Fotos por Felipe Vilches
Warp Records es uno de esos sellos que nacen en la seudo-clandestinidad de la independencia, pero que hacen tan bien las cosas que llegan a un punto en que la frontera entre ser pequeño y ser grande se vuelve difusa. Esto, claro, de la mano de una lista de artistas en que consagrados como Aphex Twin y Brian Eno se cruzan con sinónimos de vanguardia, como Flying Lotus, Grizzly Bear y Prefuse 73. Y es curioso, pero entre todos esos nombres, el de Jamie Lidell es uno que se ha vuelto sinónimo con esta disquera. Aún cuando no suena como nadie más en su catálogo.
Ahora, este oriundo de Cambridge, Inglaterra, está en Chile presentando su último trabajo, “Compass” (2010), un disco en que, para variar, le da una vuelta de tuerca a su música, electrónica que en años recientes había mutado en un funk/soul à-la Motown. Hoy (martes 19) se presenta en el Centro Cultural Amanda, y un día antes, está de un humor increíble. No puede evitar comentar que anduvo por una feria de cosas usadas el domingo, cerca de “The Heros”, y que desde que llegó al país el sábado en la tarde lo ha pasado increíble.
¿Hace cuánto fichaste con Warp Records?
Firmé con ellos el ‘99. Once, doce años ya. Conozco el sello. He visto muchos cambios, incluyendo como pasaron de ser una disquera electrónica a algo más, digamos, “indie”.
Esa longevidad le da mucho sentido a que te hayas transformado en una de las figuras icónicas del sello en cuanto a la electrónica, aún cuando tu música ya evolucionó en algo más.
Sí, es cierto. Siempre he hecho electrónica, pero, de alguna manera, el haber comenzado a cantar y hacer más cosas me puso en una esfera distinta a lo que se estila allá. Porque ahí están los Autechre, Aphex Twin, LFO, embajadores del sello. Si Warp Records fuera un edificio, ellos te estarían haciendo el tour por las dependencias. Yo soy este tipo loco y extraño que estaría en el ala Mäximo Park del lugar, supongo. Soy alguien raro en medio de todo ese talento.
Pero aún así, tu nombre es sinónimo con esa disquera.
Lo es, y eso es grandioso. Estoy muy orgulloso, y espero que ellos también lo estén, porque amo su espíritu. Tratan de hacer buena música y mantenerla independiente, aún hoy.
¿Alguna vez se han metido en tu proceso creativo? ¿Te han dicho dónde ir, o has sido libre en ese sentido?
Libre. Ésa fue una de las razones por las que fiché con ellos: porque querían que hiciera lo que me naciera. Ahora, sí, solían estar más involucrados de lo que están hoy. Pero creo que estamos llegando a un punto en que quiero avanzar, y al mismo tiempo, que ellos tengan opinión de nuevo. No sé por qué, pero eso quiero.
¿En serio? Suele ser lo contrario…
¡Lo sé! Es raro. Quiero que entiendan adónde va el disco antes que esté terminado. En el último álbum, yo sólo se los pasé, fue como entrar y lanzárselos a la cara: “¡Ahí está! ¡Hagan algo con él!”. Y no sabían qué decir. Ellos necesitan estar familiarizados con tu dirección musical, para saber cómo promocionarte, o presentarte. Antes tenía esta paranoia, todo era yo versus el sello. “Yo les doy la música cuando esté lista, a la mierda con ellos hasta entonces”. Y eso no está bien. Los estaba tratando como mi enemigo, y no lo son. Si tú, músico, de verdad piensas eso, entonces estás con la gente equivocada.
UNA NUEVA ENERGÍA
Tu último elepé, “Compass”, salió hace casi un año ya. Tiempo en que lo has estado tocando, promocionando, escuchando. ¿Qué piensas de él ahora?
Estoy muy orgulloso. Necesitaba hacer algo así. Antes, estaba tocando “Jim” (2008) y yendo por este camino soul en que creían que eso era todo lo que hacía. Amo ese sonido, así como amo el pop, y toda la música que he hecho. Cada uno de mis discos me llena de satisfacción. Pero pensé que era importante mostrar un nuevo lado de mí mismo, porque ese encasillamiento no era justo ni para mí ni para quienes querían oír otra faceta mía. Y al final de ese tour, ya estaba un poco cansado de esas canciones. Necesita una energía distinta y una nueva dirección. Es como andar en auto. Esos últimos trabajos habían sido como una autopista, pero tarde o temprano te aburres del paisaje. Necesitas ir por las calles laterales, los pasajes, los caminos escondidos, ¿sabes?
Y este trabajo viene a ser esas calles pequeñas.
“Compass” es eso: perderme por esas calles, mirando alrededor y disfrutando estar perdido. Y luego, encontrándome a mí mismo, y confiando que estoy en la dirección correcta. No tienes que estar rodeado de elementos familiares para sentirte bien o saber dónde estás. Si te sientes bien contigo mismo, nunca estás perdido. No realmente.
Entonces, hacer este disco era una necesidad tuya.
Sí, lo era, en realidad. El resto cae por su propio peso. Me encanta tocarlo en vivo, tiene una cierta ferocidad. De hecho, fue un desafío armar una banda capaz de hacer estos temas, ¡porque hay tantas cosas pasando al mismo tiempo! Distintos productores, instrumentos…
La energía va cambiando.
Claro. No es la típica estructura guitarra/bajo/batería. Realmente, es difícil recrear cada track. Y es un buen desafío llevar eso a la experiencia sobre el escenario.
Supongo que sabes que es inevitable, estando en Chile, que te pregunten por Super Collider, la banda que iniciaste con el chileno Cristian Vogel allá por el ‘98, ¿no?
Por supuesto. ¡Y eso es muy bueno!
¿Cómo se conocieron? ¿Quién encontró a quién?
Yo lo encontré a él. Hacía techno en ese entonces (empecé a lanzar discos el ‘95, ‘96), y escuchaba mucho, también. Y me encantaba el sonido de Cristian. Era mi favorito. Un puto genio, sabía que tenía que conocerlo. En esos días yo no tenía casa. Iba y venía y venía entre Cambridge y Londres, así que no fue problema partir a Brighton, donde sabía que él vivía. Y el mismo día que llegué, veo a esta chica con una bolsa de Tresor Records (el sello de Vogel en ese entonces) y pensé “¿Tresor Records? ¿En Brighton? Tiene que ser Cristian”. Así que fui, le pregunté si era su hermana y me dice: “No, soy su novia”. Diablos. Me presento, le digo que acabo de sacar un disco con Subhead (proyecto con Jason Leach y el fallecido Phil Wells) y me responde: “¿Subhead? ¡Sí! ¡Nos encanta tu disco!”. Fue increíble.
Una conexión instantánea.
Lo conocí el mismo día, nos hicimos amigos de inmediato, montamos un estudio juntos. Todo muy rápido. Y un día, dijimos “¿por qué no hacemos música pop”. Super Collider es nuestra definición de lo que es pop. O sea, no lo es realmente. Es una definición extraña.
Déjame intentarlo: ¿dirías que es lo que te gustaría escuchar sonando en la radio?
¡Exacto! ¡Eso es!
Supongo que ustedes dos siguen en contacto.
Algo, pero no mucho. No sé dónde está ahora, y dudo que sepa dónde estoy. Ya no hablamos tanto, no porque no seamos amigos, sino porque hemos perdido contacto. Él está muy ocupado con sus cosas, y yo con las mías. La vida, a fin de cuentas.
Entonces, nunca han hablado de volver a hacer música.
¡Pero eso es un Super Collider! (nota del autor: la traducción literal de Super Collider es “Súper Colisionador”, y se refiere a artefactos como aquel que está en Suiza con el que intentan recrear el Big Bang; pero, francamente, la traducción es horrible, así que optaremos por dejarlo en inglés). ¿Sabes? Las particulas se van alejando, cada vez más, por mucho tiempo, hasta que llega un momento en que, ¡bam! Se vuelven a juntar. Así que, quizás, le haremos honor a nuestro nombre y nos reuniremos.
Otra pregunta inevitable estando por acá. No me cabe duda que desde tus días de techno hasta ahora has escuchado mucha música electrónica, aún hoy. Entre tus músicos o discos favoritos, ¿hay alguno de estos chilenos que andan dando vueltas por Europa en la escena electrónica? Como Ricardo Villalobos, Matías Aguayo…
Con Ricardo nos conocemos. Viví mucho tiempo en Berlín y nos encontrábamos siempre. Me gusta lo que hacía Vicente (Sanfuentes). También nos conocimos en Alemania, en los días en que estaba haciendo su Original Hamster. Entiendo que ya no está en eso, pero era muy bueno. Y Über, también (Sieg Über Die Sonne, la dupla del chileno Martín Schopf y el germano Tobias Freund). Trabajamos juntos: ellos hicieron un remix para mí, en “Jim”, y yo voy a cantar en algunas de sus nuevas canciones. Bueno, eso espero. Hemos tratado de juntarnos, pero ha sido difícil. De hecho, una de las razones por las que llegué antes a Chile fue para ver a Martín, pero él no está acá. Una pena.
MÚSICA AL NATURAL
Es curioso que menciones lo de tus colaboraciones con Martín, porque tengo la impresión de que un buen número de gente no te conoce por tu trabajo en Warp Records, pero sí por tus colaboraciones y tus remixes: Grizzly Bear, Beck… ¿Tienes algún favorito en ese rubro?
El remix que hice para Grizzly Bear. Trabajé mucho tiempo en él. Me encantó la canción, y pensé: “¿Qué hago para el remix? ¿Algo loco?”. Pero me di cuenta que lo más loco que podía hacer era tratar de copiar el tema de forma exacta, por mi cuenta. ¡Y fue demasiado difícil! No pude hacerlo. Mi “copia exacta” ya es algo distinto. Entonces, terminó siendo una linda idea. Es un buen concepto para remixes, de ahora en adelante (risas), porque nunca podrás lograrlo. Y con Matthew Herbert, también. Trabajar con él fue el inicio de todo lo que hice en estilo Motown. Siempre estaré agradecido de él.
¿Que piensas de lo de hacer remixes, en general?
Es complejo. A veces, ni siquiera es tan agradable. Hay que tener algo listo para tal día, y si no te ha llegado una buena idea, tienes que sacarte algo del sombrero, por así decirlo. ¿Sabes? A veces, la mejor parte de una toma (ya sea un remix o un tema propio) viene cuando estás cómodo con lo que estás haciendo. Cuando sale natural. Y cuando llega ese momento, quizás, como músico, deberías escucharlo. Porque no es natural porque sea fácil, sino porque se siente bien. Creo que el mejor trabajo que puedes hacer viene de momentos así. Es una lección que hay que aprender.
La buena noticia es que tú ya la aprendiste, aunque te haya tomado quince años de carrera.
He tenido suerte. He trabajado con mucha gente increíble, he podido seguir creando música. Es interesante esto de tener el respaldo de un sello, el tiempo y la pasión para continuar.
Y hablando de continuar, de algún modo cerrando aquello que estábamos comentando recién: ¿con quién te gustaría trabajar a futuro?
Sería una buena idea colaborar con Flying Lotus. Estamos en el mismo sello, y él es grandioso. Me encantó lo que hizo con Gonjasufi, por ejemplo. Eso fue increíble.
Sería un buen choque de estilos: ambos hacen electrónica, pero las similitudes terminan ahí. Su sonido está a kilómetros de distancia.
¡Sí! Sería muy bueno. Y, ¿te digo algo? Me encantaría trabajar con alguno de los productores que solían grabar con Madonna, Janet Jackson o Whitney Houston. No en este último tiempo: estoy hablando de la época de ‘Lucky Star’ (1983) y gente como “Jellybean” Benitez. Porque me encanta toda esa música, y estoy escuchando mucho de esa era de la electrónica, del dance, del soul. Ese sonido y esa energía, era increíble. Básicamente, es todo sintetizadores y máquinas de ritmos. Y hoy, genios como él no están haciendo nada. Tienen estudios inmensos en sus casas, pero ningún proyecto real. Pensando en esto me di cuenta que tanto los músicos como los productores pasan por períodos de tiempo en que están realmente ocupados, y luego llega la siguiente camada… Y todos se olvidan de ellos. Y son talentos increíbles.