Jake Bugg, vestido de negro de pies a cabeza, nos espera en el lobby del hotel en el que se hospeda hace dos días, en Santiago. Está a horas de realizar el concierto que lo trae a Chile, luego de su presentación en Lollapalooza en el 2014.
—Llegaste hace un par de días, ¿has salido a pasear por la ciudad?
—La verdad es que no, pero he estado bebiendo mucho.
—Bueno, eso también está muy bien.
—Ja, ja, ja sí, definitivamente.
No sé dónde ubicar la grabadora, porque el sonido ambiente es ensordecedor, así que mientras Jake Bugg toma té con limón y miel -le duele la garganta- toma mi aparato y se graba a sí mismo.
—Gracias, Jake.
—De nada, lo que necesites.
En el año 2012 debutó con su disco homónimo y tan solo once meses después apareció Shangri-La, otro álbum en el que trabajó junto a Iain Archer y Rick Rubin, co-fundador de Def Jam Records. “La verdad es que no fue para nada planeado de esa forma, digo, los lanzamientos. Fui a grabar una canción con Rick y me preguntó si tenía más temas, así que le dije, ‘mira sí, tengo algunas ideas’, así que las grabamos y teníamos una gran parte de un disco sin darnos cuenta. Mi sello ni siquiera lo sabía, se enteraron cuando ya teníamos la mitad del disco y creo que se preocuparon un poco. Al final, todo resultó bien y me gusta mucho el resultado. Disfruté muchísimo trabajando con Rick”, explica.
Entre el 2013 y el 2016, año en el que apareció su tercer larga duración (On My One), Bugg se embarcó en una gira que se extendió por casi dos años y medio, el primero con esas características de su vida. “Girar por tanto tiempo obviamente es maravilloso. Recorrer el mundo y conocer mucha gente está muy bien, pero después de un rato se volvió un poco agotador, pienso que para todos. No creo que vuelva a hacer una gira tan extensa de nuevo, porque fue muy intensa. Prefiero pasar más tiempo en el estudio y hacer más música”, declara.
Ese deseo de instalarse por temporadas más largas en el estudio no abarca sólo a la composición de canciones, sino también a la producción. Un camino en el que ya ha estado experimentando, aunque para refererise a este tema es cauto y explica de entrada que técnicamente sabe muy poco. “Produje nueve o diez canciones de mi último disco, pero fue un accidente, no lo tenía planeado. Estaba grabando demos mientras escribía y al sello le gustó lo que mostré, así que lo hice. Me gustó mucho, porque aprendí cosas técnicas que antes no sabía y fue más bien como un experimento. Honestamente, no puedo pretender que sé de técnica, para mí se trata más de ir probando qué suena bien y qué no”.
En algún momento también trabajó con Mike D de Beastie Boys, en canciones que hasta el día de hoy no han sido publicadas “probablemente, por mi culpa”, aclara. “Es un tipo muy agradable, me divertí mucho. Creo que si estás metido en la música, siempre estás abierto a diferentes estilos. Quizás mi música no es hip hop, pero sí lo escucho. Cuando amas la música y trabajas con alguien que tiene un background diferente es mucho más divertido y es una experiencia enriquecedora. Él tiene mucha más experiencia desde el lado de la producción, así que fue un gran complemento y aprendizaje. Y sobre todo, creo que la influencia del hip hop vino después de trabajar con él. Cuando volví a casa a trabajar a mi estudio, a producir, empecé a trabajar con beats de hip hop y creo que por ejemplo, en ‘Gimme the love’, la forma en que aparecen esas letras tienen mucho de eso. Así que creo que sí, esa influencia se quedó conmigo y salió desde que volví a trabajar solo en mi casa”, continúa.
El año pasado, la BBC titulaba una entrevista a Jake con “Todos pueden tener un álbum número uno actualmente”. También, en el cuerpo de la publicación el músico se mostraba algo desencantado con la industria musical. Y ‘Gimme the love’ es -también- una canción que habla sobre algunas luchas que se presentan al estar sumergido en el negocio.
“Cuando dije eso en la BBC me refería más que nada al declive de la venta de discos, ya no tienes que vender tantos para estar en el número uno. Pero al mismo tiempo, sí, existe una frustración. Y viene de que la música ya es secundaria. Es secundaria a la moda, al negocio, al marketing, la música siempre está detrás. No sé por qué es así o tal vez siempre ha sido así, pero ahora todo se trata de cuántos seguidores tienes en Instagram, no sobre el contenido. Y gracias a eso, hay estrellas del pop que hacen cosas terribles en su vida -no los voy a mencionar- a nadie le importa y la gente sigue comprando su música. Me molesta y me frustra”, declara.
—Tú tienes una carrera que está al centro de todo esto. Tienes que relacionarte con sellos, managers, marketing, medios de comunicación ¿qué haces para que no te gane esa frustración?
”Bueno, me preocupo de la música. Eso es lo que me mantiene en esto. Lo amo tanto que no sabría hacer otra cosa, no quiero hacer nada más y al final es eso lo que creo que siempre me mantendrá. No importa que tan mal vea a la industria, eso es lo que siempre será una prioridad para mi”.
—Tienes que hacer muchas concesiones.
“Exacto. Al final del día tengo que hacerlo para poder tocar mi música. Tienes que hacer cosas que tal vez no te gustan mucho para poder continuar haciendo lo que sí te gusta. Todos los días me comprometo y hago concesiones, al igual que todos en su vida y creo que estando dentro de la industria musical eso no es una excepción”.