En el apartado de Jani Dueñas de Wikipedia conviven muchas de sus pasiones, oficios y talentos: libros, doblaje, participaciones televisivas como locutora y en la actuación, radio, hasta dirección de casting. Falta un ítem medio implícito pero no menos importante para la vida de la entretenedora: la música.
El cruce orgánico de la música con el humor se vuelve protagonista en una fórmula ya probada por iniciativas como Terapia Grupal, que en esta fecha cobra el sentido reivindicativo de llevar un debate cotidiano a un escenario mediante diversas agentes: activistas internacionales, artistas nacionales cuyas canciones se han encargado de retratar lo que los medios no, y contadoras de historias.
Seguramente, el punto de unión entre la comedia y la música: la obligación de pensar lo que se ve, lo que se vive, y traspasarlo a un registro cercano que nos invite a la reflexión y el debate, ya sea mediante anécdotas sexual-afectivas con las que nos identifiquemos y nos hagan reír, o canciones como himnos de reivindicación lesbofeminista como únicas palabras dedicadas a las asesinadas. Todo para salvarnos.
“La música me ha salvado muchas veces. Pixies me ha salvado toda mi vida, yo creo que los Cocteau Twins también. Hay dos canciones, más allá de esas bandas, que me han salvado. ‘This Must be the Place’ de Talking Heads, que me acompañó en momentos de mucha felicidad y luego de mucha tristeza, una canción que tiene el poder de ponerme muy contenta pero con una nostalgia que no alcanza a ser dolorosa. Siento que es el más grande himno de amor del universo y no necesariamente del romántico. También está ‘Grace’ de Jeff Buckley, una canción que acompañó un proceso de desamor”, dice Jani Dueñas sobre esos pasajes que significaron mucho más que minutos de canción.
Su relación con la música es más potente de lo que se podría inferir. Como parte de 31 Minutos y en eterna condición de escuchadora, la actriz reconoce que la música es súper importante en su vida, y en todo sentido. Criada entre vinilos de Queen y Bob Dylan, consumidora de anglo por obligación política, y con un bagaje de familia, se metió en ramas personalizadas donde ir a comprar casetes a Fusión era un escape adolescente y un disfrute entre amigos. Con O.
Nirvana, Soundgarden, L7. La influencia que la marcó y la música que escucha hasta hoy, en su mayoría de hombres. “No sentí una imposición o mandato con la música, escuchaba “música de hombres”, que es una división que igual existía. Yo no la sentí pero me tiré para ese lado. Me juntaba con cabros porque escuchábamos lo mismo, a mis amigas no les interesaba tanto esa música pero éramos amigas igual, por otras razones, pero el tema de juntarse a escuchar, a pasarse discos, a hablar de las bandas que nos gustaban sí era mayoritariamente con hombres”.
A pesar de no sentir una obligación con tal o cual género más “adecuado” para chicas o chicos, siente que en vivo la historia comienza a cambiar. “Habían tocatas en el Manuel Plaza o en el Bar de René, incluso en La Batuta, lugares que eran predominantemente de público masculino y ahí sí éramos minoría y había un espacio relegado para las mujeres. Yo creo que las Riot Girls son tan importantes, porque ellas (Bikini Kill) fueron las primeras en levantar esta frase de las mujeres adelante, de hueones váyanse para atrás porque es complicado el moshpit, porque hay situaciones de agresividad en el fervor de un concierto de rock y las mujeres, obviamente, teníamos que ir para atrás a cuidarnos. Eran pocas las que se atrevían a estar ahí, pegando patadas. Yo no era una de ellas. Cuando aparece este movimiento en los noventas fue súper importante para las que nos gustaba la música porque nos sentíamos realmente representadas por estas mujeres, que además eran cantantes”.
Más allá de la empatía que puede producir Kurt Cobain, Dueñas vivió la real identificación con artistas que conoce los detalles de ser una mujer en situaciones tan poco analizadas por el grueso de hombres, como una sencilla tocata en la que te pones en riesgo.
“Hasta ese minuto estaba siempre la figura de la mujer bajista, de la mujer cantante, de la corista. De ahí para adelante existió una representación de manera mucho más protagónica. Yo creo a que a todas las que nos gusta esto, el escenario o la música en particular, nos hizo sentir que podíamos tener un nivel de protagonismo y eso es súper importante”.
Dejamos a los hombres detrás en la tocata para poder disfrutar de un concierto, pero ¿qué hacemos cuando esos hombres pasan a llevar y/o violentan a otras como una? ¿Seguimos pidiéndoles amablemente que se pongan atrás o les cerramos espacios?
“Creo que si el abusador está vivo, debería quedarse en su casa y no hacer nada más. Pasa en el mundo de la comedia también, pasó con Louis CK, alguien a quien muchos admirábamos. Se descubrió que había abusado mujeres, que había cometido actos muy impropios con muchas colegas y que llevaba años haciendo esto y negándolo. La condena social tiene que ser rígida, él se tuvo que ir a guardar y no pudo actuar más. Trató de hacer unos clubes y resultó ser un saco de huea, y volvió a guardarse en su casa, perdiendo plata y a reflexionar de sus errores”, analiza Jani.
“Creo que ser comediante o músico, artista, o que tener cierto grado de sensibilidad, incluso ser feminista u homosexual, no te salva de ser un pelotudo. La gente es imbécil a pesar de todas estas condiciones. Creo que está bien que un artista que se sabe que es abusador o que ha cometido abusos, no pueda seguir actuando ni trabajando ni ganando el nivel de plata que estaba ganando antes”.
Dice que, más allá de encontrar bueno el trabajo de algún abusador, “si esa persona es un conchesumadre, no debería tener la posibilidad de tener un grado importante de trabajo o exposición como antes”. La cosa cambia un poco con los muertos, donde lo toma como una decisión más personal. “El que quiera seguir escuchando Michael Jackson y pueda separar la obra de su conducta, yo no lo condenaría tampoco. Creo que hay que bajarle un poco a la policía del pensamiento, que está muy en boga hoy decirle a los demás cómo tienen que vivir y qué es lo que tienen que hacer y cómo se tienen que sentir. Creo que cada uno tiene que decidir lo que hace”.
Apoya la condena social, que la gente lo sepa. Le parece respetable decisiones como sacar a alguien de la parrilla de radio como también respeta a aquellos fanáticos que lo encuentran “seco artista” y que quieren seguir escuchándolo. “Es huea de ellos y creo que es importante entender eso: un artista puede ser muy muy talentoso y puede ser una muy muy mala persona, al mismo tiempo”.
“Hay que desmantelar estos casos, sobre todo del circuito de gente que está viva y trabajando y haciendo cosas. Cuando haya denuncias, creerle a las víctimas, y creo que si las leyes no funcionan, la funa social es potente e importante y tiene mucho sentido que así sea”, dice la joven que aprovecha de adelantar que este será el año en que tendremos sorpresas musicales por su parte, más allá de los proyectos que ya conocemos, como es la faceta humorística junto a su amiga, Paloma Salas.
“Va a ser una noche catártica, muy emocionante, mucha pasión, mucha energía, mucho punk rock. Una noche en la que nos vamos a encontrar un grupo de gente que queremos liberar esta energía, en un espacio seguro donde te encuentras con gente que lucha por las mismas cosas que tú. Una noche de encuentro, de encontrarse”.