santiago, del paso del tiempo y, sobre todo, de la relación entre textos y canciones.
“Carrasco, Radrigán y Redolés son gente que han escrito para hacer música sobre sus textos, lo que es el tema central del documental. El documental es sobre la música y la palabra y los tres son reconocidos autores de canciones de un gran valor presente, como diría un economista”, explica O’Brien.
– Así como en Gran avenida, la ciudad de Santiago está muy presente en el documental, a través de las micros, los cafés, las calles, el río, los barrios. ¿Por qué este énfasis?
Desde hace muy poco está de moda hablar de Santiago como una ciudad vivible, amable, amena. Antes del cambio de siglo, Santiago era considerada horrible, contaminada, segregada. Es tan típico de nosotros pasar rápidamente de la angustia a la euforia, en un comportamiento borderline lejano de cualquier equilibrio. Santiago siempre fue hermoso y esa belleza no está solo en el barrio Lastarria. Está por doquier, en las poblas, en el centro, en las fuentes de soda de San Diego, en La Vega…
– En una parte lees la carta que presentaste para ingresar al Partido Comunista en 1971, en la que rechazas tu paso por Los Vidrios Quebrados y las formas del rocanrol. En ese momento, ¿qué significaba hablar de la música en inglés como una forma de alienación? ¿Cómo ves esa carta con la distancia del tiempo, considerando que efectivamente cuando volviste a cantar, lo hiciste en castellano?
Es necesario entender el contexto y, en descargo del PC, debo decir que de ninguna forma fue el partido el que me pidió renegar del rock. Fue una actitud propia que asumo plenamente. Yo venía llegando de Francia, donde estudié sociología y viví Mayo del ‘68. Estaba ideologizado al extremo y lleno de esperanzas sobre el significado de la UP. Renegar del rock fue el equivalente de ese acto que realiza el Papa al lavar los pies de los mendigos en Semana Santa (?) o vestir con andrajos a los nuevos masones en sus ritos de iniciación. Digamos que renegar del rock fue parte de un rito.
– En el documental hay una crítica hacia el nivel de las letras en la música chilena. ¿Por qué crees que no hay buenas letras en Chile?
Hay muy buenas letras en Chile. Sabemos de (Patricio) Manns, de (Rolando) Alarcón, ahora de (Ana) Tijoux, pero no se ve que el desarrollo de calidad se mantenga. Todos quieren ser cantautores, los más son buenos músicos y pésimos letristas. Habiendo tanto buen poeta desempleado, sería bueno reciclarlos para que aportaran a mantener la letrística en un mejor nivel. No se trata de hacer nuevos descubrimientos en el lenguaje, sino que las partes se dispongan con elegancia en el todo, lo que no ocurre a menudo. Y no se trata de escribir sobre grandes temas o en frases complejas. Alarcón, por ejemplo, hablaba de las cosas simples pero con una delicada economía, carente de palabras elegantes.
– “Si llego a hacer otro disco”, dices al final del documental. ¿Te planteas esa posibilidad realmente?
Hacer un disco es un trabajo intenso. Estamos en eso.